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Óscar Husillos (Palencia, 1993) fue campeón del mundo en Birmingham 2018 en pista cubierta. Sí, lo fue. Ganó a todos en el 400, batió el récord de Europa y de España, y lo celebró. Incluso, llegó a posar con la rojigualda y sin zapatillas señalando su marca (44.92). Era el momento más feliz de su vida. Pero, minutos después, aquel sueño se tornó en pesadilla. En zona mixta, le comunicaron que había sido descalificado por pisar la línea. Adiós a los 40.000 dólares que daba la IAFF, a la leyenda, a la hazaña... a todo. Fin a esa ilusión. Ni alegría ni fotos… todo se fue al carajo.
Y, de repente, las inevitables preguntas. ¿Y si no vuelve a repetir aquella actuación? ¿Y si ha perdido una oportunidad de oro (en todos los sentidos)? "Fue el peor día de mi vida", recalca, en conversación con EL ESPAÑOL. Desde entonces, Óscar Husillos, que comparte afición con sus hermanos y su hermana –son cuatro y todos hacen atletismo–, ha luchado contra las marcas y contra aquella imagen. "Está superado", incide. Es más, apuesta: "Si lo hice una vez, por qué no repetir". Y ese es su objetivo en el Campeonato de Europa de Berlín al aire libre (del 7 al 12 de agosto); el lugar donde buscará romper con el pasado.
¿Está cansado ya de que le pregunten por Birmingham y su descalificación?
Lo han hecho muchas veces, pero ya me lo tomo a la ligera. A veces, depende de quién me lo diga o del contexto en el que pueda sacarlo, me lo tomo bien o mal. Ya no hace gracia el asunto. Trato de quitarle hierro. Está superado.
Con el tiempo habrá conseguido, al menos, sacar lo positivo: fue campeón del mundo, aunque pisara la línea…
Sí, claro. Hay males que luego traen buenos resultados. En este caso, veo lo que me pudo llegar a dar y sacar la parte positiva.
Que es que a usted, desde entonces, se le conoce y se le tiene en cuenta.
Sí, en la Diamond de Roma, por ejemplo, estuve con gente que conocía, pero con la que no había tratado nunca. Coincidí en el control antidoping con el campeón del mundo de vallas, y me preguntó qué tal la carrera y cómo iba todo. Lo que me dio Birmingham es la imagen.
¿Sueña con ganar una medalla por lo que supondría o para que borremos Birmingham de cuestionarios futuros?
Bueno, la medalla estuvo ahí durante 10 minutos. El momento no me lo quita nadie. Lo disfruté mucho. Me faltó poder hacerlo luego con la familia y con todo el mundo. Me quedo con el apoyo que recibí del atletismo internacional, de España, de la gente de Palencia, de mis amigos… Son momentos que he sabido llevar. Bruno tuvo su mala racha con el accidente y yo tuve este palo. Al final, estoy muy agradecido por toda la ayuda.
¿Aquel fue el peor día de su vida?
Yo creo que sí. Lo que hice no se consigue todos los días y… no sabes si lo vas a volver a conseguir. Por eso, puedes pensar que es el peor día de tu vida. Espero no volver a tener una sensación así. En poco tiempo, pasé de tenerlo todo a no tener nada.
¿Lo pasó mal?
Lloré. Pero no sólo ese día. He llorado más días desde entonces; días en los que me he encontrado apático por aquello. De vez en cuando, veo el vídeo. Y no lo hago por lo que logré, sino por ver cómo corrí y gané a mis compañeros. Pero cuando bajé a zona mixta y a zona de calentamiento, no dejé de llorar con los fisios y mi entrenador. Luego me fui a Palencia, a casa, y me encontré las pancartas, los carteles… Son momentos en los que se te saltan las lágrimas, ya sean de alegría o de tristeza.
He llorado muchos días desde el Mundial de Birmingham; días en los que me he encontrado apático (...) Cuando bajé a zona mixta, no dejé de llorar con los fisios y mi entrenador
¿Llora también por otras cosas?
Ahora no lo sé. Es el peor momento de mi vida. Pero sí que puedo llegar a llorar por otras cosas… Sí que tengo que decir que cada vez que me veo cruzar la meta se me pone la piel de gallina. Piso fuerte y sé que puedo volver a hacerlo. Las lágrimas son pasajeras y pueden ser de felicidad, de rabia contenida. A veces, simplemente, son porque sé lo que conseguí… y se me escapó.
¿Con el cine también llora?
Pus mira, me marcó mucho El niño del pijama de rayas. Me leí el libro y luego vi la película. Me di cuenta entonces que lo que estaba pasando en la película es lo mismo que había sentido en el libro. Era muy duro de llevar. Pero con las películas, no, no lloro.
¿Le gusta la ciencia ficción?
Depende de la película.
¿Y sería ciencia ficción verle con una medalla en el campeonato de Europa de Berlín?
No es nada descabellado ni ciencia ficción. Si pude ser campeón del mundo en Birmingham, sé que puedo llegar a conseguir una medalla en el Europeo. ¡Y para eso estoy trabajando! Es en lo que estoy, con unas condiciones inmejorables y el apoyo de todo el mundo. Aunque de momento no he dado la talla, creo que lo mejor está por llegar.
Y lo mejor y lo más cercano, de momento, es el Europeo de Berlín. Allí llegará como una estrella del atletismo español después, precisamente, de lo hecho en Birmingham.
Bueno, yo me considero alguien normal, no una estrella. Tuve la oportunidad de estar en ese Mundial de Birmingham y puse mi granito de arena a esa gran actuación que hicimos. Tanto Saúl como Ana Peleteiro consiguieron medallas y yo no pude. Yo fui, técnicamente, semifinalista. Y contribuí con lo que pude. Pero no me considero campeón del mundo. Me descalificaron. Puede ser injusto o no, riguroso o discutible, pero ocurrió. Soy un atleta más que intenta contribuir a que el atletismo español esté mejor.
¿Pero no me negará que se ha convertido en un referente?
Sí, eso sí. Eres un referente por lo que has hecho o puedes llegar a hacer. Pero antes del campeonato del mundo ya fui consolidando esos cimientos. Batí la mejor marca de 300 el año anterior, quedamos quintos en el Mundial de Londres en el 4x400, en el campeonato de España le quité el récord de 200 a Bruno Hortelano y luego el colofón fue Birmingham. Así que, sin que hubiera pasado eso, ya me iba convirtiendo en un referente por todo lo que había detrás. No solamente fue la carrera.
¿Le ha cambiado mucho la vida en ese lapso de tiempo en el que ha pasado de ser un atleta normal a convertirse en un referente?
En Palencia sí que puedo llegar a ser más conocido. Los niños saben quién soy y, como están ilusionados con salir en las páginas de deportes, me conocen. Y, a nivel nacional, después del campeonato del mundo, la gente me reconocía por la calle. Ahora ya ha pasado aquello. Seguro que hay alguien que se acuerda de mí, pero fue algo pasajero. Espero que me conozcan por lo que puede pasar en Berlín o en Tokio y no por lo que pudo ser y no fue. De todas formas, no me gusta demasiado la fama. Tratar de compaginar deporte y fama es complicado.
Espero que me conozcan por lo que puede pasar en Berlín o en los Juegos de Tokio y no por lo que pudo ser y no fue
Si no le gusta la fama... ¿No podría ser Messi, entonces? Usted compite con el Barça de atletismo. ¿Alguna vez ha intercambiado alguna palabra con él?
No he coincidido con ninguno de la primera plantilla. En lo futbolístico, sólo he estado con Del Bosque, que dio una charla en Palencia y pudimos estar con él un rato. Pero es diferente. El personaje del atleta está menos reconocido que el de un futbolista profesional. Ellos están siempre en el punto de mira. Tienen que tener cuidado. Mucho más que nosotros.
¿Odia un atleta al omnipresente fútbol?
Yo soy futbolero (llegó a jugar de portero hasta los 15 años). Me llama la atención por todo lo que puede llegar a ser o en lo que nos puede convertir. Y quizás hay mucho fútbol con respecto a otros deportes. Pero bueno… Yo pienso en lo mío. Si es mejor o peor que se hable tanto de fútbol, no voy a juzgarlo.
¿Soñaba usted en convertirse en el atleta que es hoy en día?
De pequeño no soñaba. No hacía atletismo. Con 16 o 17 no sabía que podía llegar tan lejos. Empecé a soñar hace tres o cuatro años, cuando vi que podía convertirme en una figura del atletismo español.
¿Quién vio que iba para estrella?
Fue esporádico. A un tío mío le gustaba correr por ahí en millas y carreras populares. Yo me apuntaba con él y me gustaba. Entonces, me metí a hacer atletismo. El entrenador vio que tenía más cualidades en las distancias cortas que en las largas y me encaminó. Gracias a él y a mi tío, estoy aquí.
Y el viento hizo el resto. Dígame, ¿a qué suena a esas velocidades?
Silencio. Cuando corro no escucho. Si acaso, puede llegar a sonar a las zancadas, a los apoyos… Pero, salvo que vaya muy desconcentrado –y no suelo– no tengo conciencia de que haya nadie alrededor.