La situación social y política que vive Bielorrusia es absolutamente dramática. Está considerada como la última dictadura de Europa y la falta de libertad para casi todo es total. Una auténtica catástrofe que todavía sucedan hechos así en pleno siglo XXI y, además, que suceda durante tanto tiempo sin que parezca tener fin.
Esta horrible situación está provocada por Alexandr Lukashenko, presidente del país que tiene a Bielorrusia como si fuera su cortijo particular en el que hace y deshace a su antojo y en el que tiene al resto de la clase política y de los altos cargos del estado a su disposición, rindiendo pleitesía a un tirano que acogota a gran parte de la sociedad y que además no tiene ningún respeto por la integridad moral ni física de los ciudadanos.
Lukashenko lleva en el mando desde el año 1994, es decir, más de 26 años haciendo lo que le viene en gana y haciendo caso omiso a cosas tan universales como los derechos humanos, algo que él se encarga de pisotear cada vez que puede, incluso con torturas y tratos vejatorios propios de siglos pasados, solo para infligir miedo y hacer valer su tiranía sin temor a que nadie le pare los pies.
No obstante, no solo los ciudadanos de a pie contrarios a Lukashenko temen sus malas artes, sino que también las temen los deportistas, sector contra el que ha actuado en multitud de ocasiones por intentar ser altavoz de una sociedad oprimida. Por ello, junto a uno de sus esbirros, el ministro de Deportes Kovalchuk, se encarga de implantar medidas que tienen desquiciados a muchos de los grandes deportistas del país que sufren las consecuencias de la tiranía de ambos.
La realidad es que viven absolutamente coartados, que les obligan a aprenderse y cantar el himno nacional y que les prohíben exhibir cualquier señal de protesta contra el régimen de Lukashenko, con graves consecuencias si alguno de ellos se atreve a hacerlo, ya no solo para su propia integridad física como la de cualquier ciudadano, sino también para su propia carrera deportiva, la que muchas veces está en juego.
El dramático caso de Levchenko
La jugadora de baloncesto Yelena Levchenko es una de las mejores deportistas en la historia del país y una auténtica referente en el baloncesto bielorruso. Ha sido jugadora de la WNBA en la que incluso llegó a ser finalista y, además, en el año 2010, se consagró como la mejor pívot en el mundial de baloncesto celebrado en la República Checa. Sin embargo, ni ese tremendo estatus ni su enorme popularidad fuera del país le han servido para evitar la tiranía del régimen de Lukashenko, que ha cargado duramente contra ella.
Levchenko ha sido liberada esta misma semana después de un cautiverio de 15 días en el terrible centro de reclusión de Okréstina donde ha sido vejada y torturada hasta límites que realmente asustan y que sorprenden para tratarse de un país europeo en pleno siglo XXI, ya que supone una absoluta violación de los derechos humanos, y todo por mostrarse contraria a un régimen que tienen oprimido a su pueblo.
El 'delito' cometido por Yelena Levchenko fue participar en una serie de protestas contra el propio gobierno de Lukashenko y contra los designios de una de sus manos derechas, Kovalchuk, que tiene completamente oprimido y acogotado al deporte bielorruso. Yelena se ha caracterizado por ser una de las líderes en la lucha contra Levchenko y por ser la deportista más crítica con el régimen, hasta el punto de haber sido multada y juzgada por participar en dos manifestaciones contra la figura de Lukashenko.
La jugadora de baloncesto fue detenida en un aeropuerto bielorruso cuando se disponía a viajar a Parísdespués de haber participado en dos manifestaciones, una en el mes de agosto y otra en el mes de septiembre. Por ello, fue condenada el pasado 30 de septiembre a 15 días de arresto en Okréstina, donde ha vivido una auténtica pesadilla con la que el gobierno bielorruso ha intentado acallar sus críticas y su liderazgo como deportista de élite.
La propia jugadora de 37 años ha asegurado que no han sido 15 días de reclusión al uso, sino que ha vivido un auténtico infierno durante su cautiverio y que han puesto en peligro su integridad física. La encerraron en una celda donde permaneció sin colchón ni sábanas, durmiendo como buenamente podía. Además, ha estado sin agua caliente y le prohibieron ducharse durante, al menos, 13 días, provocando unas condiciones higiénicas absolutamente nauseabundas.
Por si esto fuera poco, la jugadora ha señalado que le prohibieron salir a dar su paseo diario y que tuvo que estar completamente cerrada en lo que ella ha llamado “un nido de bacterias”, ya que también le bloquearon la cadena del inodoro donde hacía sus necesidades, terminando por convertir su celda en un espacio inhabitable para cualquier ser humano y casi para cualquier ser vivo.
El deporte, motivo de enfrentamiento
La situación por la que ha atravesado Levchenko ha sido totalmente dramática y todo por realizar una protesta contra el gobierno bielorruso al que acusaba de haber manipulado sus últimas elecciones presidenciales celebradas a principios del mes de agosto. Esta manipulación provocó el descontento de la población que se lanzó a las calles en multitudinarias manifestaciones, las cuales fueron reprimidas con más violencia.
Sin embargo, las quejas de Levchenko no se quedaron ahí, ya que el deporte también ha sido golpeado por la opresión del gobierno de Bielorrusia. La mítica jugadora protestó también contra la actuación del ministro de Deportes, Serguéi Kovalchuk, el cual obliga a todos los deportistas a aprenderse y cantar el himno nacional por decreto. Además, los deportistas bielorrusos no pueden hacer declaraciones a los medios de comunicación sin autorización expresa de los clubes o las federaciones por contrato, ya que es el propio gobierno quien se encargar de dar luz verde o de negar el permiso a los propios clubes.
Por si esto fuera poco, en el mismo decreto se incluye la prohibición a los deportistas de sentirse identificados con cualquier símbolo contrario al gobierno y tienen la obligación de venerar y ondear la bandera con sus colores nacionales, el rojo y el verde, en sus competiciones.
Esta medida ha llegado tras la popularización de otra bandera de colores rojiblancos que ha servido de identificación de los protestantes contra el gobierno de Lukashenko. Por todo ello, Levchenko asegura que están vulnerando sus derechos fundamentales y que se está atentando contra la libertad de expresión, además de estar siendo sometidos a una violencia psicológica difícil de soportar. Por si esto fuera poco, todas estas acciones atentan contra la propia constitución de Bielorrusia que en su artículo número 33 ampara la libertad de opinión, convicción y expresión.
Esta situación ha provocado un auténtico caos en el deporte bielorruso, ya que el miedo y las diferentes convicciones políticas han provocado que se produzca una enorme división entre los deportistas. Levchenko, convertida en una de las líderes sociales de las protestas, fue además uno de los 830 deportistas que firmaron una petición para poner fin a la violencia policial y pedir la liberación de los presos políticos del régimen de Lukashenko, así como de la celebración de unos nuevos comicios sin manipulación por parte del gobierno.
Levchenko ha sido defendida por algunos compatriotas como Yegor Mescheriákov o Natalia Marchenko, otros ilustres deportistas del país que se han posicionado al lado de Yelena y que dan buena fe de su fortaleza y de que no será fácil poder doblegar a la espigada jugadora, además, aseguran que los deportistas y la población de Bielorrusia vive con miedo ya que, en secreto, muchos de ellos les apoyan, pero luego tienen miedo a dar la cara y a manifestarse en público y abiertamente por temor a las enormes y duras represalias.
De hecho, cuentan que muchos deportistas de élite son incluso miembros del KGB, del Ejército bielorruso o del ministerio del interior por miedo a lo que puedan pensar de ellos y por guardar una reputación y una imagen pública a salvo de torturas como la sufrida por Yelena. En contraposición se encuentran los grupos de deportistas que marchan en las habituales manifestaciones bajo lemas como "los deportistas con el pueblo", y que aseguran no temerle al gobierno de su líder opresor.
El papel del COI
La gravedad del asunto, especialmente contra los deportistas, ha despertado el interés de multitud de organizaciones que velan y trabajan por la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, esta preocupación también ha llegado hasta instituciones como el Comité Olímpico Internacional, que se ha visto obligado a tomar cartas en el asunto para intentar comprobar, de una forma tardía, cuál es la situación de los deportistas bielorrusos.
La actitud del COI ha sido criticada por su tibieza a la hora de mediar en un conflicto que no solo es deportivo, sino que también es político y social. Las medias tintas de la organización presidida por Thomas Bach han manchado a una institución que debería haber estado al lado de sus deportistas desde el comienzo. Sin embargo, parece que por fin han despertado.
El COI asegura que ya está investigando lo que está sucediendo en Minsk y en Bielorrusia y que no permitirá que ningún deportista sea sancionado, encarcelado y mucho menos torturado por expresar sus opiniones políticas por muy contrarias que sean al gobierno de su país.
Bach quiere evitar que los deportistas reciban el trato discriminatorio que, por otro lado, ya han recibido muchos de ellos. Además, en una carta enviada al propio presidente Lukashenko, le ha instado a que le confirme que sus deportistas están pudiendo prepararse para los Juegos Olímpicos con total libertad y con las mayores garantías, algo que sin duda no es así tal y como demuestra el caso de Yelena.
El COI también ha afirmado su colaboración con el Fondo de Seguridad Deportiva, una asociación que dirige la triple medallista olímpica en natación Alexandra Guerasimenia, actualmente exiliada en Vilna,Lituania. Este fondo, creado en el mes de agosto de este mismo año, ya ha ayudado a más de una veintena de deportistas bielorrusos proporcionándoles asistencias logística, económica y psicológica para intentar superar una situación que es realmente terrible y alarmante.
De esta forma, el COI, en colaboración con el Fondo de Seguridad Deportiva, que está siendo perseguido por el propio Lukashenko, intenta ayudar a unos deportistas que viven bajo la opresión del régimen que ha tomado su país y que amenaza con destruir sus carreras, a pesar de que tal y como afirma la capitana de la selección de baloncesto Yekaterina Snítina, ni ellos ni el pueblo tienen intención de detener su lucha.