Por ser un mar de historias, el pelotón siente la lluvia y se eriza ante ella. Cae el agua como un catalizador y rasga tanto como resbala. Más si la jornada era como esta cuarta etapa de la Vuelta al País Vasco: pocos metros de llano, media montaña juguetona y un final terriblemente insidioso con doble paso por Aia, un muro de pendientes imposibles. En la Vuelta a España sería el colofón de la jornada y ofrecería unos minutos de ciclistas agonizando; la ronda vasca, en cambio, la utiliza para sazonar su llegada a Orio y genera una resolución bella e incierta.
En el mar de historias del pelotón nadan ciclistas anónimos con piernas de quilates que necesitan exhibir para refrendarse. La lluvia y el terreno embravecieron y rompieron el pelotón, creando el marco propicio para varios de ellos. Se formó una fuga de calidad con tres españoles: Ángel Vicioso, veterano gregario de Katusha; Luis Ángel Maté, currante de Cofidis; y Carlos Verona, joven promesa en vías de confirmación de Etixx-Quick Step.
Maté y Verona fueron los que más lejos llegaron. Sobrevivieron junto a Tim Wellens, aguerrido y talentoso belga de Lotto Soudal, hasta más allá de Aia. Maté precisaba reivindicarse ante los vaivenes de su equipo, que esta temporada le trae de cabeza con continuos cambios de calendario. A Verona cada actuación de nivel le desprende la vitola de “mascota”, el mote cruel que le pusieron por sus esfuerzos para darse a conocer, y le construye como ciclista. Ninguno de los dos españoles consiguió la victoria; ambos lograron su objetivo.
Mientras tanto, en el pelotón, Alberto Contador (Tinkoff) y Nairo Quintana (Movistar) se atacaron en ambos pasos por Aia, apoyado el pinteño por su gregario checo Roman Kreuziger, con efecto nulo. El tercero en discordia era Sergio Henao (Sky); constató ser el más fuerte de esta Itzulia siendo el primero de la tercia en coronar Aia en ambos pasos. Sin embargo, al madrileño y el boyacense no pareció importarles, tan centrados como estaban en su duelo particular para estupefacción del impetuoso Henao.
La desconcertante marejada la rentabilizó a dos kilómetros de meta Samuel Sánchez (BMC). Atacó en un repecho y enfiló raudo la meta para anotar su primera victoria desde 2013, cuando ganó una etapa de Dauphiné aun vestido de Euskaltel. A la mítica escuadra naranja y la Fundación Euskadi de Miguel Madariaga debe el asturiano su larguísima carrera profesional, que abarca 17 de sus 38 años de vida con el título olímpico de Pekín 2008 como punto álgido. Se humedecieron sus ojos, y no sólo de lluvia. “Parece mentira que, con todos los años que llevo encima de la bici, se me haya saltado una lágrima con este triunfo”, contó en Radio Euskadi.
La gran sensación de lo que llevamos de Itzulia, Mikel Landa, presagió el miércoles que este jueves cedería su liderato: “No tengo tantos días de competición en las piernas como mis rivales, así que pagaré estos esfuerzos”. Su pronóstico contra sí mismo se hizo bueno: perdió apenas 8”, los suficientes para que el maillot amarillo pasara a las espaldas de Wilco Kelderman (LottoNL-Jumbo). El joven neerlandés tendrá que defender su posición de privilegio mañana en las rampas de Arrate frente a las acometidas de Henao en espera de la contrarreloj conclusiva de Eibar. Ahí estará en su salsa: no en vano, es campeón de su país en la especialidad.