Hoy cumple noventaidós años uno de los artífices del milagro del baloncesto español. El hombre de acción del visionario Raimundo Saporta, cuyas ideas plasmó con luz propia hasta configurar una leyenda polifacética y sorprendente. Acaparador de títulos, precursor del baloncesto en la calle y alma mater de la fundación que lleva su nombre, supo crear lo que los demás no vieron. Un personaje eximio, una figura ineludible como pocas en la historia del deporte europeo. Y una cabeza bulliciosa y magnética con la que este humilde narrador compartió horas de conversación ocurrentes y aleccionadoras en las que desgranó su historia con frases dignas de ser contadas.
Según su versión Pedro llegó al baloncesto como San Pablo, "cayéndose del caballo del fútbol", y obtuvo su título de entrenador nacional por correspondencia, "naturalmente, el número uno". La audacia que siempre le acompaña llamó la atención de Saporta, así que, en menos que Emiliano culminaba un contraataque, Ferrándiz comandó la nave madridista que pronto cruzaría el océano de la gloria.
Pero antes de ser campeones de Europa pasaron muchas cosas. Convencido por Ferrándiz, Saporta convenció a Bernabéu de que era el momento de hacer con el baloncesto lo mismo que con el fútbol. Así que el entrenador madridista atravesó el charco sin blanco concreto y con escaso inglés, pero con un contrato cerrado y una insignia de oro y brillantes del club. En una rocambolesca historia digna de ser rodada, Ferrándiz el Atrevido terminaría en la cena del All Star de la NBA, el contrato firmado por un globetrotter y la insignia en la solapa del mítico y sorprendido Bob Cousy.
Wayne Hightower, que así se llamaba la perla, sólo estuvo un año y tras él se enroló en la NBA, pero aquel invierno del 62 ocurrió lo que nadie esperaba y hoy es bien sabido. La autocanasta en la última jugada del partido de ida de la semifinal de la Copa de Europa con el fin de perderlo, habida cuenta de que el empate hubiera enviado al Madrid a la prórroga con el equipo en situación precaria. La jugada suscitó la perplejidad y la furia de entrenadores, directivos y público varesinos que vieron alejarse la ocasión de obtener ventaja para la vuelta, que, en efecto, la ganaría con claridad el Madrid. Una vez más, Ferrándiz el Adelantado se anticipó a todos, incluida la FIBA, que tuvo que reformar con urgencia su reglamento.
Su olfato de sabueso para la contratación descubriría en seguida a Clifford Luyk y, algún año más tarde, a Wayne Brabender que no sólo darían glorias a la selección y al club, sino que se convertirían en españoles que siguen viviendo entre nosotros. Todavía dio en la diana en su último fichaje que traía la recomendación de Víctor de la Serna, el anotador Walter Szscerbiak. Aun y con todo, Ferrándiz siempre confesó que el gran Emiliano fue el jugador que más le cambió como entrenador, y "el quinteto de todos los tiempos es el mío, como no podía ser de otra forma": Cabrera, Emiliano, Walter, Luyk y Burgess.
Exigente hasta la extenuación, Ferrándiz el Maestro supo ser generoso con los jugadores y crear un ambiente familiar que perdura hasta hoy en las relaciones de quienes estuvieron a su mando y los que llegamos después. Hoy es respetado y apreciado en cantidades monumentales, olvidadas las perrerías con las que, de vez en cuando, los entrenadores llaman al orden a sus jugadores.
Tras cumplir todos los hitos imaginables con el Real Madrid -12 Ligas, 10 Copas de España y 4 de Europa- sorprendió a todos alejándose de las canchas y alegando en su defensa que "me salen los títulos por las orejas". Bien es cierto que recibió una suculenta oferta del Barcelona, pero cuando Pedro el Mordaz contestó al mensajero que si "esta cifra es al mes o al año" la negociación concluyó al instante.
A pesar del mucho camino recorrido, apenas había echado andar, pues Pedro el Prolífico, daría vida a la Asociación Mundial de Entrenadores, presentaría su idea innovadora de baloncesto en la calle, comandaría la sección de baloncesto con Ramón Mendoza, ingresaría en el Salón de la Fama de la NBA y de la FIBA y daría vida a su Fundación, cuyos numerosos y puntuales foros junto al diario AS acogerían como ningún otro en España a los máximos dirigentes mundiales (Jacques Rogge, Boris Stankovic, Florentino Pérez) y algunos de los deportistas más brillantes de la historia (Alfredo Di Stéfano, Severiano Ballesteros).
Ferrándiz el Encantador siempre atrajo a entidades nacionales e internacionales para cumplir sus proyectos sin poner dinero de su bolsillo, ya que en caso contrario, no consideraba que lo hecho tuviera ningún mérito. Incluso cuando un día me dijo que había dado cinco veces la vuelta al mundo y yo le pregunté - ¡iluso de mí! - si lo había hecho gratis, me respondió casi ofendido: "¡Pues claro! Pagando lo hace cualquiera".
Don Pedro Ferrándiz contempla hoy su obra con orgullo desde su Alicante natal, en cuya Universidad existe una cátedra con su nombre. Hay entrenadores y deportistas que ganan muchos títulos y escriben páginas de la historia. Pero los pioneros merecen un lugar preferente, porque empezaron a escribir las primeras líneas y determinaron el futuro próximo y lejano. Lo que somos hoy es gracias a ellos, a su arrojo, a su imaginación y a su visión. Ferrándiz fue aún más allá, pues fue muchas veces pionero. Feliz cumpleaños, maestro.