Después de tres semanas paseando por Francia, las bicicletas llegaron el domingo por la tarde a París. Las vueltas por los Campos Elíseos son, como siempre, un punto álgido de la temporada ciclista en lo simbólico: el empedrado, ligera cuesta arriba, herradura, ligera cuesta abajo, curvas, túnel, recta de meta. Homenaje a los ganadores, a los que han triunfado contra los rivales y contra los elementos. Centenares de historias de superación, de descubrimiento, de deporte y de amor terminan aquí. Por ejemplo, la de Purito Rodríguez.
La de Campos Elíseos es una de las victorias más anheladas por los velocistas, que resisten miserias en Pirineos y Alpes sólo para tener su opción de gloria aquí. La victoria cayó por segunda vez consecutiva en el zurrón de André Greipel, el ‘Gorila’ de Lotto-Soudal. Uno de los mejores sprinters del pelotón que en esta edición de la gran ronda francesa aún estaba de vacío por mor del dominio de Mark Cavendish. Aunque Peter Sagan (Tinkoff) le amenazó con un potente golpe de riñón, pudo remediar el cero de su casillero para volver a casa feliz después de tres semanas de viaje hacia sí mismo.
A continuación, repasamos los puntos clave de esta edición del Tour de Francia: tres semanas de espectáculo romo, a veces insulso, dependiente de golpes de genio por el férreo corsé impuesto por un equipo poderoso y aceptado por unos rivales impotentes.
Demasiado Sky
Cuatro Tours de Francia en cinco años: todos salvo aquel de la caída de Froome antes del pavé y la posterior prestación aplastante de Vincenzo Nibali. Indudablemente, Sky lo hace casi todo bien. Tienen técnicos brillantes manejando un presupuesto virtualmente ilimitado que les permite satisfacer cualquier necesidad de sus ciclistas, que sólo deben preocuparse de rendir y lo hacen. Disponen del mejor vueltómano del momento, Chris Froome, y un talonario que les permite fichar a cualquier corredor que pueda hacerle sombra para ponerlo a su servicio. Son los mejores.
Su dominio en este Tour de Francia ha sido distinto a los anteriores en dos claves. En primer lugar, Froome no ganó la carrera subiendo, sino atacando en el descenso y en el llano. No ha sido sólo cuestión de fuerza: también de superioridad táctica. Tener cinco compañeros con él en las etapas de montaña le sirvió para defender un maillot amarillo que obtuvo con otros ardides.
En segundo, Sky tuvo un comportamiento algo más bravucón dentro del pelotón, menos simpático de lo habitual en un conjunto hegemónico. No obstante, Froome y los suyos también ganaron en la cuestión del imaginario colectivo, dado que protagonizaron el momento más icónico, insólito e inolvidable de estas tres semanas de verano.
Escasa inventiva
En varias fases, el Tour de Francia fue un espectáculo aburrido. La marcha cuasi militar de Team Sky exigió hasta el límite de sus fuerzas al resto de favoritos y aspirantes a la general, igualando a campeones como Nairo Quintana y Alejandro Valverde (Movistar Team), con maestros de la espera como Bauke Mollema (Trek-Segafredo) y Purito Rodríguez (Katusha) o talentos en busca de sitio como Romain Bardet (Ag2r), Adam Yates (Orica-BikeExchange) o Richie Porte (BMC). Todos ellos hicieron una carrera demasiado parecida. Todos ellos parecieron demasiado iguales. La impresión que dejó esto fue de mediocridad.
Por fortuna, hubo momentos de brillantez en las etapas de montaña para romper la monotonía y recordarnos que, aunque apretados, quienes pedaleaban tras los Sky eran ciclistas excelentes. Destacan dos: el extraordinario número de Romain Bardet camino de Saint-Gervais Mont Blanc, consumando un giro teatral aliado con la lluvia y ganándose el segundo cajón del podio con ello, y el intento lejano de Alejandro Valverde en Pirineos, acabado con una curiosa capitulación ante el poderío de Sky.
Ausencia de Contador
Abundando en el punto anterior, uno de los comentarios más repetidos en el pelotón y los medios de comunicación fue la añoranza de Alberto Contador. “Si él hubiera estado, la carrera habría sido muy distinta”, dijo mucha gente en distintos momentos. En plenas condiciones, el pinteño es el ciclista más peligroso del pelotón, porque acompaña sus virtudes deportivas con una inusitada agresividad y capacidad táctica.
Sin embargo, este Tour fue cruz para Contador. Aseveró que estaba en uno de los mejores momentos de forma de su vida, si no el mejor, pero no pudo demostrarlo por dos caídas casi consecutivas que machacaron su cuerpo y le abocaron al abandono. La sensación de que su equipo le dejó al pairo tampoco ayudó.
Su última aparición en carrera, en la jornada de Andorra, fue honrosa pero impropia de un ciclista de su entidad, voluntariosa pero débil. Por fortuna, podrá desquitarse en la Vuelta a España.
Movistar serio
Augurábamos cuatro bloques deportivos batallando en los momentos decisivos. Sky cumplió de sobra; Tinkoff se quedó desarbolado por la baja de Contador; Astana estuvo, pero no brilló porque su líder Fabio Aru estuvo un paso por detrás de los mejores; y Movistar, otro tanto.
El conjunto telefónico realizó una carrera seria: su bloque de gregarios funcionó a su nivel, un punto por debajo de Sky. Alejandro Valverde estuvo inconmensurable, rubricando un sexto puesto en la general a pesar de venir del podio del Giro y de estar consagrado a labores de equipo.
Falló Nairo Quintana. El colombiano no transmitió una décima parte de la sensación de peligro habitual que inspira su sola presencia. Estaba romo, despuntado. Su falta de ataques fue objeto de discusión e incluso de provocación. La realidad fue que, cada vez que demarró, sólo se puso en evidencia.
En la última semana se descolgó con declaraciones en las que se dijo afectado por una alergia misteriosa, evanescente y quizá, por qué no decirlo, fantasma. Su presencia en el podio de los Campos Elíseos fue más estadística que significativa. Igualmente lo fue la victoria en la clasificación por equipos, meritoria aunque el mánager de Sky la ridiculizara.
Estrellas secundarias
La relativa vacuidad de la lucha por la general abrió un gran espacio de protagonismo para el plantel de secundarios. Este año, especialmente nutrido por mor de unos Juegos Olímpicos que propiciaron la presencia en Francia de una serie de ciclistas que buscaban afinar su estado de forma con vistas a Río. El gran ejemplo fue Valverde, pero también estuvieron Vincenzo Nibali (Astana), muy activo en las escapadas; Ilnur Zakarin (Katusha), volador en Finhaut-Emosson; y Tom Dumoulin (Giant-Alpecin), ganador de un final en alto y una contrarreloj antes de retirarse con una fractura de radio que compromete su aventura olímpica.
Hubo más nombres: aventureros como Jarlinson Pantano (IAM) o Thomas de Gendt (Lotto-Soudal) que se llevaron su victoria de etapa. En clave española fue plausible la actuación de Dani Navarro (Cofidis), presente en la fuga de seis de las ocho etapas de alta montaña que disputó antes de abandonar por una caída, y gloriosa la de Ion Izagirre (Movistar Team) para consagrarse en el Joux Plane.
Dos corredores brillaron en el capítulo rematador. Uno fue Mark Cavendish (Dimension Data), histórico velocista británico que, tras unos años de relativa falta de ‘punch’, volvió por sus fueros en este Tour para acumular cuatro victorias de etapa que le sitúan a tiro de piedra de la plusmarca de triunfos parciales de Eddy Merckx.
El otro fue Peter Sagan, campeón del mundo y probablemente el mejor ciclista del orbe en este momento. No sólo es una cuestión de fuerzas, sino de cómo las utiliza: tira con la misma ilusión en la montaña que en el llano, por un compañero que por sí mismo, haciendo y deshaciendo la carrera a su antojo con aparente inocencia. Y encima es espontáneo y simpático. El eslovaco es la estrella que el ciclismo soñaba. Por eso, la próxima temporada será el mejor pagado del pelotón.