El Santiago Bernabéu ha pitado a artistas de alta escuela y ha endiosado a pintores de brocha gorda. Goyo Benito es de estos últimos. Era un central de otra época, de los que no querían el balón cerca. Un hombre rudo sobre el campo y con un bigote que atemorizaba rivales.
Si eras delantero y ese día tenías enfrente a Goyo Benito, sabías que no ibas a tener un buen día. Ni que ibas a dormir bien esa noche. Expeditivo y sin medias tintas. Con él no existía aquello de que pasaba el balón o el rival, ya que de por sí estaba entre ambos y diciendo quién cruzaba y quién chocaba contra un muro.
Goyo Benito era el semáforo del Santiago Bernabéu, dando paso a la pelota y siempre en rojo para el delantero. Adorado por el madridismo y odiado por los rivales. Un zaguero de los 70 de los que querías en tu equipo y que poco a poco se fueron convirtiendo en una especie en extinción.
Sudó y sangró la camiseta del Real Madrid en 420 ocasiones para levantar 6 Ligas y 5 Copas. También lo hizo con la de la selección nacional en 22 partidos para disputar dos Mundiales (1974 y 1978) y dos Eurocopas (1972 y 1976). Un currículum repleto de batallas para tan inigualable guerrero que desde hace más de una década luchaba contra una grave enfermedad.
Con Goyo se va uno de los bigotes de La Liga. Un tipo tan duro dentro como noble fuera del campo. Un hombre bueno que no hacía prisioneros una vez pitaba el árbitro el inicio del partido. La competitividad en estado puro y con una personalidad de imborrable recuerdo.
Goyo Benito dejaba huella. Los tacos en el césped y su caballerosidad y humanidad con todo aquel que tenía la suerte de conocerle. Así era la leyenda que se marchó en tiempos del coronavirus y la gran persona que se quedará para siempre entre nosotros. Adiós a un ídolo del Santiago Bernabéu que representaba los valores del Real Madrid a la perfección.