Como señala el preclaro Antonio Escohotado en la obra de su vida, Los enemigos del comercio, mientras en Europa hasta el más sanguinario y venal rey bárbaro debía aparentar buena voluntad para no granjearse una rebelión inmediata, en la China imperial -como en la de Mao- cualquier señal similar era interpretada como una iniciativa extemporánea cuya flaqueza promovía sedición.
Cuando el director general de los Houston Rockets, Daryl Morey, tuvo la idea de trinar en favor de las aspiraciones hongkonesas -¡maldito Twitter!-, el código genético de las autoridades chinas brotó ancestral para reclamar a la NBA que actuara como censor de los súbditos de su reino.
Adam Silver intentó convencerlas de que la NBA es una entidad apolítica, antes de proclamar el innegociable compromiso de su organización con la manifestación pública de la opinión libre. Aún a pesar de ello, su postura le generó comentarios en su contra por una supuesta condescendencia con el régimen chino, olvidando los críticos que las grandes organizaciones internacionales del deporte se atienen a su estricta condición.
Así, el Comité Olímpico Internacional tuvo sus Juegos en Pekín, lugar donde la selección española se proclamó campeona del mundo de baloncesto hace bien poco, así como la FIFA y la IAAF aceptaron en su día los mundiales en Catar. Comercien con países más o menos democráticos, al menos, se abstienen de aleccionarnos, al contrario que estos deportistas emparentados con el separatismo catalán, profetas paródicos de sí mismos, que al señalar nuestras instituciones de forma desvergonzada y raquítica están retratando las satrapías opresoras de las que aceptan millones de petrodólares sin refinar y sin rechistar.
Por cierto, que la reacción de estos sujetos recuerda mucho a la de las autoridades chinas, ancladas en el medievo. Incapaces de entender uno de los principios de la NBA, Adam Silver les tuvo que recordar de forma insistente que la libertad de opinión es sagrada en su entidad. No ha sido fácil para el comisionado mantener su postura en unas aguas revueltas en las que todo el mundo quería poner a salvo su botín chino. Clubes, jugadores y televisiones tienen negocios millonarios en China.
Hasta la NBA tiene más de 300 trabajadores contratados en una sociedad valorada por la revista Forbes en 4.000 millones de dólares. El dirigente norteamericano podría haber buscado una salida intermedia con una representación teatral de las que tanto abundan para adornar su postura a cambio de salvar su negociado. Sin embargo, Silver, llanero solitario estos días, ha mantenido contra viento y marea un principio que alumbra asimismo la democracia estadounidense.
Ahora, los mandarines reculan y ofrecerán los partidos de la liga norteamericana, excepto los de Houston Rockets, paradojas de la vida, el equipo con más seguidores en el que militó el héroe nacional, Yao Ming. En estos tiempos líquidos, de globalización tan digital como confusa y de cultura del picoteo, Adam Silver ha antepuesto los principios a los dólares, la esencia al negocio. Éstos son sus principios: si no les gustan, no tiene otros.