El año del doblete, en lo más intenso de una de las celebraciones, sobre la hierba de un partido recién acabado, a Jesús Gil le pusieron un micrófono para que hablara con José María García, quizá su mayor enemigo público. Se esfumaron los rencores: el presidente atlético, en modo quiero a todo el mundo, pidió disculpas, dio las gracias. Sólo la distancia del campo al estudio libró al periodista de verse abrazado por un hombre entusiasmado que le triplicaba en peso. La victoria, como la oxitocina, es el olvido.
También en el Real Madrid, que ha necesitado volver a ganar la novena para sacudirse a Benítez. Mientras se dejaban ir en los partidos, los jugadores esparcían por los reservados de los asadores lo pesado que se les hacía el técnico. Iban a volear y les caía una teórica sobre biomécanica que les quitaba las ganas de todo. El documental "Red Army" sobre el equipo soviético de hockey sobre hielo, relata un momento similar: sus mejores jugadores sopesan perder a propósito para librarse de su entrenador, el tirano Víktor Tijonov. Sufrían también ellos ese desánimo que impide al Bernabéu disfrutar un 10-2. Ya para qué. Lo raro fue que después de abandonar la Copa el Madrid no dejara también la Liga rumbo a una abadía. Hasta que ganaron la novena.
La repetición en bucle de la volea de Zidane en Glasgow borró a Benítez en menos de 24 horas, del empate en Mestalla a la presentación oficial. Después, Zidane dijo que todo iba a ser exactamente igual (jugaría siempre la BBC, Cristiano lanzaría las faltas...), pero a todo el mundo le pareció evidente que nada iba a ser lo mismo. Recién re-ganada la novena, a los que pitaban a Bale le entraron las mismas ganas de estrujarlo que incendiaban a Gil aquella noche sobre la hierba.
En el Madrid no es nuevo este mecanismo de reciclaje sentimental. Al final del verano de 2013, después de que Neymar se les escapara hacia el Barcelona, los blancos ficharon a Cristiano. Es verdad que, como la novena, él ya estaba allí, pero en el palco de honor lucieron las mismas sonrisas de la primera vez, y la temporada acabó con la décima en Lisboa.
En el Bernabéu vuelven a venderse camisetas con el 5 de Zidane, y ya contra el Deportivo los jugadores parecieron dispuestos a hacer con él lo que no quisieron hacer por Benítez. Lo de Tijonov acabó de manera distinta: aquello era la URSS y él un antiguo coronel del ejército. Esperemos que esto no termine con el recuerdo perfecto de la volea calcinado.