Griezmann acostumbra a marcar muchos goles (12 esta temporada), pero ninguno con tanta fe como el que anotó frente al Athletic, con un zambombazo que le sirve a los suyos para ser colíderes. O lo que es lo mismo, para aparecer como la sombra del todopoderoso Barcelona de Luis Enrique y confirmarse no sólo como una alternativa al título, sino también como un candidato firme a levantar el trofeo.
A su manera, con esa seguridad en defensa tan colchonera y aprovechando sus oportunidades en ataque. Y esta vez, también, escalando en una remontada que culminó en cima con dos tantos: el primero de Saúl y el mencionado del delantero francés (2-1). Pero qué más dan los goles, o la forma de jugar, o lo que sea. El Atlético tiene alma de líder, aunque en la clasificación figure como segundo. Y el resto importa poco.
La tarde lo tenía todo para ser grande: el conjunto del Cholo Simeone, tras su victoria ante el Benfica -quizá la más brillante de la temporada, además de aquella contra el Valencia-, se clasificó el pasado martes como primero de grupo a octavos de la Champions y este domingo, frente al Athletic, estaba en disposición de colocarse como colíder en la Liga. Eso, resumido, es lo que decían unas previas que, de alguna forma, anticipaban una gran jornada en el Calderón. Y así fue. Ocurre que, a menudo, las cosas no suceden tal y como se piensan. Ya saben, los días pueden amanecer soleados, pero también acostumbran a nublarse en determinados momentos. Cosas que pasan.
El caso es que, fenómenos meteorológicos aparte, el Athletic llegó con ganas de cambiar el estado de ánimo generalizado y se adelantó con un cabezazo de Laporte. Quiso dar por ahí el equipo de Valverde desde el principio y lo consiguió. Pero si algo han demostrado los hombres del Cholo es que se saben adaptar a las circunstancias. Y así lo hicieron. Esta temporada, no les había tocado remontar en exceso. Dio igual. Carrasco lo intentó primero con un disparo desde lejos y, al filo del descanso, apareció Saúl -el jugador del momento, sin duda- para empatar el partido de cabeza.
Mejoró el Atlético tras el gol de Laporte y marcó el empate, pero se echó la siesta en el arranque de la segunda mitad y estuvo a punto de costarle caro de no ser por Oblak, que sacó una mano prodigiosa en un disparo de Bóveda. Dicha circunstancia, preocupante, la solucionó el Cholo con un par de cambios. Primero entró Correa por Carrasco, y después hizo lo propio Torres por Vietto. Y, una vez más, acertó con sus movimientos.
Eso sí, el héroe fue otro. En realidad, el de siempre. Ese chico llamado Griezmann que aparece siempre que el equipo lo necesita y además lo hace como un huracán, arrollando todo a su paso. El francés le pegó desde fuera del área y culminó la remontada. Con esa fe de los días grandes, esa épica sin freno de los grandes relatos y la culminación que sólo merecen las buenas historias. Como este Atlético. Hoy sí, el primer equipo de Madrid.