[El texto que sigue a continuación es un extracto del capítulo de Roland Garros perteneciente al libro Rafa & Roger, escrito por los periodistas Rafael Plaza y Antonio Arenas y editado por Libros Cúpula. La obra analiza de forma minuciosa una de las grandes rivalidades de la historia del tenis e incluso del deporte. Puede adquirirse en Amazon, Casa del Libro, Fnac y grandes superficies y librerías a un precio de 18,95 euros].
UN REY SOBRE LA TIERRA (I)
El Meliá Royal Alma es un buen hotel de cuatro estrellas situado en el corazón de París, pero no aparece en ninguna de las guías de alojamientos lujosos que un viajero común suele consultar para soñar con hospedarse en lugares fuera del alcance de la mayoría de los bolsillos.
A Rafa Nadal le importa bien poco que el hotel no tenga la grandiosidad del Plaza Athénée, el nivel del Ritz o la fama del Crillon, donde Roger Federer suele descansar en sus visitas a París. El Alma se mantiene como una elección fija para el tenista cada mes de mayo, cuando Roland-Garros capitaliza la atención del calendario. Ubicado en el número 35 de la rue Jean Goujon, una calle tan pequeñita como coqueta, el hotel es principalmente valorado por dos cosas: la atención del personal, que habla castellano casi en su mayoría, y la ubicación, a poca distancia caminando de los preciosos Campos Elíseos.
Nadal se quedó en el Alma por primera vez en 2005, durante su participación inaugural en Roland-Garros, y ha ido repitiendo año tras año. Es cierto que el mallorquín no cree mucho en la suerte, pero también lo es que suele mantener las mismas rutinas si en el pasado le han funcionado. Rafa ganó el segundo Grand Slam de la temporada aquel año y la comodidad de la que disfrutó durante sus tres semanas en el Alma le hizo volver siempre hasta convertirlo en una de las fortalezas más importantes de su carrera.
Sin lugar a dudas, ese hotel ha visto la mayor colección de sonrisas del jugador, los momentos de felicidad más intensos, pero también el dolor más profundo que ha experimentado nunca. A las puertas del Alma llegó Nadal llorando la tarde del 27 de mayo de 2016, después de retirarse de Roland-Garros como consecuencia de una lesión en la vaina cubital posterior de la muñeca izquierda que le apartó de jugar la tercera ronda del torneo contra Marcel Granollers y que despidió sus opciones de reconquistar la Copa de los Mosqueteros.
Aunque públicamente nunca lo admitió, Nadal se sentía preparado para asaltar un título que no ganó en 2015, la temporada más dura de su vida como tenista. Ese curso, el mallorquín reconoció sentir ansiedad y naturalizó la leyenda de su privilegiada cabeza, posiblemente la mejor que ha visto la historia del deporte. La fuerza mental que había permanecido inalterable durante tanto tiempo se desvaneció de un plumazo. Rafa padeció nervios dentro de la pista. No supo cómo controlar la respiración. Sus emociones se volvieron indomables. Y la confianza, que es la única llave para acabar con la utopía, se le escurrió entre las manos a toda velocidad.
Ni tan siquiera la tierra batida, la superficie sobre la que ha construido su leyenda, le ayudó a tomar un poco de aire. Esa temporada Nadal no ganó un solo título en la gira de tierra batida europea, faltando a sus habituales citas con los trofeos de Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y París, y confirmando que estaba en una novedosa crisis de dimensiones desconocidas.
Por eso, Nadal afrontó Roland-Garros en 2016 con más ganas que nunca tras haber perdido en los cuartos de 2015 contra Novak Djokovic, algo lógico y previsible después de ver su progresión durante los meses anteriores del año. La lesión en la muñeca, que terminaría condicionando el resto de su temporada, le cerró de golpe la reconquista del trono en París.
Nadal pasó las noches previas a su estreno en Roland-Garros 2017 devorando series como un crítico al que se le ha echado encima la fecha límite para enviar su crónica. «El patrón del mal», una telenovela colombiana de ciento trece episodios que retrata la vida de Pablo Escobar, fue la principal distracción del español antes de ir a dormir esos días de primavera en París. Tras acabar «Narcos», e interesado por los hechos que se cuentan en el drama criminal de la plataforma Netflix, Rafa se encontró con una de las series más vistas en la historia de la televisión colombiana y decidió darle una oportunidad.
«El patrón del mal», basada en el libro La parábola de Pablo de Alonso Salazar, periodista y exalcalde de Medellín, mezcla documentos periodísticos y testimonios reales con algunos relatos ficticios para radiografiar la vida de Pablo Escobar, fundador y máximo líder del cartel de Medellín. Las andanzas del reconocido narcotraficante componen la estructura vertebral del relato, que profundiza en el imperio criminal del colombiano y repasa su ascenso, consolidación y posterior caída, con el tiroteo que acabó con su vida en un tejado de Antioquia a los cuarenta y cuatro años.
La huella que dejó la serie de Escobar en Nadal perduró en el tiempo y se trasladó a su día a día, porque el tenista empezó a utilizar en tono divertido palabras como mijo o patrón, dos expresiones habituales en la historia del colombiano.
En esas fechas, sin embargo, Escobar no fue el único rostro que Nadal vio en su MacBook Pro antes de descansar. «Suits», un drama estadounidense sobre dos abogados que resuelven casos al tiempo que mantienen a salvo un secreto que afecta a uno de ellos, y «Juego de tronos», la reputada fantasía medieval inspirada en la serie de novelas de Canción de hielo y fuego, compartieron espacio con «El patrón del mal» en el ordenador del tenista.
Desde la primera temporada, «Juego de tronos» se ganó un hueco en el corazón de Rafa, que se enganchó a la serie de ficción de George R. R. Martin atraído por el factor de imprevisibilidad que va de la mano de una trama donde no hay intocables porque nadie está a salvo de la muerte.
De todos los personajes de Juego de tronos, un universo enorme y diverso, Nadal empatizó rápidamente con Tyrion Lannister, uno de los personajes más populares de la serie. Conocido como Gnomo o Mediohombre, Tyrion es un enano de una de las familias más ricas y poderosas de la historia.
Peter Dinklage, el estadounidense que interpreta al personaje, ganó en 2011 el Premio Emmy a mejor actor de reparto en una serie dramática y luego el Globo de Oro en la misma categoría. Además, fue nominado para el Emmy en cuatro ocasiones más (2012, 2013, 2014 y 2016) por su fantástica encarnación de Tyrion y su capacidad para representar el espíritu de supervivencia del enano.
Eso fue lo que más le gustó a Rafa de Tyrion, al que desde la segunda temporada distinguió como uno de los mayores supervivientes de «Juego de tronos». El espíritu batallador del jugador conjugó de maravilla con una de las habilidades más destacadas del enano, capaz de esquivar su final pese a coquetear con la muerte en situaciones muy peliagudas de las que salió airoso.
Esas noches de mayo, Rafa vibró tanto con algunas de las escenas de la serie que los huéspedes próximos a su habitación en el Alma se preguntaron qué estaba ocurriendo allí dentro.
Marc López, uno de los mejores jugadores de dobles del mundo y amigo íntimo de Nadal, sabe que dormir con Rafa equivale a terminar enganchado a la serie que el balear esté siguiendo en ese momento, y no hay otra salida.
El mallorquín ha cambiado algunas cosas en su vida con el paso del tiempo, pero hay otras que se mantienen inalterables, y la rutina antes de cerrar los ojos es una de ellas.
Nadal se va a dormir siempre viendo una película o una serie, y no utiliza auriculares, por lo que el sonido sale a toda pastilla por los altavoces del ordenador y si alguien comparte habitación con él termina interesándose por lo que está pasando en la pantalla, hasta el punto de engancharse a la trama.
A Marc le ha sucedido en muchas ocasiones, la más reciente en los pasados Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016, en los que compartió cuarto con Nadal en la Villa Olímpica. Mientras que David Ferrer, Roberto Bautista y Albert Ramos se marchaban a dormir a las diez de la noche, Rafa y Marc se quedaban viendo películas hasta la una de la madrugada y comentando los capítulos.
Habitualmente, Federer no suele ver series hasta esas horas porque es una persona a la que le gusta irse a dormir pronto, pero el suizo también ha pasado épocas en las que estaba realmente pendiente de algunas como «Lost» («Perdidos»), «Prison Break», «Entourage» («El séquito») o «Héroes».
De esas cuatro, que son algunas de las favoritas de Roger, los misterios de la isla de «Lost» mantuvieron en tensión al suizo durante las seis temporadas que duran las vivencias de los supervivientes a la catástrofe aérea del vuelo 815 de Oceanic Airlines, que acaban perdidos en una isla donde ocurren cosas muy extrañas.
Como a Nadal, las series ayudan a Federer a relajarse para dormir, pero nunca han formado parte de alguna de las victorias más importantes del suizo.
La noche del 10 de junio de 2012, Rafa no podía conciliar el sueño. La final de Roland-Garros se había suspendido hasta el lunes como consecuencia de la lluvia, dejando al español con el marcador favorable (6-4, 6-3, 2-6, 1-2 y saque de su rival), pero con Novak Djokovic protagonizando una remontada que amenazaba con arrebatarle el título de campeón.
La situación estaba en un punto crítico para el español.
Algo que distingue a Federer y Djokovic, los dos máximos rivales que ha tenido Rafa en su carrera, es el respeto de sus entornos. Minutos después del aplazamiento del partido, Srdjan Djokovic, padre del tenista serbio, invitó a todo el que pasó por la sala de jugadores de Roland-Garros a botellas de champán. Fue la forma de celebrar que su hijo le había dado la vuelta a una final que comenzó muy empinada, aunque todavía no hubiese culminado la hazaña con la victoria ante el balear.
A Nadal, que se había ido del club diciéndole a su equipo que la copa terminaría en manos de su contrario, estuvo cerca de explotarle la cabeza. No hubo forma de que el tenista apaciguase los nervios que le estaban royendo el estómago en su habitación. Se acercaba la medianoche y Rafa no se tranquilizó, sus pensamientos siguieron apuntando en dirección a Djokovic y a la remontada de una final que tenía ganada hasta que comenzó a llover y la tierra batida se convirtió en barro, dando alas al juego de su contrario.
En un intento desesperado por calmarse, Nadal abrió su ordenador, empezó a buscar algo para ver y encontró «Dragon Ball» («Bola de dragón»), la exitosa serie de dibujos inspirada en el manga de Akira Toriyama.
De pequeño, Rafa la había visto tres veces, del primer capítulo al último, pero le dio igual y se puso en manos de las aventuras de Son Goku para conseguir templarse y borrar de su mente la raqueta, las pelotas y la cara de Djokovic.
Casualmente, el efecto que tuvo «Dragon Ball» en Nadal fue muy valioso: el tenista consiguió detener la maquinaria de la inquietud, durmió un poco en mitad de la tormenta emocional que tenía a su alrededor y cuando salió la mañana siguiente a jugar con Djokovic logró frenar la reacción del serbio, ganarle 6-4, 6-3, 2-6 y 7-5, y celebrar su séptimo trofeo en la catedral de la tierra, con el que superó los seis de Björn Borg para quedarse en la primera posición histórica de ganadores del torneo.
Años más tarde, las series que Nadal fue consumiendo durante el Roland-Garros de 2017 se convirtieron rápidamente en temas de conversación con su equipo. Durante las comidas, en los viajes en coche o en algunos de los muchos ratos muertos que el tenista tiene cuando está compitiendo en un torneo. Más de uno terminó cayendo en la tentación de ver «Narcos», al menos para no quedarse fuera de las recurrentes conversaciones sobre Escobar y compañía.