El pasado día de la Madre murieron atropellados 2 ciclistas de un grupo que fue arrollado por una mujer de 28 años al volante de un coche al que se subió bajo los efectos de las drogas y el alcohol. El impacto a 90 kilómetros por hora de una tonelada de metal contra 8 kilogramos de carbono solo puede terminar del modo que terminó… Del mismo modo que el año pasado terminaron 55 historias vitales de otros tantos ciclistas que salieron a disfrutar de su pasión y no volvieron para contarlo.
Ante una conducta tan falta de respeto por la vida humana como la de esta mujer nada podemos hacer más allá de lamentar las perdidas, pero la mayoría de los accidentes mortales que los ciclistas sufrimos no son por hechos tan irresponsables, sino por errores de cálculo del conductor del vehículo a motor, normalmente un adelantamiento viniendo ciclistas de frente o rebasarnos sin respetar la distancia de seguridad que el Reglamento General de Circulación establece como obligatorio en 1,5 metros.
Es cierto que algunos ciclistas se comportan de modo mejorable, y que ese comportamiento de una parte se achaca al todo. En ocasiones se alega que un ciclista no merece respeto si no se comporta vialmente de modo intachable. Los ciclistas lo percibimos y desde los clubes intentamos concienciar a los compañeros irresponsables. Queremos cambiar esta percepción y recuperar el respeto que perdimos en aras de un odio que empieza a ser manifiesto.
Sin embargo, una parte de los automovilistas sigue viéndonos como intrusos en la carretera. Se nos ve causantes de grandes retenciones en las carreteras secundarias mientras nos divertimos. Esta percepción crea gran crispación en los momentos de espera a velocidad reducida para poder adelantarlos sin riesgo vital.
En ocasiones se alude al mal llamado “Impuesto de Circulación” que los ciclistas no pagamos (porque no conducimos vehículos de tracción mecánica contaminantes). En España la circulación no está gravada por ningún impuesto ni pagar más impuestos otorga más derechos a un ciudadano sobre otro.
Parece necesario un cambio de conciencia social para que este tipo de conductores admitan nuestra legítima presencia. La realidad es que apenas causamos perdidas temporales de segundos en trayectos habitualmente cortos.
Este cambio debe ir acompañado de un grado de conocimiento más alto del Reglamento General de Circulación que establece que los ciclistas podemos ir en paralelo, norma desconocida, pero establecida desde 1999 para aumentar la visibilidad de los grupos. Este modo de circular incita al conductor a separarse más del ciclista en el momento de adelantar.
Cada vez son más los conductores (una gran mayoría, me atrevería a opinar) que respetan nuestra presencia comportándose con precaución, pero el debate se polariza, y otros demuestran un odio visceral que se refleja en la misma ruta, con insultos, volantazos y peligrosas maniobras que ocurren día sí y día también. Estoy completamente seguro que si tuviésemos la oportunidad de tener un dialogo educado, sin volante ni manillar de por medio, caeríamos en la cuenta de que no son admisibles los gestos que fruto de la crispación hacemos conduciendo y jamás se nos ocurriría comportarnos así como peatones (meter el codo a alguien que va a entrar por la misma puerta, intimidar con la presencia amenazante de nuestro cuerpo…).
Tan solo aprenderemos a convivir vehículos de diferentes velocidades y masas cuando los más fuertes levanten el pie del acelerador para poder rebasar a un grupo de ciclistas, siempre cuando nadie venga de frente, ya que esa maniobra está prohibida, y adelantarnos cuando la vía está expedita dejando la distancia de 150 centímetros de seguridad reglamentaria. La mayoría de los conductores no saben que se puede pisar la línea continua para ello siempre que no venga otro vehículo de frente (bicis incluidas). Si no se tiene claro cómo adelantarnos, lo mejor es hacerlo igual que si nos acercásemos a un camión de gran tonelaje circulando a 40 kms/h; levantar el pie del acelerador al verlo, y no al llegar hasta él sin margen de maniobra, asegurarse de que el adelantamiento no pone en peligro ninguna vida (la de quien adelanta, la de quien es adelantado y la de otros usuarios de la vía que puedan aparecer en cualquier momento).
Nunca la calma causó un accidente mortal y los ciclistas son los hijos, vecinos, hermanos, padres, compañeros de trabajo y en fin, las mismas personas que más tarde cogerán un volante y pasaran cerca de otros seres humanos andando o en bicicleta. Conocimiento y respeto por las normas unos y otros, que somos los mismos, generosidad y responsabilidad para ponernos en la piel del otro y que pueda celebrar el día de la Madre el año que viene y muchos más.