No debería sorprender que el Liverpool se haya deshecho de Brendan Rodgers poco después de empatar 1-1 en el derbi de la ciudad. Lo cierto es que Rodgers llevaba bastantes meses con el agua al cuello, y mientras que un punto en Goodison Park no es un mal resultado, el rendimiento del equipo de Anfield dejó, una vez más, mucho que desear.
El mundo anglosajón es mucho más afín a las estadísticas que el resto de culturas, y los dueños del Liverpool, estadounidenses, no son excepción. Hay varias métricas para justificar el despido de Rodgers; desde los goles a favor y puntos acumulados, pasando por una decepcionante derrota frente al Manchester United en casa, hasta llegar al último derbi frente al Everton. Rodgers se puede considerar un afortunado. Pocos entrenadores hubiesen sobrevivido una derrota a domicilio 1-6 en la última jornada de la pasada Premier, postre de una temporada decepcionante. Pero los responsables del Liverpool no solo le dieron una oportunidad: le permitieron reestructurar el equipo, su cuerpo técnico y aumentar su influencia sobre los traspasos.
Pero este aumento de poder hacia Rodgers -tras una serie de resultados ínfimos para un club histórico- solo denota un problema que vas más allá del técnico de turno. El club Red no ha ganado la liga inglesa desde 1990, antes de la creación del actual formato, Premier League. Desde la temporada 2000/01 solo han acabado en segunda posición tres veces: una con Houllier de entrenador, otra con Benítez y la última con Rodgers, en 2013. En estos últimos quince años el Liverpool ha cambiado de dueño varias veces, dañando la estabilidad económica y deportiva del club. Donde hace no mucho fue el tercer equipo con más recursos de Inglaterra, el equipo de Anfield es en la actualidad el quinto presupuesto de la Premier, por detrás del Manchester City, Manchester United, Chelsea y Arsenal.
Con un palmarés que envejece a diario, la historia del club pesa sobre un Liverpool preso de su pasado victorioso. Cada derrota del equipo o movimiento en la secretaria técnica genera el mismo debate en la calle: “¿Seguimos siendo un club de la élite? No lo sé”, comentaba un aficionado red frente a las cámaras de la BBC después del encuentro frente al Everton. Pese a gastar más de 80 millones de libras en el último mercado estival, el club inglés vive bajo una sensación de no saber hacia dónde ir.
Todavía no se ha nombrado sustituto para Brendan Rodgers. Los rumores apuntan hacia grandes nombres como Jurgen Klopp, Carlo Ancelotti o Frank de Boer para el banquillo del Liverpool. Mientras se decide el futuro entrenador, la afición le pide al club un plan, un plan que parece no existir. Lejos quedan ya los 61 goles en dos años de Luis Suárez y la veteranía del eterno capitán Steven Gerrard. Faltos de una figura sobre el césped a la que seguir, The Kop buscará a esa persona en el banquillo en los próximos días.