Luka Doncic ni siquiera alcanzó los siete minutos de juego ante el Valencia Basket, pero los aprovechó al máximo (seis puntos, dos robos y una asistencia). Cómo no. Aun así, ocurrió algo inaudito con el niño: fue expulsado en el segundo cuarto. Primero, un codazo suyo en la nariz a Tibor Pleiss acabó sancionado con antideportiva. Más tarde, una protesta tras falta en ataque motivó la técnica del adiós de Doncic al encuentro. El Madrid se veía abocado a disputar lo mucho que quedaba de partido sin ninguno de sus teóricos titulares (Llull, Doncic, Rudy, Randolph y Ayón). Y, aun así, los hombres de Laso volvieron a dar toda una lección de superación, de valor, y triunfaron ante las adversidades [Narración y estadísticas: 91-72].
El alarde de protagonismo innecesario de los colegiados Javor, Hordov y Geller antes del descanso (¿cuándo se ha visto que en el deporte de la canasta se rearbitre una jugada, la de la antideportiva de Doncic que primero fue de Pleiss? ¿Y que señalarse el escudo pueda ser, supuestamente, motivo de expulsión?) enrareció mucho, quizá demasiado, el duelo. Como en algunos momentos del último compromiso europeo ante el Barça, el silbato mandó más que el baloncesto. El Madrid pasó de amagar con romper el partido a volver a tener el aliento del Valencia en la nuca de continuo. Con el añadido de un Palacio furioso y tan rabioso como Doncic al ser descalificado. Las patadas que el esloveno le propinó al túnel de vestuarios fueron la escenificación del “¡Euroliga, mafia!” que pudo escucharse procedente de las gradas.
Los locales necesitaban un héroe, lo pedían a gritos. Y lo peor era que muchos de los candidatos a asumir ese rol, por no decir todos, estaban fuera de combate. Sin embargo, hubo alguien que sí asumió el riesgo de ponerse el disfraz de superhéroe. En franca mejoría en los últimos compromisos, Facundo Campazzo decidió dar un paso adelante cuando peor pintaba el panorama. Tras otro primer cuarto notable (con jugada maradoniana incluida: varios quiebros a rivales antes de asistir a Felipe Reyes para la canasta), el argentino desbordó furia en el tercero.
No obstante, la precipitación vino a visitar a 'Facu' en algunos momentos. Pero ahí estuvieron sus compañeros para cubrirle mientras él llevaba la batuta del equipo. Entre ellos, un Walter Tavares inmenso bajo los aros en la segunda parte, tras cumplir pena de banquillo por cometer demasiadas faltas en poco tiempo. Apenas se supo de Bojan Dubljevic, uno de los mejores exponentes del Valencia Basket, durante un buen rato.
Para echar más leña al juego interior, Felipe Reyes dio su enésima lección de profesionalidad. Y de saber estar. Tras una técnica en el último cuarto, con unos cuantos minutos de tranquilidad arbitral entre medias, supo mantener la calma que no pudo contener la juventud de Doncic. Y qué decir de Trey Thompkins, abonado a encestar los triples que más tocan últimamente. Como Jaycee Carroll. El Madrid voló cuando el bocinazo se acercaba y, claro, el afán del Valencia Basket se fue por el sumidero.
No fue el día más arrebatador de Green. Además, San Emeterio no mantuvo su buen nivel de los 20 primeros minutos al regresar de los vestuarios. Van Rossom le puso corazón. Y, sobre todo, 'Dubi'. Pero el Madrid, cuando tocó asegurar la victoria, no falló. Por el orgullo propio de todos y cada uno de los suyos (tampoco hay que olvidarse, por ejemplo, del magnífico trabajo sucio de Yusta y Taylor; hasta Randle cantó 'bingo'). Por el de Luka Doncic, cuya expulsión, al final, resultó ser más un acicate que un desaliento. "Con estos cojones, seremos campeones", se despidió el Palacio.