La ilusión de un niño es muy difícil de apaciguar. El Club Baloncesto Estudiantes cuenta con muchos pequeños, por algo es la cantera más grande de Europa. Y ese entusiasmo es el mismo que ha acompañado al equipo durante sus 75 años de historia, transmitido de generación en generación y en la grada a través de una afición que es la cuarta de la Liga Endesa en fidelidad.
Muy diferente es su situación en la competición. El Estu es último de la máxima categoría del baloncesto nacional. Una división que nunca ha abandonado desde su fundación; privilegio que comparte con Joventut y Real Madrid. Pero esto es solo la punta de un iceberg que durante la última década se ha ido fraguando.
La crisis deportiva del club se ha agudizado en las últimas semanas con el anuncio de la ampliación de capital de 5 millones que necesita para su viabilidad económica y con la salida de Darío Brizuela al Unicaja de Málaga, su última gran perla nacional que, tras renovar este verano cuando iba a firmar por Valencia Basket, no ha podido retener.
Una cantera ejemplar
"El día que haya que cerrar la cantera, nos vamos", declaraba Fernando Galindo, presidente de la entidad. La salida de Brizuela ha dejado a la plantilla sin esa identidad colegial, ya que solo queda Edgar Vicedo como el único canterano que hay en la plantilla que no llegó desde fuera.
Esa cantera a la que se hacía referencia al principio del texto, con 2.500 niños, ha dado al baloncesto español nombres tan ilustres como los de Antonio Díaz Miguel, Fernando Martín, Alberto Herreros, Carlos Jiménez, Sergio Rodríguez, los hermanos Reyes, Pepu Hernández o Aíto García Reneses, entre otros. El invento de Margariños ha sido igual de importante que el de la Coca-Cola para el mundo entero. Y ahora tiene una herida sangrando de forma grave.
De la UCI a la planta
Al principio de la década comenzó esta crisis que vive el Estudiantes. En 2011, el club se sometió a un concurso de acreedores al encontrarse con una deuda de 14 millones. Esta se ha ido paliando temporada a temporada, por lo que se puede decir que en estos diez años se ha subido de la UCI a planta. Pero esta situación ha ido resintiendo los resultados deportivos y abriendo un agujero en la cantera. Son dos veces las que ha estado al borde del descenso y se ha salvado administrativamente, en 2012 y 2016.
Actualmente esa deuda está en los 7 millones, dos de ellos son en forma de intereses. La realidad es que la situación es tan insostenible que no hay garantía de que el primer equipo pueda subsistir a partir de la próxima temporada. Hay que destacar que de los 6 millones de presupuesto que tiene la entidad, más del 50 por ciento va a parar al mantenimiento de esa cantera, del baloncesto femenino y de una fundación que lleva a otras facetas la identidad solidaria y entusiasta del Estudiantes.
Así es uno de los presupuestos más bajos de la competición cuando en su mejor época, en los 90 cuando se metió en una Final Four de Euroliga, llegó a ser el quinto presupuesto del baloncesto español. En los primeros años del nuevo milenio se mantuvo como la octava economía, pero los algo más de 2 millones de los que dispone ahora les han puesto en el top-3 de los más bajos. Eso sí, desde el club se deja claro que esta temporada todo el mundo tiene su sueldo asegurado.
El ejemplo del Juventut
En el anuncio de la ampliación de capital, Galindo dejó claro que tendrían derecho de veto a las ofertas que vinieran para no poner en cuestión la identidad del club. La vía que tienen abierta, y que según declaran son varias las entidades que ya se han interesado, dependerá de algún mecenas o, quién sabe, un club.
La publicidad de Movistar hasta ahora ha sido el gran apoyo que encontró el club del Ramiro de Maeztu. Pero la posibilidad de que el Atlético de Madrid pudiera entrar en esta causa se abrió durante el pasado verano. Hasta ahora, el club niega cualquier tipo de relación. Pero tampoco cierran la posibilidad.
El año pasado el Joventut de Badalona también pasó por una situación similar. Ante una situación que les puso contra las cuerdas encontró el auxilio de la familia Grifols. De esta forma el club consiguió encontrar el respaldo de una entidad que le permitiese mantener su identidad.
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