Último kilómetro de Milán – San Remo, primera gran clásica de la temporada ciclista, y llegan todos juntos. Ha atacado Michal Kwiatkowski (Sky), que gracias a las dudas del resto de favoritos estuvo a punto de repetir el número que le permitió proclamarse campeón del mundo en Ponferrada y acabó cazado. Ha atacado Fabian Cancellara (Trek-Segafredo), inmediatamente secado. Ha atacado Edvald Boasson Hagen (Dimension Data), pero Greg van Avermaet (BMC) ha evitado que abra hueco.
Han atacado tantos, pero esencialmente están todos juntos. Será por la ausencia de lluvia, que ha provocado una Milán-San Remo menos dura y más nerviosa, plagada de caídas y huérfana de ofensivas. Las subidas a Poggio y Cipressa han sido inanes. Todos frescos, todos delante, Katusha controlando para uno que ya tiene una Classicissima anotada en el palmarés, Alexander Kristoff.
Así pues, todos juntos. Curva izquierda, curva derecha; Boasson Hagen esprinta sin esperanza y con Van Avermaet a su estela. Aparece Fernando Gaviria, el rutilante talento de Etixx-Quick Step. Un jovencísimo colombiano especialista en pista que hace una semana ganó su primera ‘volata’ World Tour y este sábado ha sobrevivido a 300 kilómetros de insidia. Tras él, el vigente campeón del mundo, Peter Sagan (Tinkoff), afilando el cuchillo.
Se atisba el caos en forma de pelotón destrozado, ciego de ácido láctico. Ciego, de inexperiencia, está Gaviria, que no percibe un culebreo de Van Avermaet y toca su rueda delantera con la trasera del belga. Afilador y al suelo. El colombiano entra llorando en meta. Tiene una década para resarcirse y triunfar en una carrera que necesita sus apellidos en su palmarés. 201x, Gaviria Rendón.
La caída propicia un giro dramático. Sagan, Kristoff y Cancellara quedan eliminados. Jurgen Roelandts, excampeón belga de Lotto Soudal, uno que sabe que las ocasiones se pintan calvas y está habituado a tragar con grandes decepciones en grandes escenarios, abre el sprint pese a que faltan 400 metros para meta. Sorprende a Van Avermaet, que trata de contenerle con más honra que mecha.
Tras Van Avermaet, Nacer Bouhanni (Cofidis). En paralelo, su antagonista Arnaud Démare (FDJ). Hace dos años que Marc Madiot tuvo que elegir entre el boxeador y su antagonista, un mocetón rubio y educado, parisino, sonriente, hercúleo y apacible. Desdeñó al chico malo y se quedó con el virtuoso. Hasta ahora se había equivocado. Entonces, la providencia aparece en forma de salto de cadena para eliminar a Bouhanni, que franquea la meta pegando manotazos en su manillar. No sólo es lo que ha perdido; también quién le ha ganado.
Con 300 metros de agonía cara al aire, Arnaud Démare (1991, Beauvais) somete a Bouhanni, rebasa a Roelandts y mantiene a raya a Ben Swift (Sky). Consigue la mayor victoria de su carrera deportiva. “Estoy sorprendido por lo que he hecho”, pronuncia ante la RAI con el poco resuello que le permite su noble dentadura. “Hay días en que la vida te sonríe”.