Mathieu Van der Poel demostró un día más porqué es el campeón del mundo. El ciclista belga revalidó su triunfo en la París-Roubaix en una exhibición en la que no dio opción alguna a sus rivales.
El corredor de Alpecin se encargó de dinamitar cualquier tipo de emoción en la Clásica con un ataque a 59 kilómetros de meta. Lo hizo en un tramo adoquinado aprovechando un parón del grupo. Y nadie pudo con él. Se marchó en solitario hacia la victoria y jaleado por el público cerró una exhibición de altura. Igual que toda su temporada.
Y es que el momento de forma de Van der Poel es excelso. Su victoria en París le sirvió para cerrar una semana de ensueño. Volvió a defender el mallot arcoíris siete días después de alzarse con el triunfo en el Tour de Flandes.
En ausencia de los grandes rivales, como Pogacar, Van der Poel firmó una actuación histórica con una de las mejores diferencias respecto al segundo en todo el Siglo XXI. Desde su ataque a 59 de meta no paró y superó todos los tramos de pavés con una solvencia propia de los mejores. Finalizó por delante de su compañero Philipsen, igual que el año pasado, y de Pedersen.
Sin rival
'El Infierno del Norte' hizo honor a su nombre desde el inicio, con un ritmo elevado que hizo sufrir al pelotón, a la vez evitando la tradicional escapada condenada de antemano. Se sucedieron los ataques hasta el inicio de los tramos adoquinados, en los primeros 100 kilómetros, hasta llegar a Troisville.
El Alpecin se Van der Poel se encargó de que no cuajaran las aventuras, sobre todo si se incrustaba algún candidato, como el danés Kasper Asgreen en una de ellas. Una caída terminó con 20 corredores en el suelo, entre ellos Bettiol, Politt, Merlier y Jonathan Milan, quien debió retirarse.
A falta de mal tiempo, el 'infierno' ofreció caídas, muchos pinchazos, averías... y abanicos. A 96 km de meta apareció por primera vez el campeón del mundo Van der Poel con un acelerón de prueba, de tanteo, que puso en alerta al resto de favoritos.
Van der Poel desafió a los caminos adoquinados que se crearon para comunicar los espacios agrícolas, ahora patrimonio del ciclismo mundial. El arcoíris ganaba intensidad a medida que se acercaba la meta. Pasó por el sector de Mons-en-Pévèle, 3 km de traqueteo, con más de un minuto de adelanto.
La brecha aumentaba a cada pedalada, producto de una superioridad aplastante. En Camphin-en-Pévèle, a 20 de meta, el crono marcaba una renta de 2.25 minutos, y en Carrefour de l'Arbre (2.1 km), último tramo de 5 estrellas, de 2.50. Tremendo ritmo, de ahí que llegara a meta con 20 minutos de adelanto respecto al horario previsto.
Estaba resuelta la Roubaix, restaban los espacios pedregosos de Gruson y Willens a Hem, ya cerca de meta. Los sufridos perseguidores se peleaban por la segunda plaza a 3 minutos de Van der Poel, quien celebraba la victoria con antelación, chocando el puño con el director del equipo, alucinando desde el coche una vez más con su discípulo.