Benvenuti all’inferno. Se acabaron las contemplaciones en un Giro de Italia que comienza ya su semana definitiva, aquella en la que una etapa puede dejar la carrera sentenciada y en la siguiente se le puede dar completamente la vuelta. El infierno existe, y no es misticismo. Está en la tierra y los ciclistas van a pasar por él mañana. Qué habrán hecho ellos para merecerse esto. El caso es que tras el paso por un purgatorio de rampas imposibles, laderas nevadas y descensos a tumba abierta habrá uno que se gane cruzar las puertas del cielo en Bormio.
Aunque para muchos, subir al firmamento será simplemente llegar a la línea de meta viendo lo que tienen por delante. Para que las piernas no se ablanden mucho después del día de descanso, la organización ha dispuesto un ‘tappone’ como los que había en los años 90. Más de 220 kilómetros de etapa con un terreno de aproximación largo y tres puertos cuyos nombres hacen temblar por sí mismos a cualquier ciclista: el Mortirolo, el Stelvio y el Giogo di Santa María, frontera entre Suiza e Italia. Cómo será la jornada que el horario intermedio previsto ronda las siete horas de duración.
El Mortirolo siempre ha sido puerto de paso –la etapa clásica acababa en el tendido Aprica tras este puerto-, pero de los que marcan una carrera. Casi 13 kilómetros con una pendiente media superior al 10,2%. Muy pocos puertos consiguen encadenar esos números. Pensemos por un momento en el Angliru que exhibimos con orgullo en nuestro país cuando hablamos de puertos duros –por derecho propio, todo hay que decirlo-, que se queda en el 9,9%. O sea, que en el global es hasta peor. El Mortirolo en su esplendor alcanza picos cercanos al 20% y en ningún momento se baja del ocho, aunque este año se sube una vertiente más ‘amable’ con el 8% de media y máximas del 16%. En cualquier caso, unos 45 minutos de ascenso.
De 470 a 2.757 metros… y para abajo
Otra característica importante de esta brutal etapa son los constantes cambios de altitud que, cuidado, no son ni mucho menos una cuestión menor. La salida es en Rovetta, a 470 metros del nivel del mar. Hasta que se empiece la primera rampa del Mortirolo no habrá problemas en ese sentido, pero a partir de ahí las variaciones de altitud pueden causar muchos estragos en el cuerpo de los corredores. Sobre todo teniendo en cuenta que, cuando coronen el último de los tres puertos, quedarán 20 kilómetros para la línea de meta en un descenso a cara de perro.
El año pasado, por ejemplo, Alejandro Valverde afirmó que tantos cambios de altitud rondando la barrera de los 2.000 metros por arriba y abajo le afectaron en varias etapas y acabó perdiendo tiempo. Pues bien, en esta ocasión ese listón psicológico donde se empieza a notar la falta de oxígeno queda prácticamente a la altura de los tobillos del Passo Stelvio. Un gigante de los Dolomitas con 22 kilómetros de ascensión que acaba como Cima Coppi –el nombre que se le da al punto más alto del Giro cada año-, a 2.757 metros sobre el nivel del mar. De ahí, bajada hasta los 900 para volver a subir otra vez de vuelta a Italia tras una incursión en Suiza. Por suerte, todo indica que el tiempo respetará.
Y cuidado, porque Giogo di Santa María –o Umbrailpass para los helvéticos- es un gran desconocido comparado con los otros dos, pero estamos hablando de otro puerto terrible con 14 kilómetros un 8% de media. No es otra cosa que el propio Stelvio, pero por la vertiente suiza y sin llegar hasta arriba del todo. Sin las encabritadas rampas del Mortirolo, pero con una pendiente constante que a esas alturas de etapa hará un daño tremendo. Así es el menú del día: montaña de primero, segundo y postre. Para la hora del café, una bajada de 20 kilómetros con final en Bormio. Precisamente el año pasado el Giro cambió de dueño en un descenso, así que cuidado con despreciar los finales cuesta abajo.
Territorio Quintana
Ahora, con estos ingredientes, vayamos al perfil de los candidatos a llegar de rosa a Milán. Por un lado Tom Dumoulin, un neerlandés rodador, potente, excelso contrarrelojista y en cuya tierra lo más elevado son un puñado de colinas en el límite con Bélgica y Alemania. Por el otro, Nairo Quintana. Hombre de campo cuya ciudad natal está un poquito más alta que la cima del Stelvio. Evidentemente, estamos en territorio del colombiano y él mismo se ha encargado de dejarlo claro: “Sobre el Stelvio daré lo mejor de mí. Nuestra esperanza es que Dumoulin baje un poco, porque en teoría este recorrido me favorece”.
Desde luego, si el actual líder es capaz de aguantar esta etapa, podremos empezar a hablar de una carrera bajo control para él. Pero además de Nairo hay otros corredores que necesitan ganar tiempo y también tienen en esta etapa su gran esperanza. Especialmente un Nibali que empieza a pensar que no va a poder ganar y precisamente por eso es más peligroso que nunca: “Llegan mis etapas. Para mí no importa ser segundo o tercero. Sólo cuenta la victoria”, ha declarado en el día de descanso. Cuando un tipo como él dice eso significa que le da igual acabar enterrado en la general, pero va a poner la carrera patas arriba a la menor ocasión. Y tres puertos y un descenso de 20 kilómetros son una magnífica ocasión. Gane o pierda. El año pasado ganó.
Esto es la tercera semana del Giro. El que hoy va primero puede terminar el sábado fuera del Top10 porque detrás del ‘tappone’ de hoy vienen otros cuatro días de montaña para todos los gustos y colores. Largos, cortos, con muchos puertos míticos, con apuestas nuevas de la organización… pero todos montañosos. Guarde la clasificación que había en la jornada de descanso y compare tras la llegada del sábado. Podrá constatar cuántos y quiénes escapan vivos del infierno.