Los expertos recomiendan tomar mucha fruta para tener una dieta equilibrada. Y por todos son conocidas las bondades de las naranjas y, también, de las mandarinas. Tan estupendo es el cítrico, y su vitamina C, que a veces el primo de Zumosol deja de ser un personaje salido de un anuncio para convertirse en un hombre de carne y hueso. O al menos eso parece ratificar día sí y día también Sergio Llull, el hijo que a todo frutero le gustaría tener. Su nueva exhibición en el tiro desde el perímetro salvó al Real Madrid, por enésima vez, de un susto. El que intentó propinarle el Gipuzkoa Basket (derrotado por 94-88) cinco días antes de que se ponga en juego el primer título del 2016: la Copa del Rey.
Ya lo decía Porfirio Fisac en la previa: “Quiero que ante ellos seamos nosotros mismos”. Y vaya si le hicieron caso sus hombres. Tirando del manido pero efectivo “todos para uno y uno para todos”, los visitantes dieron una auténtica lección de juego en equipo durante buena parte del encuentro. Si no era Wear quien anotaba, lo hacía Landry. Y si no, Urtasun, Vrkic, Doblas o Grimau. Todos sumaban, con especial protagonismo del tiro exterior, para desarmar a un Madrid que hacía varios partidos que no se mostraba tan negado en defensa.
Aun y todo, el ataque blanco no había perdido ni un ápice de su intensidad habitual. Recogiendo el guante lanzado por el conjunto vasco, los exteriores locales volvieron a hacer gala de su efectividad en el triple. Llull, Rivers y Carroll crearon una suerte de Big Three en el 6,75 que sirvió para aguantar el temporal en la primera parte y para darle la vuelta al encuentro en la segunda mitad.
Los hombres de Laso parecían como idos, quizá pensando ya en lo que pueda acontecer en La Coruña a partir del próximo viernes. Su entrenador no tardó en advertir el peligro de la bajada de brazos de sus pupilos. El enfado que protagonizó en un tiempo muerto, sufrido hasta por uno de los cámaras televisivos, no dio pie al beneficio de la duda: o se defendía o se perdía. La cosa se puso aún más peliaguda cuando Landry se dispuso a homenajear a Klay Thompson, campeón del concurso de triples de la NBA la pasada madrugada, nada más arrancar el tercer cuarto.
Pero entonces apareció el héroe recurrente de este Madrid: Llull. Ha debido ver tantas veces “Los Increíbles”, ese filme de Pixar dedicado a los superhéroes, que no duda en ponerse en la piel de uno de sus protagonistas en cuanto tiene oportunidad. Más concretamente, le gusta creerse el niño que tiene por habilidad correr hasta que no haya un mañana. Añadiéndole a su velocidad la ejecución en el tiro, sus compañeros pudieron respirar tranquilos. La película giraba de forma inexorable hacia el final feliz.
Aparecieron para certificarlo Ayón y Lima, buenos compañeros de pintura en ausencia del lesionado Reyes. Aunque el Gipuzkoa Basket no dejó de creer hasta los instantes finales, con maquillaje del electrónico incluido, acabó por ser incapaz de hacer frente a una macedonia tan contundente como la que presentó el Madrid. Con las mandarinas, no lo olviden, como fruta estelar. A buen seguro que Llull no lo hará.