El Fútbol Club Barcelona proclamó una DUI este lunes 14 de octubre. La entidad azulgrana rompió con sus aficionados no independentistas y abrazó la tesis secesionista para criticar la sentencia del Tribunal Supremo sobre el 'procés'. Avergonzó así a millones de seguidores, tanto en España como en el resto del mundo, y olvidó el 'seny' del que tanto ha presumido durante toda su historia.
La lección, otra vez, se la dio el Espanyol. Su vecino emitió un comunicado en el que volvió a incidir en que se trata de "un club deportivo" y no quiso entrar en temas políticos ni judiciales. Un matiz que no debería ni explicarse, pero que se trata de un paso valiente ante una parte de la sociedad catalana que ha entrado en una espiral de locura y autodestrucción.
Bartomeu, su séquito y el presidente in pectore Gerard Piqué han transformado el Fútbol Club Barcelona en un equipo regional. Y ni eso, ya que se han obcecado en que solo represente a una parte de Cataluña. Un club para algunos pocos y lejos ya no del resto de españoles, sino de la universalidad. Difícil creer que un aficionado de Cádiz, de La Coruña o de Albacete se pueda sentir ahora mismo identificado con la incursión política del equipo de sus amores.
El Barça era un club global. Lo era. Antes. O al menos a eso intentaba jugar. Sin embargo, sus dirigentes se han quitado la careta con el 'procés' y han escorado a la entidad poniéndola en un brete. Flaco favor que perdurará para siempre en los libros de historia y un error que no se podrá borrar tan fácilmente.
Claro que si lo de ahora es feo, lo de antes era peor. Porque si vergüenza da el comunicado del Barcelona, más aún la reprimenda de Laporta al club por ser demasiado débil y no anunciar "ningún acto de apoyo". O sea que el expresidente se ha marcado un Abascal para llamar 'catalán cobarde' a Bartomeu. Al menos parece que de momento se ha ido de Guatepeor a Guatemala. Consuelo de tontos, que diría aquel.