El pasado 23 de noviembre, un apretón de manos en París. Jon Odriozola, máximo responsable deportivo del equipo ciclista Murias Taldea, saluda a Christian Prudhomme, director general del Tour de Francia y cara visible de su empresa organizadora, ASO. Junto a ellos en la instantánea figura Francis Lafargue, relaciones públicas de la escuadra, figura clave del Banesto de Miguel Indurain.
Los tres protagonistas de la fotografía se reunieron durante toda la mañana con otros hombres fuertes de ASO para valorar la posibilidad de que Murias Taldea, equipo nacido en 2015 y encuadrado tanto en la temporada recién finalizada como en la próxima en la categoría Continental, tercera división del ciclismo mundial, participe en el Tour de Francia de 2018.
Dos días después, el programa de radio británico The Cycling Podcast difundía el rumor de que Bilbao estaba “pujando” para acoger la salida de la etapa inicial de un Tour de Francia, lo que se conoce como una Grand Départ. La de 2016 tendrá lugar en La Mancha francesa; la de 2017 iba a suceder en Londres, pero la capital británica rechazó pagar la mareante cifra de 48 millones de euros y ahora parece que será Dusseldorf quien se quede el evento por sólo 6,2. Dinamarca quería la Grand Départ de 2018 y estaba dispuesta a invertir en ella 12 millones; sin embargo, Prudhomme estuvo en Copenhague la semana pasada y citó al país a la puja por la salida de las ediciones de 2019 ó 2020.
Acoger una Grand Départ supondría un esfuerzo económico enorme para las instituciones vascas. La complejidad del reto es mayor si se añade el factor de que, en febrero del año pasado, Bilbao votó en contra de acoger un final de etapa del Tour de Francia que hubiera costado tres millones de euros.
Sí parece más cercana la posibilidad de que la Vuelta a España pase por Euskadi tras su espectacular retorno a Bilbao en 2011, secundado por la salida de una etapa desde Vitoria este mismo año. La próxima edición tendrá una jornada con final en Navarra que podría partir desde territorio vasco. Para la siguiente ya hay una propuesta de etapa en Bilbao por parte de la organización de la gran ronda española según publicó El Correo.
Naranja, ikurriña y verde flúor
Dos semanas antes de esa foto de París, otra en Lakua, sede del Gobierno vasco. A la derecha está Jon Odriozola. Junto a él Cristina Uriarte, Consejera de Educación, Política Lingüística y Cultura; Alberto Unanua, número uno de la constructora Murias; y Jon Redondo, Director de Deportes. Acaban de anunciar que Murias Taldea cedería gratuitamente el nombre del equipo a la marca turística regional, Euskadi-Basque Country, recibiendo explícitamente el apoyo de un ejecutivo que hasta entonces no se había implicado con la élite de un deporte de gran raigambre en la zona y tiene unas elecciones previstas para 2016.
Desde 2012, el ciclismo vasco ha vivido un triste bache. El emblemático equipo Euskaltel dejó de ser gestionado por la Fundación Euskadi de Miguel Madariaga, que arrancó el proyecto en 1994 desde la modestia hasta colocarlo en el World Tour, primera división del ciclismo. No obstante, una serie de movimientos terminaron con aquel Euskaltel siendo gestionado por primera y única campaña en 2013 por una empresa cuya cabeza visible era Igor González de Galdeano y que murió ese invierno en circunstancias enturbiadas por una salvación no consumada por parte de Fernando Alonso. Ninguna otra compañía, vasca o no, acudió al rescate de un conjunto emblemático y querido por la afición, que había teñido durante años las cunetas con su incondundible color naranja.
Sin patrocinios de entidad, Madariaga recuperó la equipación con los colores de la ikurriña que había caracterizado a la Fundación en sus inicios y continuó dos años más como Continental hasta optar esta temporada por abandonar el profesionalismo y descender a la categoría sub23.
A su alrededor, decenas de proyectos ciclistas vascos morían antes de nacer, incapaces de encontrar una empresa que confiara en ellos. Entre ellos, el de Jon Odriozola. “’No es el momento’, nos decían, ‘para patrocinar un equipo ciclista’. Les interesaba, pero no creían que fuera la situación óptima e invertían en otras actividades”.
“Realmente era un momento poco propicio para el patrocinio”, explica Xabi Álvarez, consultor y socio del bufete de abogados Lawesome. “Por un lado, el clima económico provocó recortes en el presupuesto de marketing de muchas empresas, lo cual ha hecho que se resienta el patrocinio en todos los deportes. El sector industrial, históricamente predominante en País Vasco, estaba sufriendo; las empresas están virando hacia la tecnología y la innovación, pero éste es un ecosistema en formación que tardará un poco en estar preparado para acometer grandes inversiones en publicidad. Por otra parte está la imagen del ciclismo: por temas como el dopaje, patrocinarlo parecía tener mucho riesgo. La gran afición a la bicicleta que tiene la sociedad vasca es aquí un arma de doble filo: es más sensible a lo positivo, pero también a lo negativo”.
Ante esta tesitura, el mismo Jon Redondo decidió apoyar a uno de estos proyectos, el que llevaba Odriozola bajo el brazo desde hacía varios años. La idea era sumar esfuerzos de varias entidades para sacar a las carreteras un equipo de categoría Profesional (segunda división del ciclismo) ya en 2015. En septiembre del año anterior todo parecía listo y, de repente, se desvaneció.
Fue entonces que la constructora Murias decidió apostar por Odriozola. “Estábamos involucrados en el proyecto que impulsaba Redondo y nos dio mucha pena que fuera a quedar en nada, así que decidimos dar el paso adelante aunque fuera en un nivel más bajo”, explica Javier Etxarri, director ejecutivo del proyecto Murias Taldea que, vestido de verde flúor, ha dejado una imagen excelente en su debut en el profesionalismo.
El peso del nombre
“Estamos logrando dar la vuelta a la tortilla”, cuenta feliz Odriozola a EL ESPAÑOL. “Una vez el proyecto está en marcha se están sumando e interesando personas, empresas e instituciones. Hemos dejado de pedir y empezado a trabajar, demostrando qué hacemos y qué sentido tiene”. Ahora, su reto es crear ese nuevo Euskaltel. “Era necesaria una apuesta y Murias ha realizado la suya. A partir de ahí debemos generar un consenso para que vayamos todos a una. En este proyecto debe estar todo el ciclismo vasco”. “Eso ya lo hemos tenido nosotros”, responde Madariaga. “Hemos trabajado 23 años para que el ciclismo vasco se una en torno a nosotros, y seguimos en esa línea”.
La pregunta incómoda es por qué Murias no aporta su dinero a la Fundación Euskadi sino que emprende un proyecto que ha dado sus primeros pasos en solitario. Lo explica Etxarri: “Aunque entendemos que la Fundación Euskadi ha hecho maravillas a lo largo de su existencia, nosotros queríamos entrar con un proyecto propio que nos permitiera mostrar nuestro modelo de gestión”.
El proyecto de Murias ha terminado por reemplazar al de la Fundación, un proceso que se ha consumado con esa denominación de Euskadi-Basque Country-Murias Taldea que adquirirá en 2016. “El nombre de Euskadi lleva 25 años luciéndolo por todo el mundo la Fundación Euskadi”, lamenta Madariaga; “no entendemos que lo vayan a utilizar y tampoco hemos pedido explicaciones de ello”. Al gobierno vasco no le costará un euro este patrocinio. “La iniciativa de cederles el nombre del equipo fue propuesta de Murias y el interés fue mutuo”, resume Odriozola.
La relación entre Fundación y Murias es tensa y cordial a la vez. Se dicen abiertas a la colaboración, pero en privado parecen rehuir el necesario primer paso. En la esfera pública, Madariaga no tiene problema en desear lo mejor a Odriozola: “Ojalá hubiera cuatro Murias”. Odriozola, por su parte, no ha tenido reticencias para pasar a profesional a uno de los ciclistas curtidos por Madariaga, Mikel Iturria.
El futuro para los de verde flúor se antoja espléndido. Murias está encantado con su inversión. “Una persona normal no se pondría una camiseta de la constructora Murias para hacer deporte. No obstante, mucha gente siente ilusión y orgullo cuando se pone la camiseta del equipo ciclista Murias. Buscábamos fortalecer nuestra imagen y lo hemos logrado”, cuenta orgulloso Etxarri.
La expectativa es sumar más patrocinadores en breve. Mientras tanto, en 2016 acometerán, además del cambio de nombre, el reto de participar en varias carreras de ASO y solicitar una excepción a la federación internacional para que les permita participar en la Vuelta al País Vasco, donde por normativa no deberían estar presentes. El rumor es que cambiarán de bicicletas, pasando de la alavesa BH a la vizcaína Orbea, extremo que no ha sido confirmado por ninguno de los entrevistados ni por un portavoz de esta última empresa consultado por EL ESPAÑOL. En 2017, el objetivo es la Vuelta a España; en 2018, regresar a ese Tour de Francia del cual Euskadi nunca debería haberse ausentado.