El Real Madrid destituyó finalmente este lunes a su entrenador, Rafa Benítez, a pesar de la ligera mejoría observada en el juego blanco durante su visita a Valencia, donde el equipo, sin embargo, perdió otra oportunidad de recortar la distancia con el Barcelona y el Atlético de Madrid. El técnico, resistido desde el verano tanto por el vestuario como por la afición, no ha sabido salvar la caída precipitada del equipo en juego y resultados desde finales de octubre.
Vapuleado por el Barcelona en casa en noviembre e incapaz todavía de ganar un partido contra un equipo ‘grande’, Benítez había salvado (con más suerte que gloria) ya algunos match-balls en casa contra Rayo Vallecano y Real Sociedad. Antes del partido en Mestalla se daba por sentado que una derrota sellaría definitivamente su destitución de Rafa Benítez. El empate, aunque meritorio si se tiene en cuenta la expulsión de Kovacic, no ha salvado a un técnico cuestionado por todos desde principios de temporada y que no supo ajustar su carácter al estilo de un club singular.
La directiva del Real Madrid ha decidido entregar el mando a Zinedine Zidane, entrenador del Castilla, pese a sus reticencias iniciales por recibir un vestuario diseñado por otros y con jugadores que considera desgastados. Benítez fue fichado para trabajar una plantilla “deteriorada” y evolucionar tácticamente al equipo. Medio año después, los resultados y el estilo de juego han hablado por sí solos. Por si fuese poco, los futbolistas no confiaban en él. Florentino Pérez quema de esta manera el último cartucho para contentar a una afición que ha convertido el Bernabéu en un concierto semanal de pitos tras un 2015 calificable como annus horribilis en Concha Espina.
La hinchada desconfiaba de Benítez por su carácter “defensivo”, pero ni siquiera las estadísticas le respaldaban: es el sexto equipo más goleado de la Liga. Otro capítulo decisivo en su cese es la falta de mando y carácter frente a equipos de postín. Ha sumado ante los equipos que participan en Europa el 27,7% de los puntos en juego. Carlo Ancelotti, en sus dos temporadas, logró el 50% y el 47%. José Mourinho, a su vez, el 86,1%, 80,5% y 80,5% respectivamente.
La sombra de Ancelotti
Benítez ha vivido una tormenta perfecta: en todo el madridismo sólo le han defendido (con intensidad declinante) la directiva y los miembros menos estelares de un vestuario que le apodaba el '10' con sarcasmo y se quejaba de su obsesión por el fútbol. Los líderes de la plantilla no estaban con él y han flaqueado durante estos meses. El contraste de Cristiano, Bale o Benzema trotando en media cancha mientras Modric y Kroos naufragan contra cuatro centrocampistas bien coordinados ha irritado a la masa social madridista.
Cristiano Ronaldo parece frecuentemente desconectado del equipo y naufraga en los partidos importantes (a pesar de sus registros goleadores en partidos poco decisivos o ya ganados). Sergio Ramos, renqueante de su hombro izquierdo, tiene ya una colección de errores impropios del capitán y tuvo un conflicto público con el técnico allá por septiembre.
Hospedado en un hotel madrileño, con su familia en Inglaterra, el ya ex técnico madridista era un hombre mucho menos cool que Ancelotti, el favorito de los jugadores: un caballero en los modales, un hombre que aprecia los placeres de la vida, un extraordinario gestor de egos cuya sombra ahora tratará de desterrar definitivamente un ex futbolista grandioso que puede mirar de tú a tú a cualquier miembro del vestuario: Zinedine Zidane.