El 23 de julio de 1995 terminaba la 82ª edición del Tour de Francia en Los Campos Elíseos con victoria del esprinter uzbeko Djamolidine Abdoujaparov. Días antes Fabio Casartelli había encontrado la muerte en el descenso del Col de Aspet. El fallecimiento del ciclista italiano abrió el debate sobre el uso del casco que por aquel entonces no era obligatorio.
Si el trágico accidente del corredor del Motorola fue la nota negativa de este Tour, Miguel Indurain (Villava, Navarra, 16 de julio de 1964) puso la positiva al llegar, otra vez, de amarillo a las calles de París. El español consiguió su quinto Tour, poniéndose a la altura de Anquetil, Merckx e Hinault. Incluso el de Banesto se puso un peldaño por encima al ser el primer hombre en lograr los cinco de forma consecutiva.
Aquel Tour de 1995, Indurain empezó a ganarlo muy pronto. De hecho, mucho antes de lo que tenía acostumbrado al personal. Aquella escapada en Lieja junto a Bruyneel fue el primer zarpazo del navarro. Un día después, en la contrarreloj de Seirang con 54 kilómetros solo aptos para especialistas, ya se vistió de amarillo para no quitárselo ni un solo día.
De la etapa 8 a París. Un dominio absoluto, aunque el español sufrió en la etapa de Mende para mantener el liderato. En aquel Tour su mayor rival fue la ONCE de Manolo Saiz con Zulle, Jalabert y Mauri. Un duelo a muerte entre los dos mejores equipos españoles de la época.
Jalabert llegó a ponerse como líder virtual en la etapa de Mende y Banesto perdió el control de la carrera. Finalmente se consiguieron salvar los muebles e Indurain terminó sentenciando la carrera en la contrarreloj de Lac de Vassivière en la penúltima etapa. Zulle, que había perdido mucho tiempo al comienzo del Tour, y Riis, que ganaría la siguiente edición, acompañaron en el podio de Los Campos Elíseos al quíntuple ganador del Tour de Francia.
Nadie lo sabía, pero este fue el último Tour de Francia de Miguel Indurain. Al año siguiente naufragaría, pero su relación con Banesto quedaría tocada mucho antes. Tras el triunfo en París, el gran objetivo del español pasa por el Mundial de Colombia. El navarro lleva años buscando el arcoíris, pero la suerte parece siempre darle la espalda.
En 1991 perdió el esprint ante Bugno y Rooks y se tuvo que conformar con la medalla de bronce. Dos años después, en 1993, ganó la llegada a un amplio grupo de corredores, pero tuvo que conformarse con la plata porque por delante había llegado un jovencísimo Lance Armstrong que había sorprendido a todos con un ataque lejano.
Por tanto, en Duitama tenía su mejor oportunidad con el circuito más duro en la historia de los Mundiales. Además, Banesto había preparado un asalto a la triple corona en menos de un mes: Mundial de contrarreloj, Mundial en ruta y el Récord de la Hora que entonces estaba en propiedad de Tony Rominger.
Lo que Colombia se llevó
La expedición de Banesto llegó a Colorado (EEUU) a principios de septiembre para preparar los objetivos. En esa expedición se encontraban los dos hombres de confianza de Miguel Indurain: Vicente Iza, su masajista, y Sabino Padilla, el médico del equipo. Las cosas marchan excepcionalmente bien. El navarro se impone por delante de Olano en el Mundial de contrarreloj y España, con Pepe Grande de seleccionador, hace un doblete histórico.
El 8 de octubre llegaba el momento cumbre: el Mundial en ruta. Indurain es el hombre más fuerte durante toda la carrera, pero a falta de una vuelta todo se empieza a torcer. Pinchazo en un momento decisivo que logra solventar y salvar la situación no sin el buen trabajo de Luis Luengo, mecánico de la Selección. Cambio de bicicleta rápido y en un abrir y cerrar de ojos, Miguel regresaba a posiciones delanteras y realiza un tímido intento que no próspera.
Después llega el ataque de Olano. Indurain pasa a controlar a Gianetti y Pantani, el líder ejerciendo de gregario. El de Villava sacó su lado más solidario para brindarle en bandeja el Mundial a su compatriota. Finalmente, Olano gana con una rueda pinchada e Indurain vence en el esprint para llevarse la plata. Otra vez doblete, aunque en esta ocasión con las posiciones intercambiadas.
Alegría en España. Por fin había un campeón del mundo. Sin embargo, no era Indurain y eso enfada a Echavarri. El sueño de la triple corona se va al traste. A Banesto le entran entonces las prisas por atacar el Récord de la Hora y se programa que sea solo una semana después del Mundial.
En el velódromo de Santafé de Bogotá no se dan ni las condiciones ni el ambiente para que Indurain recupere el récord que logró en Burdeos en 1994. El intento resulta un fracaso, pero es que ese era el resultado al que estaba predestinado desde un principio. "Ha sido un mal día", afirmó Echavarri. Sin embargo, tras este resultado se empieza a preparar un nuevo intento en Cali.
Indurain entonces se niega. Está cansado y quiere regresar a casa. Padilla apoya al ciclista y acaba saliendo de la estructura de Banesto, aunque se mantendrá como médico personal de Miguel. La relación del navarro con Echavarri y Unzué, sus padres deportivos, ya no volverá a ser igual. Colombia marca el inicio del fin de la relación entre el ciclista y Banesto.
Antes de que se termine el año 1995, Indurain aún realiza algunos test secretos en Burdeos. No se sabe con qué fin. No se sabe tampoco, ni nunca se sabrá, si fue a petición propia u obligado por el equipo. Lo que sí relatan aquellas pruebas es que tanto el intento de Bogotá como el nunca celebrado en Cali fueron apresurados. Miguel se sintió exprimido por Echavarri y el director del equipo decepcionado de algún modo con su estrella.
Así se llega al 1996, el año del adiós del mejor ciclista de la historia de España. Indurain llega al Tour como gran favorito y el hombre a batir. Había vencido en la Vuelta al Alentejo, la Vuelta Asturias, la Bicicleta Vasca y la Dauphiné Liberé. Miguel se encontraba mejor que nunca y tenía claro que tenía el sexto en sus piernas.
Sin embargo, no tuvo buenas sensaciones desde la salida en Holanda. Ya en la primera etapa montañosa se dejó cuatro minutos con Luc Leblanc, el ganador del final en Les Arcs. Después tampoco brillaría en la contrarreloj y continuaría perdiendo tiempo a poco.
Pero el gran mazazo llegó en su etapa de homenaje con final en Pamplona y que pasaba por Villava y por delante de la puerta de su casa. Ahí, Indurain se dejó ocho minutos junto a otros favoritos como Olano o Rominger. El Tour se lo llevó Riis y Miguel solo pudo ser 11º, su peor puesto en una Gran Vuelta desde 1989.
Fue un Tour lluvioso y frío, extraño. Indurain nunca se encontró a gusto. Ni en la carretera ni en la convivencia con su equipo, ya que la relación con Echavarri estaba rota. En Hautacam es donde Banesto se dio cuenta de que no se ganaría el sexto Tour consecutivo, lo que provocó un nuevo episodio de guerra civil.
Los secretos de La Vuelta
Tras la ronda francesa, Indurain se lleva el oro olímpico en Atlanta por delante de Olano. Nuevo doblete español en la contrarreloj. El navarro da su temporada por cerrada, pero entonces llega la decisión de Banesto que marcó el final del mejor ciclista de todos los tiempos.
El propio Miguel se entera durante una entrevista de que correrá La Vuelta. Avisa de que no quiere y que si lo hace será obligado. Echavarri, presionado por Banesto, anuncia que Indurain estará en la salida de Valencia. "Quien suspende en julio tiene que aprobar en septiembre", dijo el director deportivo en lo que suponía una nueva fricción con su pupilo.
En una reunión a escasas horas de la salida, Indurain por fin da su brazo a torcer. Correrá La Vuelta en contra de su voluntad. Nunca se sabrá qué parte de culpa tuvo Banesto por exprimir a su gallina de los huevos de oro y cuánto Echavarri por no parar aquello como ya pasó en Colombia tras el Mundial de 1995.
En La Vuelta Indurain aguantó el tipo en la primera contrarreloj disputada en Ávila. El navarro se mantenía con grandes opciones a pesar de perder 25 segundos con Zulle. Sin embargo, el suizo pegaría un golpe en el Alto de Naranco. El de Villaba quedó a un minuto del de la ONCE antes de la etapa entre Oviedo y Lagos de Covadonga.
Ese 20 de septiembre de 1996 iba a ser el último día que Indurain se pusiera un dorsal en carrera oficial. El de Banesto se quedó subiendo el Fito y a la altura de Cangas de Onís se bajó de la bicicleta para introducirse en el Hotel El Capitán. Una imagen ya histórica del deporte español. Los problemas respiratorios que arrastraba el gran campeón desde Ávila habían dejado sin opciones al pentacampeón del Tour de Francia.
Era el fin, solo que Indurain ni lo sabía. La ONCE se llevó La Vuelta con Zulle y a los pocos días el equipo de Manolo Sainz intentaría el fichaje de Miguel. Al menos existieron conversaciones con el mejor corredor español de todos los tiempos, aunque no se sabrá si esas 'negociaciones' fueron en serio o simplemente para 'cabrear' a Echavarri y Banesto.
Las negociaciones con la ONCE
En el mes de octubre Indurain se reunión con Manolo Saiz y Pablo Antón, manager de la ONCE, para conocer las intenciones del equipo español. Miguel reconoció que la fricción podía llegar, además de por el tema económico, con la convivencia con Alex Zulle y Laurent Jalabert.
"Con Jalabert me podría llevar bien, con Zulle no tanto", afirmó el navarro en unas declaraciones que parecían ser un mensaje directo para Sainz y el suizo. La ONCE tenía el problema económico del sueldo de Indurain. A pesar de que su llegada incrementaría los ingresos, se tenía que hacer frente a un salario de más de 600 millones de pesetas de la época.
Oficialmente nunca se supo cuánto llegó a ofrecer la escuadra amarilla, aunque L'Équipe habló de una propuesta de más de 1200 millones. Estas cifras fueron desmentidas siempre tanto por Indurain como por Sainz.
La ONCE tenía contrato con Jalabert y Zulle y entre ambos no superaban los 300 millones de pesetas. Es decir, sus dos máximos estandartes no recibirían bien un contrato multimillonario para fichar a Indurain cuando ellos habían sido número 1 y 2 de la UCI aquel 1996.
Jalabert y Zulle no querían a Indurain y así lo demostraron en muchas declaraciones. El suizo llegó a decir que "podría aportar algunas cosas, aunque Manolo Saiz dijo que no vendría". Portazo inesperado. El fichaje de Miguel por la ONCE acaparaba por aquel entonces portadas, incluso alguna de ellas le llegó a vestir de amarillo.
Finalmente, las negociaciones no llegaron a buen puerto. Algo que sabía ya que el equipo de Saiz nunca tuvo el dinero suficiente como para fichar a Miguel Indurain. La duda quedará por siempre en si hubo un intento real de llevar a cabo la incorporación del ganador del Tour en cinco ocasiones o si Saiz y Antón solo aprovecharon la ocasión para dañar a su máximo rival.
Indurain quería seguir corriendo. Durante meses estuvo dando vueltas a todo, pero seguir en Banesto estaba descartado y en la ONCE no había espacio salarial. De hecho, los rumores indican que la última oferta que presentó Saiz fue de la mitad de la mitad de lo que ganaba en Banesto. Es decir, por debajo de los 200 millones de pesetas y a años de luz de los 1200 con los que llegó a especular L'Équipe meses antes. El navarro siempre se quedó con la sensación de que tenía un Tour más en sus piernas, pero eso nunca se sabrá.
Desengañado por las situaciones que se habían dado, Indurain comunicó ante los medios de comunicación su decisión de retirarse el 2 de enero de 1997. Era la confirmación oficial del adiós del más grande. Rechazó un contrato con Banesto para permanecer como imagen del banco tras los grandes desencuentros que había tenido y también dijo no a las múltiples ofertas que le realizaron desde televisiones y radios para comentar el Tour de ese año.
Indurain rehusó aparecer en actos del que había sido su equipo en los años posteriores, sin embargo si estuvo en la presentación por todo lo alto del Vitalicio Seguros de Javier Mínguez. El exseleccionador había salido también mal de Banesto tras la fusión de Amaya con el equipo bancario.
Mínguez y Cerrón estaban en Banesto en el año 1995. Fue el último de la súperestructura que no fructificó junto a Echavarri y Unzué. Su relación con Indurain, a diferencia de los dos últimos, era perfecta y muestra de ello es que su hermano Pruden fue uno de los fichajes de la dupla pucelana para Vitalicio.
De hecho, Mínguez siempre soñó con dirigir a Indurain más allá de Banesto. Se da la circunstancia de que en 1996, el año de la negociación del de Villava con la ONCE, no tenía patrocinio y perdió su gran oportunidad. Nadie duda, que de haber logrado el acuerdo con Vitalicio un año antes, habría presentado una propuesta a Indurain.
La venganza de Mínguez con Banesto era cuestión de tiempo. No pudo ser con el navarro, pero se llevó a Santi Blanco al ser el bejarano el primer ciclista en acogerse al decreto 1.006 para romper su contrato con Echavarri.
Lo que no se volvió a ver es a Indurain junto a su padre deportivo. Miguel se alejó de Echavarri y Echavarri de Miguel. Banesto buscó refugio en Olano y después en Zulle, pero no conquistó el Tour. La ruptura de la relación 'perfecta' dejó a los aficionados sin disfrutar al menos un año más de Indurain y al equipo bancario sin su referencia moral y deportiva.
¿Qué sucedió y no transcendió en Colombia 1995 para que la relación de años y éxitos se fuera al traste de la noche de la mañana? ¿Por qué la salida de Miguel de Banesto estuvo llena de dardos envenenados? ¿Estuvo realmente cerca de fichar por la ONCE? Preguntas que continúan sin respuestas cuando se cumple un cuarto de siglo del último Tour ganado por Miguel Indurain. Las bodas de plata de lo que, sin saberlo, fue el principio del fin del mejor ciclista español de la historia.