En Europa, a menudo, el Mundialito no se percibe como un gran título. Ni siquiera es el más deseado. Pero sí es el fin de todos y cada uno de los equipos. La razón: el camino a Japón pasa por conquistar la Champions. Es decir, por alcanzar el objetivo prioritario de cualquier gran club del Viejo Continente. Por tanto, lo que este domingo se juega el Barcelona, más que un trofeo, es seguir la estela de Pep Guardiola y prolongar su legado, aunque ahora el que esté al mando sea Luis Enrique. Y, de paso, dar buena fe de aquellas palabras que pronunció el hoy técnico del Bayern de Múnich en 2009: “Si perdemos, todavía podemos ser los mejores del mundo. Si ganamos, seremos eternos”.
Desde aquel 2009 al que alguien acertó en capitular como el año de las luces, el Barcelona ha mantenido fiel su matrimonio con el Mundialito de clubes. Levantó el trofeo en aquella primera vez, con ese gol de Messi en el minuto 109. Y lo volvió a lograr en 2011, en lo que fue la culminación de la obra de Guardiola, como él mismo reconoció posteriormente. La razón: en aquella final contra el Santos, Pep colocó a Messi de falso 9 y por detrás levantó un enjambre de centrocampistas: Busquets, Xavi, Iniesta, Cesc y Thiago. El resultado, ya saben, fue la victoria del Barcelona, con posesiones del 80% y Neymar pidiendo por televisión un tránsfer rápido a la Ciudad Condal.
Este domingo, contra River Plate, el Barcelona puede convertirse en el campeón de campeones. Es decir, en el equipo que más Mundalitos de clubes acumula -no incluye aquí las Intercontinentales- . Y todo apunta a que así debería ser, en base a lo visto hasta ahora en dicho torneo. Porque el conjunto de Luis Enrique llega con todo a favor y, sobre todo, con Suárez en su mejor momento desde que llegó al Camp Nou: anotó tres goles en las semifinales contra el Guangzhou Evergrande y suma esta temporada 22 dianas y nueve asistencias.
Para levantar el tercer entorchado de la entidad, Luis Enrique cuenta con las dudas de Neymar -no ha jugado desde que se lesionó- y Messi, que ya estuvo fuera en las semifinales por un cólico nefrítico y podría quedarse sin disputar la final. De una u otra forma, al otro lado estará River Plate, que llega con la ilusión del primerizo, pero en un momento delicado de juego. Con Kranevitter, mediocentro, como gran referencia. Y con su portero, Barovero, en un buen momento de forma tras salvar a los suyos contra el Hiroshima. Sin él, no estarían ni en la final.
Perder este domingo no sería una tragedia para nadie. De hecho, hay quien lo catalogaría como un trofeo menor. Sin embargo, ganar el Mundialito da la oportunidad, precisamente, de pasar de ser el mejor equipo del planeta a entrar por la puerta de la eternidad. Es decir, pasar a la historia. Como el Ajax de Cruyff, el Santos de Pelé, el Bayern de Beckenbauer, la 'Máquina' de River, el Madrid de las cinco Copas de Europa o el Honvéd de Puskás. Quizás, incluso, como el Barcelona de Luis Enrique, que espera bautizo si se hace con su quinto trofeo este curso.