La foto que acompaña este artículo es la que Sam Smith, su protagonista, quería que viera el mundo. Es la imagen de un exjugador de baloncesto en Estados Unidos, a los 78 años, postrado en una cama de hospital pocas semanas antes de fallecer. A su lado había un balón muy simbólico, el de la ABA en la que él jugó durante cinco años.
Sam Smith era uno de esos deportistas que pusieron las primeras piedras de lo que hoy engloba la NBA. Formó parte de la ABA, la cual se disolvió en 1976 y se fusionó con la liga que actualmente perdura, incluyendo cuatro de sus 11 equipos: San Antonio Spurs, Indiana Pacers, Denver Nuggets y New York Nets (ahora Brooklyn Nets).
Nunca tuvo un plan de pensión, igual que todos aquellos jugadores de la ABA que no jugaron a largo plazo en la NBA. También se quedaron sin sueldos y sin seguro médico. La muerte de Sam Smith es solo la última de una larga lista de exjugadores que tienen 60, 70 u 80 años y hasta ahora no veían un dólar de la gran liga de baloncesto. Todo cambia tras la creación de un programa de pagos por la NBA y la NBPA.
Sam Smith pudo haber jugado en la NBA. En 1967, tras haber destacado en el baloncesto universitario (elegido en el equipo de la temporada de la NCAA), fue seleccionado para el Draft: elección número 28, por los Cincinnati Royals. Pero él prefirió jugar en la otra liga de baloncesto, la ABA, creada aquel año para competir directamente con la NBA.
La historia de las ligas es de sobra conocida. Una es un fenómeno global a día de hoy y sus franquicias facturan casi 9.000 millones al año y la otra solo tuvo una década de vida hasta su desaparición. Con la 'caída' de la ABA se vieron arrastrados numerosos jugadores que nunca entrarían en el plan de pensión que tiene la NBA para los suyos desde 1965. Pasaron a ser los 'olvidados'.
La jubilación 'dorada' de la NBA
El sistema de pensiones de la NBA es muy reconocido. En base a un sistema que exige unos requisitos mínimos de permanencia en la liga -al menos tres años-, se otorgan a los beneficiarios unas cantidades anuales que oscilan entre los 60.000 dólares y los más de 200.000 que pueden llegar a ver aquellos que jugaron más de una década en el campeonato. Y gozan de otros favores como cobertura médica de por vida, un programa de reembolso de matrícula universitaria y más.
La mayoría de los jugadores de la ABA nunca llegaron a la NBA después de la fusión o, si lo hicieron, jugaron en ella solo uno o dos años que no les daba para 'ganarse' la pensión. Decenas de ellos murieron sin recibir ayuda alguna de la liga.
La historia de lucha de Sam Smith
Sam Smith dejó de jugar en 1971 debido a un ataque al corazón que arruinó su sueño. Se buscó la vida entrando como supervisor en una planta de ensamblaje de Ford, lo que al menos le dio para tener un seguro de vida. No era suficiente y hace solo cinco años no le quedó más remedio que pedir ayuda a la Fundación Dropping Dimes, que ayuda a los jugadores de la ABA con dificultades y a sus familias.
Primero solicitó un préstamo de 250 dólares, que le regalaría la fundación. Dos años más tarde pedía socorro para pagar el funeral de su hija, una madre soltera que dejaba un hijo de 5 años con autismo a su cargo y al de su mujer Helen. Durante todo ese tiempo, y hasta el final de sus días luchó por que su generación, pionera del baloncesto, tuviera el reconocimiento ganado en las canchas.
Hace casi diez años, el abogado Scott Tarter, el oftalmólogo John Abrams y el cineasta Ted Green se reunieron para fundar Dropping Dimes. Durante su camino se han topado con historias tan duras como la de Sam Smith, de gente que dio todo por una liga y se quedó sin nada.
Su trabajo cobró reconocimiento y con el tiempo se fueron sumando leyendas del baloncesto, como Reggie Miller o Julius Erving. Personalidades como George Karl y el escritor Don Winslow también se hicieron eco recientemente de la historia de Sam Smith y la realidad de los veteranos de la ABA. La NBA aseguraba durante años que era un tema a abordar, pero nunca se decidía a hacerlo... hasta ahora.
El nuevo programa de pensiones
La muerte de Sam Smith no ha sido en vano. Esta misma semana, la NBA y la Asociación Nacional de Jugadores de Baloncesto (NBPA) anunciaron su nuevo programa conjunto para financiar los pagos de reconocimiento a "los jugadores pioneros de la ABA". La cifra de los que siguen con vida ronda los 115. Ellos jugaron al menos tres temporadas y no entraron en el plan de pensión de la NBA. Ahora tendrán su recompensa.
Será algo menor a lo que reclamaba Dropping Dimes, que eran al mes 400 dólares por cada temporada de servicio. En la Fundación calculaban que eso suponía un máximo 35 millones de dólares al año: "Es un tercio de lo que la NBA dona a la caridad cada año de las multas de jugadores que recibe la liga", decía Tarter en una entrevista reciente. Pero menos es nada y en Dropping Dimes pueden celebrar lo conseguido.
El nuevo programa garantizará un pago anual de 3.828 dólares por año de servicio a cada jugador. El gasto total se calcula en 25 millones al año. En su comunicado, se puso el ejemplo de lo que cobraría anualmente un jugador con cinco años de servicio en la ABA como parte del programa NBA/NBPA: 19.140 dólares. Es lo que le hubiera correspondido a Sam Smith.
Él no lo verá (y no se sabe si su familia lo tendrá), pero el legado que deja ya es más grande que todo lo que puede hacer un jugador en las canchas. Ya no habrá más casos como el de Sam Smith o los que le precedieron esperando una pensión que nunca llegaba.