La Flecha Valona también es territorio de Tadej Pogacar. El esloveno partía como el gran favorito y cumplió con todos los pronósticos ya que se impuso en la tradicional llegada del muro de Huy con mucha solvencia.
El del UAE sigue sin encontrar rivales a su altura capaz de competirle (más allá de Mathieu van der Poel) y esta Flecha Valona fue una evidencia más de ello. Esta vez no ganó con una exhibición de esas que tanto asombran al público cuando ataca desde lejos, fue más bien todo lo contrario.
Supo jugar sus cartas a la perfección. Pasó el día 'escondido' y protegido en el pelotón, sus compañeros llevaron el peso de la persecución de la fuga y en esa mítica subida final encontró el momento justo para dar el zarpazo. Allí donde Alejandro Valverde ha levantado los brazos hasta en cuatro ocasiones, parece que Pogacar podría hacer lo mismo si se lo propone.
El momento justo
La Flecha Valona tiene esa mística de gran carrera, a prueba que desprende aroma a ciclismo y a Historia, aunque los más insatisfechos le piden más espectáculo. Lo más habitual es ver a un grupo más o menos numeroso llegar al muro de Huy, esas rampas imposibles donde los más fuertes, casi siempre los grandes favoritos, se juegan la victoria.
El día salió según lo esperado. Por delante quienes más tiempo rodaron en solitario fueron Kragh Andersen, del Alpecin, y Zimmermann, del Intermarché. Juntos hicieron camino aunque en el tramo final se les unieron otros dos más como Batistella y Vervaeke. Se dejaba ver el equipo Soudal en un año de Clásicas que ni mucho menos está siendo el suyo.
Sin embargo, por detrás el Emirates Team controlaba a la perfección y trabajaba preparando el final para Tadej Pogacar. A cada metro que se consumía, avanzaba el favoritismo del esloveno viendo que la fuga iba a morir y que el ganador saldría como es habitual del grupo.
La subida al muro de Huy son unos pocos metros pero se puede hacer eterna. Los corredores deben medir a la perfección el momento de su ataque y tratar de romper desde abajo es prácticamente un suicidio seguro salvo que ese valiente tenga unas piernas estratosféricas.
La importancia de la posición es capital, y ahí no estuvo por ejemplo demasiado bien Enric Mas, al que se le vio demasiado rezagado y no pudo pelear cuando se esperaba algo más de él. El francés Bardet trató de sorprender pero su intento quedó frustrado por la falta de espacio por donde quería realizar su ataque, así que hubo que esperar unos metros más.
En el momento justo, en el instante preciso, Tadej Pogacar hizo el cambio de ritmo definitivo. Parecía que estaba esperando demasiado, que incluso quizás no iba tan finoj como se esperaba, pero simplemente estaba jugando con el resto. En el momento en el que subió los vatios ya nadie pudo ponerse cerca de su rueda.
El esloveno levantó los brazos con solvencia, con autoridad y con tiempo más que suficiente para celebrar en ese mismo lugar que es casi sagrado para el ciclismo español, donde Alejandro Valverde llegó a ganar hasta en cuatro ocasiones. Cosas del destino, en el primer año sin el murciano en la carretera fue Pogacar el que venció.
Segundo fue un sorprendente Skjelmose, que hizo un sensacional papel para Trek Segafredo, mientras que el podio sí que tuvo sabor español gracias a la gran actuación de Mikel Landa. El de Bahrein se dejó ver de nuevo entre los mejores y, aunque le sigue faltando ese punch final para rematar, dejó síntomas para la esperanza.