El Madrid deshoja la temporada con aire de superioridad, dosificando esfuerzos de forma rutinaria en espera de momentos más decisivos. Por el contrario, el Barcelona deambula a la espera de un milagro que cambie el rumbo de la trayectoria azulgrana más errática que uno recuerda. Para rematar su pésima situación, el domingo perdió frente al Bilbao Basket uno de los pocos datos positivos que le quedaban: la imbatibilidad en el Palau Blaugrana en la Liga Endesa.
La contratación de Pablo Laso hace seis temporadas marcó el inicio de una época de estabilidad y preponderancia en el panorama nacional. El Madrid construyó un gran equipo en torno a una columna vertebral formada por jugadores españoles: Llull, Sergio Rodríguez y Felipe Reyes, a los que pronto sumó a Rudy Fernández. Junto a ellos, Carroll formó la base de un conjunto ganador al que se añadieron los canteranos Mirotic y Doncic. Así, resulta más fácil acudir al mercado para encontrar la guinda del pastel.
Mientras, el Barcelona seguía el camino inverso. Por unas u otras razones, Sada, Fran Vázquez, Ricky Rubio y Roger Grimau dejaron el club, mientras el gran Juan Carlos Navarro dejaba de serlo de forma paulatina. El equipo y su idea se desgarraban, sin que nadie reparase en que la herida se iba haciendo más grande hasta desangrar al dominador de un decenio.
El desaguisado culminó el pasado viernes con el fichaje de Xavier Munford, el quinto incorporado una vez comenzada la temporada. Nunca en la historia reciente del Barça habían llegado a este número, más propio del Baskonia de sus malas temporadas que de uno de los grandes de Europa. Y un augurio peligroso: jugar a ser el Baskonia sin serlo es como jugar a la política italiana sin ser italianos.
Las lesiones pueden jugar en descargo de la configuración de la plantilla. Pero solo relativo: después de tantos movimientos, no tiene un organizador de juego de garantías. Rice es un gran jugador, intuitivo y anotador, pero necesita al lado alguien que dé estabilidad al juego. Ocho derrotas seguidas como visitante en la Euroliga han de tener alguna explicación.
Por contra, Luka Doncic volvió a demostrar que es el mejor jugador europeo joven de la historia. Ni siquiera Sabonis, Petrovic, Kukoc o el último niño prodigio, Ricky Rubio, eran capaces de hacer lo que la promesa eslovena a su edad. La victoria del pasado viernes frente al Baskonia en la Euroliga vino rubricada por un exquisito movimiento de Doncic.
Preguntado, el base-escolta-alero madridista desveló una de las claves de su singularidad: “Lo aprendí de Llull en los entrenamientos”. Al innegable talento físico y técnico, el Magic del siglo XXI añade una habilidad que caracteriza a los más grandes: la búsqueda del progreso continuo con humildad.
La temporada de baloncesto continúa su caudaloso curso alimentado por las jornadas de la Liga Endesa y de la Euroliga, que se enlazan sin solución de continuidad. La agenda de los aficionados se aprieta tanto que al menor descuido te pierdes un partido. Pero empieza a quedar claro que, salvo monumental sorpresa, al Madrid y al Barça les esperan destinos muy distintos.