¿Se imaginan que existiera una técnica de dopaje que garantizara éxitos a corto plazo y que no pudiera ser detectada por la Agencia Mundial por falta de métodos? Pues ese escenario, que parece utópico, es una realidad. Así es como funciona el dopaje genético, un método de mejora del rendimiento deportivo en los atletas que, aunque no lo parezca, lleva existiendo desde hace unos 20 años. Un universo oscuro que solo un erudito en la relación entre la genética y el deporte puede conocer.
Ha sido el avance de la medicina y de las técnicas propias de la biología molecular y de la biogenética las que han permitido que este dopaje genético haya evolucionado. Ahora se ha convertido en una disciplina precisa, moderna y muy costosa que deambula por el deporte mundial sin que parezca claro cuándo podrá detectarse.
Ya existen métodos para su control, pero de momento, estos no forman parte de la Agencia Mundial Antidopaje por varios motivos. El primero es porque no hay un consenso claro sobre los criterios éticos que se deben adoptar. Además, las técnicas para su detección y los aparatos que se emplean son realmente caros. Y las probabilidades de hallazgo de un caso son remotas. Así pues, se podrían pasar semanas y meses de estudios, con millones de euros invertidos para dar con el gen que no está modificado, mientras que el que sí está 'trucado' sigue ofreciendo esa mejora deportiva.
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EL ESPAÑOL ha hablado con David Varillas, profesor e investigador del Grado de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFyD) de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV), para conocer más de cerca cómo funcionan estas técnicas que parecen sacadas de las películas del futuro. Así es el dopaje genético, el creador de los falsos mitos del siglo XXI y de los nuevos Lance Armstrong y compañía.
El dopaje genético
Esta revolucionaria técnica que busca la mejora del rendimiento deportivo de los atletas consiste en la inyección de un segmento de ADN que, básicamente, está 'trucado' para mejorar un gen específico. Lo realmente llamativo de este tipo de trampas es que, cuando se somete al deportista a los tradicionales controles antidopaje, no se demuestra una conducta irregular porque no ha habido la recepción de una sustancia de manera exógena.
Lo que se ha realizado es modificar el gen natural para producir un mayor porcentaje de la hormona que se desea para mejorar el rendimiento deportivo. Tal y como explica el investigador David Varillas, quien trabaja con deportistas de élite de diferentes campos como el fútbol y el ciclismo y que colabora con la agencia de deportistas UPro, se trata de técnicas muy especializadas y que tienen un coste realmente alto, por lo que solo están al alcance de atletas de súper élite. Existen muchas certezas que invitan a pensar que estos métodos ya se utilizan con cierta frecuencia, pero sigue siendo un mundo sobre el que hay muy poca información.
Los genes que más suelen ser protagonistas de estas técnicas son el de la EPO, el de la Insulina Tipo 1 y también el del ACTN3. La manipulación del primero de ellos tiene la misión de producir una mayor cantidad de hematocrito o de otras sustancias como la hemoglobina. Esto se traduce en una mayor capacidad de llevar oxígeno a los músculos y en una mayor propensión a la recuperación de los esfuerzos.
En el segundo, el de la Insulina Tipo 1, se trabaja con factores de crecimiento. Y el tercero, el del ACTN3, es el responsable de las fibras musculares. Una modificación en dicho gen puede llevar a una predisposición a tener más fibras lentas o rápidas, según cuál sea el objetivo de la técnica dopante. A estos genes se les suele llamar 'gen diana' en algunos deportes como el ciclismo y, en general, en los deportes de resistencia.
El profesor David Varillas cuenta como afecta este último a los ciclistas. Aquellos que se caracterizan por ser buenos fondistas, como los corredores que pelean por las generales de las grandes vueltas, sus fibras son predominantemente lentas. Sin embargo, aquellos que pelean por victorias al sprint, sus fibras son rápidas. Igual sucede con los corredores de cortas, medias y largas distancias.
Y así es como un ciclista que busca una mejora en su rendimiento se somete a un tratamiento de dopaje genético relacionado con ese famoso ACTN3 para mejorar sus fibras musculares: "Un corredor que sea homocigoto (solo tiene una copia) respecto al gen ACTN3 y que quiera tener, o más fibras lentas o más fibras rápidas, puede usar el dopaje genético para poder aumentar su proporción de las fibras que desea. Y así obtener el fondo o la explosividad que por naturaleza no tiene".
El investigador Varillas cuenta a EL ESPAÑOL que los primeros casos documentados sobre el empleo de estos métodos datan del año 2001. Sin embargo, aunque hayan pasado dos décadas, todavía no se puede trabajar en su detección: "Por eso está tan avanzada está técnica".
Dopaje de estrellas y ricos
Uno de los mayores inconvenientes que tiene este tipo de dopaje para aquellos que quieren acceder a él es que, al ser métodos tan sofisticados, requieren de inversiones muy grandes: "Estos tratamientos suelen tener un coste aproximado de unos 80.000 euros por cada inyección de vector que se recibe en el cuerpo para conseguir la expresión de un nuevo gen ya modificado".
"Por eso, los atletas que lo utilizan tienen que ser gente de élite porque necesitan dinero para afrontar ese gasto. Un tratamiento de todo un año, de unas cuatro inyecciones, conllevaría un coste de unos 320.000 euros por cada gen que se quiere modificar. Es gente con mucho dinero, grandes objetivos y que reciben premios muy importantes".
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No obstante, son cifras que podría manejar cualquier atleta de primer nivel sin necesidad de irse a futbolistas o tenistas con grandes salarios. Solo es cuestión de hacer números y querer jugársela mucho: "Un atleta de muy alto nivel puede tener acceso a estas técnicas. Pongamos el caso de correr en unos Juegos Olímpicos donde los premios con los patrocinadores pueden ascender a los 500.000 euros. Si solo requieres de una inyección, que son 80.000 euros, la diferencia sale rentable".
David Varillas, y muchos de los investigadores que se han centrado en conocer más el dopaje genético, están casi convencidos de que estas técnicas se están utilizando en la actualidad entre grandes campeones. Sin embargo, el profesor de la Universidad Francisco de Vitoria descarta por el momento que estos impostores puedan ser delatados en el futuro. Y, tal y como reconoce a EL ESPAÑOL, ahí reside otra de las ventajas de este tipo de técnicas.
"Es improbable ahora mismo que en el futuro se pueda descubrir que estrellas de nuestro presente se han ayudado de este dopaje porque el método de detección tiene que ser en el acto. Al final, se inyectan un virus y va a modificar la cadena de ADN por un tiempo limitado. Luego, ese plásmido se va y el ADN vuelve a ser el mismo que había desde el nacimiento y no se puede detectar".
"Es necesario que se detecte cuando esa proteína transgénica está en el organismo. El producto, que tiene una duración estimada de un periodo de unos tres meses, pasado ese tiempo es muy difícil de detectar. Por eso es un dopaje que llama la atención, porque no deja rastro".
Parece un maquiavélico invento del futuro para poner las medallas y los campeonatos al alcance de aquel que tenga unos cuantos de cientos de miles de euros. Una técnica que asegura beneficios físicos, que no puede ser detectada por la AMA y que, además, no conlleva el riesgo de desmontar el fraude en el futuro.
De momento, existe tan poca información sobre estas técnicas que es casi imposible asociarlas con algún deporte en concreto. Sucedía durante mucho tiempo que cuando se oían siglas de la EPO, rápidamente se venía a la cabeza la palabra ciclismo. Sin embargo, el dopaje genético puede estar repartido por cualquier disciplina.
"Este dopaje se adapta a cualquier tipo de deporte. Si a un velocista le dicen que con una modificación genética le van a dar más explosividad para tener esas dos milésimas con las que puede ganar un campeonato del mundo lo va a hacer".
"Si a un corredor de maratones le dicen que va a ganar un minuto con una inyección que le va a aportar un gen que le da más resistencia pues también lo va a hacer. Ahora no se saben cuáles son los deportes más diana para este tipo de dopaje. Puede ser cualquiera porque ayuda a aumentar el rendimiento en cualquier faceta".
Ni siquiera se puede afirmar que es más factible que aparezca en disciplinas que tradicionalmente tienen menor supervisión o controles más laxos: "Estos métodos no se detectan con una extracción de sangre. Se tiene que someter a un proceso más complejo para ver que el ADN de la persona es diferente al que se ha extraído. También se puede averiguar a través de análisis de proteínas transgénicas, pero eso ahora mismo no se hace. Puede aparecer en cualquier tipo de deporte".
Control, medicina y riesgos
Una vez ya se conoce un poco más de qué se trata este tipo de dopaje tan sofisticado y caro, falta por conocer alguno de sus submundos que resultan tan apasionantes como misteriosos. El primero de ellos es por qué no se puede detectar y se permite que pueda estar campando a sus anchas entre todos los deportes que se practican en el mundo.
El profesor David Varillas explica a EL ESPAÑOL que sí existen algunas técnicas para poder descubrirse. Sin embargo, el problema está en las trabas que la Agencia Mundial Antidopaje encuentra cada vez que se enfrenta a esta lacra que mancha el deporte desde una perspectiva totalmente revolucionaria en el siglo XXI.
"Existen técnicas para detectar este dopaje como las citadas anteriormente. El problema es la ética que se utiliza para poder implantarlas en la AMA y poder hacérselas a todos los deportistas. Ese es el mayor problema que hay para poder pillarlo".
Cuando se habla de esa concepción ética, se hace también en referencia a la poca probabilidad de éxito que hay en relación con el gasto de recursos y tiempo que genera: "No creo que dentro de cinco años haya un método fiable instaurado en la AMA porque hay tantas variantes y tantas proteínas que se pueden manipular genéticamente que ir a por una sola, la que daría positivo, puede ser eterno y muy caro".
"Y encima podrías fallar y no encontrar nada porque es otra la proteína que se ha manipulado. Es necesaria una secuenciación masiva de todos los genes del deportista para saber si hay alguno modificado. Por eso queda mucho recorrido por hacer".
Está claro que el dopaje genético existe, que tiene su eficacia a pesar de su alto coste y que todavía se escapa a las barreras del control de la AMA. Sin embargo, quedan por descubrir dos factores más que hacen de este universo algo realmente complejo. El primero de ellos es desde donde nace y por qué. Y el segundo, su gran inconveniente más allá de haber faltado a la ética y al valor del deporte y de los deportistas, es que tiene unas altas probabilidades de generar graves problemas de salud.
"Estas técnicas del dopaje genético llegan a través de la terapia génica. Por ejemplo, la EPO se ha utilizado para personas que tienen problemas renales. Si no pueden producir esa hormona, se les somete a esta terapia génica para tratar su patología. Pero el deportista lo utiliza para obtener mejoras en su fuerza, su resistencia o su velocidad".
"La medicina avanza, pero la trampa va antes que la ley siempre. En el dopaje, los productos que salen siempre van por delante de la norma. Todavía no se ha implantado el modo de detectar el dopaje genético y sabemos que desde hace 20 años se puede estar utilizando. Su ventaja es increíble". Así pues, este sistema podría enmascararse, igual que sucedía en el pasado, mediante el proceso de una enfermedad. Algo que recuerda a episodios tan famosos como el de Lance Armstrong y su gran red de dopaje a través de su cáncer testicular.
Al americano se le detectó su enfermedad en el año 1996, un cáncer con metástasis pulmonares y cerebrales y ante las cuales le dieron menos de un 40% de probabilidades de sobrevivir. Sin embargo, año y medio después consiguió regresar al ciclismo profesional para en 1999 arrancar su racha de siete triunfos seguidos en el Tour de Francia. Una hazaña que terminó pasando a los libros de historia como el mayor fraude deportivo de todos los tiempos. En 2012, perdió todos sus entorchados.
Aquel sistema de dopaje convertido en una gran trama estaba muy lejos de lo que ahora supone este nuevo dopaje genético, el cual también tiene graves contraindicaciones. Además de servir para perpetrar un fraude y de tener un coste altísimo, tal y como afirma el profesor e investigador David Varillas, sus riesgos para la salud son tremendos.
"El dopaje genético tiene unos riesgos para la salud increíbles. Cuando se transforma ese ADN, se puede provocar una mutación para toda la vida que es irreversible. Se pueden dar problemas genéticos que son nocivos para la salud, o se pueden dar cambios en otras células que en realidad no se querían modificar".
El hecho de que exista tan poca información sobre estos métodos contribuye a que ese peligro se acreciente: "Todavía no está tan estudiado como para poder garantizar que lo que se inyecta no es contraproducente para la salud. Es el que mayor riesgo tiene porque no hay un seguimiento médico".
Además, el profesor de la Universidad Francisco de Vitoria plantea si algunas de las desgracias que se pueden ver hoy en día en el deporte, repetidas cada vez con mayor frecuencia, no estarán marcadas por el sello de estas técnicas: "Los problemas de deportistas jóvenes que mueren por infartos repentinos o que tienen cáncer muy temprano… no hay que pensar mal, pero no se puede poner la mano en el fuego de que no haya sido por este tipo de dopaje".
David Varillas, gracias a sus innumerables estudios y a su impresionante formación, puede arrojar algo de luz sobre este turbio universo que es el dopaje genético. Y así resume cuáles pueden ser sus efectos: "Está demostrado que es efectivo a corto plazo, pero para la salud es muy nocivo y podría ser incluso mortal".