Vitoria

“Creo que el MVP lo podría ganar cualquiera. Randolph ha estado soberbio, Luka espectacular, Ayón ha trabajado muchísimo, Rudy, Carroll, Felipe… Todo el equipo ha aportado su granito de arena. El objetivo era ganar el trofeo grande, que es lo importante”. Cuando un jugador como Sergio Llull, que podría echarse todas las flores del mundo dado su talento, antepone el triunfo colectivo al lucimiento individual, su figura se entiende en toda su magnitud. Porque un jugador franquicia es mucho más que fríos números, que 22,3 puntos, 6,3 asistencias, 2,7 rebotes y 22 de valoración de media en esta cuarta Copa del Rey consecutiva del Real Madrid. Es un líder con todas las letras, y ni una minúscula. Hace tiempo que la jerarquía de Llull sólo se entiende en mayúsculas.

Y, también, es mayúscula: 14 títulos como jugador madridista y la sensación de que es muy difícil recordar uno solo de ellos en el que no haya sido determinante antes, durante o después. Aunque es la Copa, con cinco alegrías en forma de trofeo, la que más gloria puede haberle dado al menorquín a lo largo de su carrera. Piensen en momentos icónicos del '23' y se darán cuenta de que el torneo del KO ocupa un lugar preponderante en esos hitos: la Copa de 2012, ganada en Barcelona 19 años después de la última conquistada por el Madrid y con Llull como MVP; la de 2014, con ese triple ganador en Málaga que bien puede ser una de las jugadas más legendarias del baloncesto español; esta de 2017, con otro lanzamiento de tres puntos inolvidable para forzar la prórroga ante el Baskonia en semifinales y una reacción capital ante el Valencia Basket merecedora de esa condición de Jugador Más Valioso en la final.

Pero Llull es mucho más que sus méritos individuales. Que unas 'mandarinas' que está encantado de anotar, pero que no le representan en su totalidad y que no entran, al menos muchas de ellas, por suerte. Llull es un perfeccionista nato, y lo es hasta cuando el baloncesto y la vida le sonríen. “Cuando me voy a casa y he hecho un partidazo, me voy pensando en lo que he hecho mal para seguir mejorando como jugador. Es mi manera de ser y son los valores que me inculcaron mis padres. Eso no lo voy a cambiar”, reconoció ante la prensa nada más coronarse él y su Madrid.

Llull se abraza con Paco Redondo tras su partido. Carlos Bernabé

Porque el primer crítico de este jugador, mucho más que aquellos que estos días han gritado su apellido con sorna en el Buesa Arena buscando su desconcentración sin obtenerla, es él mismo. Le da igual haber dejado atrás un 2016 que fue el mejor año de su carrera de forma indiscutible y haber empezado 2017 con idénticas o mejores sensaciones. “Entrenando mucho, jugando al cien por cien y sin dejar de aprender cosas”, como contó a este periódico, intentará mejorar sus aciertos y corregir sus errores. Tanto los pasados como los que estén por venir.

Ya empiezan a ser recurrentes las declaraciones postpartido aludiendo a fallos de su puño y letra que podrían haberle costado un partido a los suyos. Hasta Pablo Laso tiene bien presente no sólo esa imperfección de Llull, sino, a la vez, su absoluto respeto por seguir creciendo día a día. Por él y, sobre todo, por el grupo. “Todavía me acuerdo de la 'moña' que se ha tirado al lado del banquillo, pero también de los dos triplazos. Su grandeza son los tiros, pero también el pase que le dio a Randolph para ganar a Andorra. Él tiene esa confianza, pero eso se transmite en el trabajo del equipo”, reconoce su entrenador. Porque si hay algo que Sergio Llull sabe valorar, eso es el trabajo bien hecho

Para muestra, el regreso del MVP al centro de la pista de un Buesa Arena ya prácticamente vacío. El premiado, por unos momentos, fue el premiador. En forma de instantánea para reconocer otro trabajo de excepcional factura: el de unos voluntarios coperos que se despedían de un fin de semana que nunca olvidarán con su tradicional buen rollo. Ellos pudieron humanizar mejor que nadie al ídolo a quien el trabajo duro curte mucho más que las 'mandarinas', que también.

Es con ese hambre insaciable, de títulos y de buscar nuevos techos cuando parece que los límites ya están más que superados, como se consigue hacer historia. Y, como no podía ser de otra manera, la Copa de Vitoria llegó con Sergio Llull creyendo hasta el final y viviendo su grandeza con la normalidad que le permite su sacrificio continuo: “Intento trabajar y esforzarme mucho a diario para que sucedan ese tipo de cosas”. Por su bien y el de su equipo.

Llull lanza ante Vives. Carlos Bernabé

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