Sergio Scariolo (Brescia, Italia; 1 de abril de 1961) ha vuelto a hacer lo impensable. Una vez más ha colocado a la Selección en el Olimpo cuando más improbable parecía. Su excepcional desempeño le ha posicionado como uno de los mejores entrenadores que ha tenido España. Una nueva gesta que pasará a los libros de Historia del baloncesto patrio tras conseguir este Eurobasket 2022 después ganar a Francia en la final.
Pese a las continuas dudas que sobrevolaron la posible actuación que podían realizar sus pupilos, Scariolo ha sabido guiar desde el banquillo a un grupo plagado de inexpertos chavales a pelear por algo que parecía una quimera. Una vez más, el entrenador nacido en el norte de Italia vuelve a poner a España en el trono del baloncesto europeo.
El técnico de la Selección se coloca con un palmarés inigualable. Cuatro Eurobasket levantados en 2009, 2011, 2015 y 2022 y un Mundial en 2019. A eso hay que añadirle la presea de plata en los Juegos Olímpicos de 2012 y los bronces de Rio 2016 y del Europeo de 2017. Una ristra de entorchados y medallas difícilmente de igualar en su cargo.
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Una obra a la que ya está acostumbrado Scariolo. Este domingo tocó el oro en una apoteósica final frente a Francia en un torneo que queda para el recuerdo de todos. Tras ser capaz de guiar a la Selección a por la presea dorada, el italiano más español que hay en el mundo del baloncesto ha escrito una exitosa página más del deporte nacional, pese a que muchos daban por perdido a su equipo antes de tiempo.
Un entrenador líder
La historia de Sergio Scariolo puede decirse que está plagada de éxitos. El carácter ganador siempre ha acompañado al italiano. Un hombre de letras, ya que es licenciado en Derecho, pero también de acción. Capaz de exprimir al máximo sus plantillas y plagar las vitrinas de éxitos. Y desde una edad muy temprana.
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Todo comenzó en su querida Italia. Antes de dar el salto como primer entrenador de clubes, un hecho marcó su carrera: se proclamó campeón del mundo militar con la selección transalpina en 1985. Un meritorio triunfo que le abriría las puertas de los equipos, pese a haber sido segundo en el Brescia durante un par de años.
Sus inicios en la Scavolini de Pésaro se mostraron triunfantes desde un primer momento. Con ellos levantó la Lega y se quedó con la miel en los labios en la Copa Korac. Todo ello con tan sólo 29 años. Una excelente carta de presentación que le propició dar el salto al Desio y al Fortitudo de Bolonia.
Y años más tarde aterrizaba en España. Un país con el que siempre será relacionado y con el que tiene unos estrechos lazos de unión. Ya no por pasar gran parte de su carrera entrenando en él, sino porque su mujer e hijos son nacidos aquí. Una combinación de apego emocional difícil de dejar atrás.
El Tau Cerámica le brindó la oportunidad de dirigir a su equipo. Un periplo de dos años por el norte de nuestro país que le consolidó como uno de los grandes técnicos del momento, y hasta ahora. Una Copa del Rey y un subcampeonato le hicieron dar un salto más en su carrera. El Real Madrid llamó a la puerta y era una oportunidad imposible de rechazar.
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Con las maletas en la capital de España se plantó el siempre impecable Scariolo. Y volvió a hacer de las suyas. Tres temporadas en el conjunto blanco y un momento para el recuerdo: la victoria en la final de Liga frente al Barcelona. De manera milagrosa consiguió llevar al equipo madridista a levantar el trofeo de mejor equipo de la competición. Todo un éxito. Su marcha no lo fue tanto. Una serie de malas decisiones cuando tenía plenos poderes desencadenaron su salida del club.
Un adiós para una nueva y exitosa aventura en el baloncesto español. El afortunado, el Unicaja. En Málaga, ciudad a la que es muy afín, Scariolo vivió muchos de sus grandes momentos como entrenador. Su paso por allí fue una completa locura. Hizo grande al equipo y le colocó como uno de los más fuertes del momento, llegando a levantar una Liga y una Copa del Rey. Y todo ello compitiendo contra grandes como el Real Madrid, el Barça o el propio Tau. Cinco años de ensueño pasó en la ciudad andaluza.
Y de ahí a la fría Rusia. El Khimki apostó por sus servicios y apenas aguantó dos temporadas sin conseguir título alguno. Los cantos de sirena volvieron a él para regresar nuevamente a las canchas españolas, esta vez con una propuesta diferente: hacerse cargo de la Selección. Puesto que compatibilizaría entre 2009 y 2010 hasta su marcha del equipo ruso. Y en ese momento empezaría a escribir parte los éxitos que tanto han caracterizado al italiano.
Sus logros con ella son conocidos de sobra: dos Europeos (2009 y 2011) y una plata que casi supo a oro en Londres 2012. No hay más que explicar, tres años de éxitos fulgurantes que hicieron que permaneciese en el recuerdo constante pese a despedirse a finales de 2012. Tras ello, un regreso a su patria y vuelta a nuestro país.
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Un periplo entre 2013 y 2015 sin muchos éxitos y que vio cómo no surtía efecto la apuesta de Orenga. Un bronce en el Eurobasket y una eliminación en cuartos ante Francia en el Mundial provocaron el adiós del técnico. Volvía a aparecer Scariolo en la lista y así fue. Tres años más tarde, regresaba al cargo.
Un vuelo que se iniciaba por todo lo alto. Oro en el Europeo de 2015, bronce el Río 2016, oro en Mundial de 2019 o bronce en el Europeo de 2017. Unas actuaciones que le hicieron entrar en el radar de la NBA. Y como venía siendo habitual, los triunfos le siguieron acompañando como si de un talismán se tratase.
Scariolo cumplió el sueño americano con nota. Enrolado como asistente de los Toronto Raptors vivió uno de los momentos más icónicos de la franquicia canadiense. El anillo de campeón de la NBA logrado en 2019 es uno de los broches de su carrera. Con el máximo reconocimiento de la liga estadounidense, cogió el avión de vuelta a Europa en 2021.
Su misión: resucitar a la Virtus de Bolonia. Y vaya si lo ha conseguido, llevándola a levantar una Eurocup y una Supercopa. A todo esto, mientras sigue haciendo historia con la selección española. Y lo que le queda.
De Gasol a Lorenzo Brown
Extremadamente raro es el caso de que un entrenador extranjero tome las riendas de una selección. Y más en España, que está acostumbrada a apostar por el talento nacional. Scariolo no fue el primero. Michael Rutzgis ya se hizo cargo de ella entre 1950 y 1951. El lituano, nacionalizado estadounidense, fue el primer en disfrutar de ese privilegio.
"Estoy de acuerdo con la apuesta de Saez. Scariolo no es español, pero casi", apuntó en su momento el que fuese Secretario de Estado para el deporte Jaime Lissavetzky. Una muestra de la plena confianza que hubo en su apuesta. Y vaya si ha demostrado su validez sobre las pistas.
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No solo ha escrito gran parte de las páginas más brillantes de nuestra historia, sino que ha sido capaz de batirse en duelo con las mejores selecciones del mundo. Ya fuese con estrellas mundiales, como Pau Gasol, Marc Gasol o Juan Carlos Navarro, o con soldados rasos, como los Alberto Díaz, Xabi López-Arostegui o Jaime Pradilla. Sea con unos o con otros, el resultado es el mismo: el triunfo.
Sus dos etapas en la Selección (2009-2012 y 2018-actualidad) se han saldado con un bagaje excelente. Si en su momento tuvo a toda una leyenda de este deporte como Pau Gasol, ahora tiene a Lorenzo Brown. El base recientemente nacionalizado se ha convertido en una de sus grandes apuestas y, como era de esperar, le ha salido redonda la jugada. Vendrán más torneos y Scariolo y los suyos, a priori, seguirán desde el anonimato o el estrellato dejándose la piel por ganar.
Un Eurobasket estratosférico
Pocas quinielas colocaban a España en la lucha por las medallas. Y muchas menos en la final. Y contra todo pronóstico, Scariolo y los suyos han ido paso a paso colocándose entre los mejores hasta dar portazo a la anfitriona Alemania para pelearle de tú a tú a Francia. Ante la sorpresa de todos, lo volvió a conseguir.
Si los favoritos de inicio como Serbia o Eslovenia cayeron antes de lo previsto, España supo dosificarse para luchar por el oro. Con las ausencias de hombres importantes y de peso específico en el Eurobasket como los lesionados Sergio Llull o Ricky Rubio, las puertas se abrieron para un grupo de jóvenes con mucho que ganar y poco que perder. Los pronósticos eran malos o muy malos.
España no presentó todas sus credenciales en la fase de grupos. Dos exultantes victorias frente a Bulgaria y Georgia no hicieron presagiar el primer revés. Una sorprendente derrota frente a Bélgica hizo saltar las alarmas. Pero no se amedrentaron y siguieron con paso firme pese a las dudas. Victorias contra Montenegro y Turquía para asegurar el pase.
Y ya empezaban las piedras en el camino. Lituania se presentaba como una selección con hombres destacados como Valanciunas y Sabonis. Y no pintaba bien la situación. Gran parte del partido por debajo del electrónico y mucho por hacer en el último cuarto. La intensidad del elenco liderado por Willy Hernangómez y Lorenzo Brown hizo acto presencia. El colapso lituano, propiciado por el buen hacer de los nuestros, dio sus frutos. Sin embargo, todo acabó en una prórroga. Y en ella arrasaron sin el más mínimo pudor. Un paso más era un paso menos para estar con los mejores.
Llegaba una inspiradísima Finlandia con Markkanen desatado. Y una vez más, con pasos silenciosos y la aportación de todos los componentes, España cruzaba el charco tras saber lidiar con los movimientos del pívot. El manejo de la situación tras verse abajo en el marcador desde el primer cuarto se antojó fundamental. Saber bailar en el alambre para evitar el fuego que habitaba en el equipo nórdico. Y una vez más entre los cuatro mejores, como si de un juego se tratase.
En semifinales, Scariolo y los suyos ya afilaban los cuchillos. Se crecen contra la adversidad y no les tiembla el pulso. Alemania, la anfitriona, era el escollo previo a la gran final. El guion fue casi el mismo que en los cruces anteriores. El equipo rival se escapa en el marcador, llegando a ir 10 abajo en el tercer cuarto contra los teutones. Y de nuevo, los perros de presa del seleccionador hicieron de las suyas. Remontada en el último cuarto y a la pelea por las medallas. Mención especial para Alberto Díaz, un soldado que lo ha dado todo y que sus lágrimas tras el pase a la final han demostrado el trabajo y sacrificio que hay detrás de todo esto.
La final aguardaba ante la todopoderosa Francia. La entrada en pista no pudo ser mejor. Todos los jugadores saltaron a la cancha con las cosas claras. Liderados por el fantástico trío formado por Brown, Juancho y Willy Hernangómez, España hizo estragos en la defensa gala. Especialmente remarcable la final del alero de Toronto Raptors, 27 puntos y uno de los mejores partidos de su vida. Pese a la reacción francesa, el técnico de Brescia volvió a encontrar soluciones en su fondo de armario. Jaime Fernández y Alberto Díaz desarbolaron cualquier expectativa y un nuevo Eurobasket, el cuarto para el italiano, se levantaba en una noche inmejorable.
Scariolo desde el banco se ha mostrado como ese director de orquesta infalible. En la sombra y bajo los focos, siempre dando la cara y consiguiendo resultados. Pase lo que pase, él sigue haciendo Historia con España con su nuevo oro contra Francia. Y más que puede hacer aún.