El Madrid recuperó su identidad frente al líder de la Euroliga, el Bayern de Múnich, verdugo del Fenerbahce, Olympicacos y Maccabi. Según marca su historia, el equipo blanco volvió a dar lo mejor de sí mismo cuando más lo requería, con un Carroll majestuoso en ataque y Abalde implacable en su defensa sobre Lucic. El juego de Laso y el carácter madridista despejaron las dudas sobre la solvencia de este equipo, sólo dependiente de la voluntad de sus miembros y de que las lesiones los respeten.
El clásico por excelencia del fútbol europeo está a un paso de consolidarse en el deporte de la canasta. Una estación más en la evolución de los alemanes y estarán muy cerca del Real Madrid, para regocijo de los aficionados que tendríamos el equivalente del clásico nacional a escala europea. Los hilos del destino quisieron que los del baloncesto fueran con el Maccabi de Tel Aviv y el CSKA de Moscú, y otro con los de Múnich añadiría picante y novedad.
Los clásicos surgen con el roce y por circunstancias sobrevenidas, los derbis por la obligación de enfrentarse al vecino. Éstos son casi automáticos, pues están incrustadas en nuestros genes la rivalidad tribal y la supremacía en el territorio que ahora se trasladan al deporte. Hasta tuvieron más relevancia en el pasado, cuando los enfrentamientos internacionales eran escasos y los medios de comunicación mucho más locales.
Siempre le escuché contar a Paco Gento que los partidos importantes y tensos eran contra el Atlético de Madrid, sin importar que durante el resto del año picotearan juntos el aperitivo. En baloncesto, el Estudiantes era el rival encarnizado, la misma oposición que hoy todavía se conserva entre el Barcelona y el Joventut de Badalona.
Sin embargo, el Clásico surge por la fuerza de las circunstancias, por la repetición de partidos memorables, broncos e imprevisibles. Así, por la senda de los títulos y la rivalidad que genera la lucha por ser el mejor, la fuerza de los hechos convierte algunos partidos en inolvidables, y con su frecuencia, cada uno de ellos se coloca por derecho propio en la Historia del deporte.
Al Bayern de baloncesto le falta un hervor, pero al Madrid le sobran recursos para sobreponerse a los vaivenes que desequilibran su identidad y su confianza. Laso andaba en busca de ellas, y el partido le vino como posada al peregrino, con Carroll de vuelta y Randolph mejoradas sus molestias en el tobillo. También Llull se muestra centrado en los últimos partidos, indicios que nos animan al pensar en su futuro rendimiento.
Lapprovittola no anotó, pero repartió seis asistencias, es decir, cumplió la tarea esencial que se le encomienda al director de juego. Rudy cumplió a la espera de las grandes ocasiones y Garuba sigue su progresión, lumínica teniendo en cuenta su edad. Muchos jugadores y cada uno con la aportación ajustada a su papel es garantía de éxito para un equipo sabio, con un entrenador que marca desde hace años un rumbo fijo y constante hacia la excelencia, la que ningún equipo como su Madrid ha rozado tantas veces en el último decenio.