Al Madrid no tiene por qué escribirle nadie la historia. Sobre la fatalidad de Cádiz, por ejemplo, Florentino fijó las esquinas de la realidad en su comparecencia semanal, así que cuando llegó el fallo no hubo titubeo: les daba la razón. "El juez único de competición reconoce que la sanción de Cheryshev no le fue notificada personalmente", decía el comunicado oficial, que no incluía referencia alguna a la descalificación. El Diario de Cádiz vio ahí una oportunidad para seguir la fiesta y al día siguiente tituló a todo el ancho de su portada: "El Cádiz pasa sin apuros".
El Madrid, que recurrirá, continúa vendiendo entradas para el partido de vuelta. Lo hace con la advertencia de que devolverá el dinero "en el supuesto de que finalmente no se lleve a cabo la disputa de dicho encuentro". Aunque con el juez de su lado, lo suyo sería seguir adelante. Hasta proclamarse campeón de Copa en el exilio, y acabar así de una vez con las insidias sobre favores de varios regímenes.
Por la estabilidad del equipo no hay peligro. Tienen la destreza de funcionar sin alterarse en varios escenarios paralelos. Se vio de nuevo el sábado contra el Getafe. Cuando Benzema marcó el 2-0, él y unos cuantos se fueron a festejar; mientras, Cristiano atendía otras obligaciones. Se quedó enfurruñado en el área protestando al árbitro por el penalti que le acababan de hacer. Tenía razón, y se entendió unos minutos más tarde, cuando anotó él. Festejó el 4-0 con la rabia de quien culmina una remontada. Para Cristiano, el suyo siempre es el 1-0.
Cuando juega el Madrid, conviven habitualmente un partido general y otro de Cristiano, a los que Bale añade incluso un tercero. Se mueve por él desconectado del discurrir colectivo y de la lógica aparente: trata de jugar de espaldas, amontonado en el centro. Como un personaje de Héroes: obligado a vivir sin echar mano de su súperpoder, esa ventaja natural suya en los costados, a la carrera. Circula a contrapelo hasta que marca, sin importarle convertir el ataque del equipo en un barullo que sólo Benzema logra peinar.
El Madrid es capaz de destilar una rara belleza a partir de un manojo de disonancias. Cuajó el sábado una estupenda primera parte, sigue adelante con sus preparativos de la vuelta de la eliminatoria de Copa y bien podría no haber tirado aún el curso a pesar de lo que digan las portadas. Todavía estamos en otoño.