“¡Feliz de poder decir que vuelvo a casa, a Texas, y que me convertiré en Spur! Estoy ansioso de unirme al equipo y de estar cerca de mi familia y de mis amigos”. A pesar de las ofertas de Los Angeles Lakers, New York Knicks y Phoenix Suns, la decisión estaba clara para LaMarcus Aldridge: volver a casa, a Texas. Firmaba por San Antonio Spurs cuatro años por 80 millones de dólares. Ni Dirk Nowitzki ni Dwight Howard, estrellas interiores de los otros equipos tejanos de la NBA, contaban con ventaja a la hora de ser el compañero de Aldridge en la zona. Él sólo quería seguir los pasos de su ídolo de adolescencia: Tim Duncan.
El considerado por muchos mejor ala-pívot de la historia de la NBA ya tiene 39 años y su final, aunque no lo parezca, se acerca. No obstante, la posibilidad de conformar una de las parejas interiores más temibles de la liga con su antiguo rival en los Blazers reaviva los ánimos de Duncan. Así, la sucesión en el juego interior de los Spurs vuelve a estar en boca de todos 18 años después de que David Robinson se diese de bruces con el Siglo XXI.
En aquel 1997, el panorama era similar al que se presenta ahora en San Antonio. Se unían dos auténticas máquinas de hacer puntos bajo tableros, pero ‘El Almirante’ no tardó en aparcar sus noches de 71 puntos. Tocaba anotar menos y centrarse más en defender para que su nuevo pupilo hiciese y deshiciese con libertad en la pintura. Robinson había sido mejor defensor, mejor reboteador y mejor taponador de la liga, así que su paso atrás para que Duncan diese varios adelante apenas se notó.
Así lo recuerda el propio interesado: “Cuando Tim llegó y empezamos a trabajar juntos, estaba claro que él podía anotar y que iba a ser un gran jugador. Hubiese sido estúpido por mi parte decir: ‘Ni hablar, quiero seguir liderando al equipo en anotación’. Lo primero que le dije fue: ‘Te voy a poner en posición de triunfar. Si tú eres mejor anotador que yo, te colocaré debajo del tablero para que anotes. No te preocupes, yo puedo hacer otras cosas’ “.
Robinson únicamente volvería a ser el máximo anotador de los Spurs en la temporada de novato de Duncan. A partir de entonces, sus guarismos descenderían y pasaría de estrella a escudero para que su discípulo brillase con luz propia. Así llegaron dos anillos en compañía (1999 y 2003), con el de Islas Vírgenes como mejor jugador de las Finales, y dos MVP consecutivos del ‘21’ en temporada regular. Robinson siguió manteniendo su nivel All-Star, pero supo vivir en un segundo plano. “¿A quién le importaba siempre y cuando ganásemos?”.
La llegada de Tony Parker y Manu Ginóbili a San Antonio tampoco fue traumática para Duncan. Había aprendido la lección de su maestro en la cancha, Robinson, y también de quien le instruía fuera de ella: el entrenador Gregg Popovich. “Soy muy afortunado de no haber tenido que convivir con el ego de una estrella. Cuando Tim se hizo mayor, él entendió el valor de Manu y Tony y fue capaz de compartir su brillo con ellos. Nunca he tenido una discusión, una charla, una reunión o algo parecido sobre esto con los chicos”, afirma. El resultado fueron tres anillos más para la cuenta ‘Spur’.
Ni siquiera la sigilosa pero contundente irrupción de Kawhi Leonard en el equipo ha sido capaz de acabar con el sentimiento de manada que se respira en San Antonio. Una vez más, el esquema de juego tejano ha vuelto a ser comprensivo con su estrella naciente de turno, dejándole paso las salientes sin recelo alguno. Por tanto, no resultaría sorprendente que el relevo generacional también encarnado por LaMarcus Aldridge fuese tan plácido como los anteriores.
Nuevas perspectivas
Tim Duncan no puede haber encontrado un mejor discípulo para su causa. LaMarcus Aldridge viene bien enseñado de Portland tras ser el séptimo máximo anotador (23.4 puntos por partido) y décimo mejor reboteador (10,2 capturas por partido) de la pasada campaña. Y aunque tiene 29 años, está en el punto idóneo para afrontar el reto del campeonato, con un espejo inmejorable en el que mirarse.
El juego interior de San Antonio no puede mostrar un mejor aspecto. A los ya presentes Duncan, Boris Diaw y Matt Bonner se unen Aldridge y un veterano de caché como David West (11,7 puntos y 6,8 rebotes con Indiana el curso pasado). También llega Boban Marjanovic, un novato serbio de 2,23 metros que fue el jugador franquicia del Estrella Roja de Belgrado el pasado curso. Si se les añade un juego exterior también de aúpa (Parker, Ginóbili, Green) y el otro puntal de la renovación ‘Spur’, Kawhi Leonard, la candidatura al anillo de 2016 se presenta más que sólida.
La ecuación está tan clara como en 1997: Duncan debe cederle el testigo anotador a Aldridge en la zona y potenciar lo máximo posible sus virtudes defensivas. Era la condición sine qua non para que el ex de los Blazers aterrizase en San Antonio. “Ellos me dijeron que quieren que me amolde a su sistema, pero que mi anotación es necesaria. Una vez que escuché esto, me sentí bien”, declaró Aldridge.
Protagonismo en ataque
Por tanto, él será el ala-pívot titular de los Spurs, con consciencia de que llevará el protagonismo en ataque, pero no tanto como en Portland. Además, también se le pedirán unas implicaciones defensivas sin las que el equipo tejano nunca habría llegado a ser lo que es en la NBA actual. Así, Aldridge desplazará a Duncan a una posición de pívot en la que el '21' siempre se ha prodigado menos. Aunque se le pida más defensa, allí podrá atacar en el poste a discreción. Cuenta con la ventaja de que su nuevo compañero interior podrá generarle mayores espacios al abrirse más que el brasileño Tiago Splitter, traspasado a Atlanta Hawks.
Si las lesiones les respetan, no parece que los Spurs vayan a bajar de las 50 victorias tampoco esta temporada. Han superado el 50% de triunfos en todas las temporadas de Duncan en el equipo y llevan sin perderse los playoffs desde la campaña anterior a su llegada. Aun así, la competencia será feroz y, en algunos casos, con buen arsenal interior. Es el caso de equipos como Chicago (Pau Gasol, Noah, Mirotic, Gibson), Clippers (Griffin, DeAndre Jordan, Josh Smith), Atlanta (Millsap, Horford) o Memphis (Gasol, Randolph). En otras franquicias, hay hombres altos que se valen por sí solos, como ocurre con Anthony Davis (New Orleans), DeMarcus Cousins (Sacramento) o Dwight Howard (Houston).
Por otro lado, los 'frontcourts' potentes no son flor de los tiempos que corren en la NBA. En los años 70 del pasado siglo, Willis Reed y Dave DeBusschere marcaban diferencias en los Knicks, como Wes Unseld y Elvin Hayes hicieron en Washington. En los 80, duplas como la que formaron Hakeem Olajuwon y Ralph Sampson en Houston Rockets o la compuesta por Kevin McHale y Robert Parish en Boston Celtics marcaron época. Lo mismo sucede con los relevos generacionales, tanto en el baloncesto (Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar en Lakers) como, por ejemplo, en el fútbol (Butragueño y Raúl en el Madrid, Ronaldinho y Messi o Messi y Neymar en el Barcelona).
Sin duda, Tim Duncan hará mejor a LaMarcus Aldridge y LaMarcus Aldridge, si es que se puede, intentará mejorar al jugador al que siempre idolatró. Los egos volverán a quedar a un lado, como sucedió hace 18 años. Entonces, solo se tratará de baloncesto.