Jugando mal, jugando bien, empezando ganando, empezando perdiendo... El Barça siempre gana. Ante el Sevilla (2-1) volvió a sufrir y tuvo un componente novedoso: tuvo que remontar. El equipo andaluz hizo los que pocos saben hacer, adelantarse en el Camp Nou, pero los culés supieron jugar a algo diferente a lo que les toca hacer normalmente.
En el día de Andalucía, el Sevilla salió respondón al Camp Nou. Quería sentirse protagonista y ser el equipo que acabara con la larguísima racha de imbatilidad del Barça. Precisamente ellos fueron los últimos que consiguieron doblegar a este equipo (2-1 en el partido de ida en el Pizjuán) que firmó otro paso más para una Liga que pocos dudan que no se vaya a ir a Barcelona.
Y la racha siguió. 34 partidos seguidos invictos, igualando al Real Madrid de Beenhakker de la temporada 1988/89. En Liga, es una vuelta entera (19 partidos) sin perder. Algo que acabará minando la moral de su único rival: el Atlético de Madrid. Si ni en estos partidos, a priori difíciles, el Barça tampoco pincha, ¿cuándo lo hará? Cada vez es más difícil responder a la pregunta.
Con un Sevilla cómodo sobre el verde del Camp Nou, solo sufrieron en la primera media hora con un córner que acabó en dos palos. Messi lanzó de esquina y cerca estuvo de hacer gol olímpico (de lo poco que le falta al argentino), ayudado eso sí por Coke, que con su cabeza desvió el centro. El rechace del palo le llegó a Suárez, que volvió a retumbar la portería de Sergio Rico con otro remate a la madera.
El Sevilla rondaba y rondaba el área de un nervioso Bravo (hasta el impronunciable Kolodziejzak crep peligro) y encontró un premio merecido cuando aprovechó un desajuste defensivo de la zaga culé. Tremoulinas se internó como quiso por la banda izquierda, seguramente de las veces más fáciles que lo haya hecho en su carrera, y en el segundo palo estaba un Vitolo que también se vio en una situación más fácil de lo normal. El canario, solo ante una mala marca de Jordi Alba, solo tuvo que empujar el balón.
Los andaluces, y sobre todo un Unai Emery que parece diluirse cuando pisa el Camp Nou, dejaron jugar al Barça y éstos, lógicamente, no lo desaprovecharon. Los de Luis Enrique se echaron para arriba, el Sevilla se encerró, aunque aguantaban como podían. Aguantaron hasta que apareció el de siempre. Falta en la frontal del área, escorada, pero para Messi no hay nada difíciles. Colocó su pie, miró a portería y marcó otra de esas exquisiteces a las que tan malacostumbrados tiene a los culés. El balón entró, literalmente, por la escuadra, dejando una imagen preciosa cuando se veía entrar el balón.
A los sevillanos les pilló mal la marcha a vestuarios y de allí salieron descolocados. Nada más salir, un error defensivo (cuando en todo el partido estuvieron serios) regaló un gol a Piqué, que acabó siendo clave. En el área pequeña, el central culé disfrutó de esa gloria de las que no suele gozar un defensa, aunque Piqué se está acostumbrando a ellas.
Siguiendo el guión de la primera parte, el Sevilla no se achacó, aunque esta vez ya remaba por detrás. Tuvo varias ocasiones que enmudecieron al Camp Nou, sobre todo una en la que Gameiro pecó de egoísta, disparando cuando tenía a su lado a un Vitolo que solo tenía que colocar su pie para marcar su segundo gol. El francés no le vio y eso que Iborra le había regalado medio gol, con un taconazo a la altura del arte que se suele ver en la ciudad Condal.
Acabó ahogándose el Sevilla en sus propias jugadas. Su ímpetu no sirvió ante un Barça dudoso, que aumenta sus dudas uniéndolo a un bajón físico, y futbolístico, de los últimos partidos. Pero a pesar de sufrir en varios partidos, los de Luis Enrique siguen ganando. No se cansan de ello.
El próximo reto, a inicios de temporada presentado como una quimera, ya parece real: conseguir la máxima puntuación histórica de la Liga. Los 100 puntos del Madrid de Mourinho y del propio Barça de Vilanova pueden ser devorados por los 102 que puede conseguir este Barça fiable, líder y ganador.