En el Calderón hubo niños sonrientes -además de el 'Niño', en mayúsculas-. Y familias felices. Y sol. Y buena temperatura. Y un estadio lleno. Y goles (5-1). Y fútbol. Y aficiones hermanadas. Y casi cualquier cosa que se puedan imaginar. Eso, obviamente, sucedió a las 16:00 de la tarde, una hora razonable para cualquiera. Y, salvo que los chinos así lo estipulen en su constitución, debería ocurrir más a menudo con el fin de vender una imagen atractiva de la Liga -también a la Europa que se va a dormir a las 22:00-. Pero eso quizá sea mejor dejarlo para otro día…
Hecha esta digresión, la realidad es que con contar lo que ocurrió sobre el césped es suficiente. Es decir, con hablar de la victoria (5-1) del Atlético basta. Porque, una vez más, el conjunto rojiblanco arribó los tres puntos: fijó su mirada en el partido a partido, se puso el mono de trabajo y metió presión al Barcelona, aunque éstos vayan sobrados de aquí a final de temporada. Y lo hizo sentenciando el partido en el primer acto y cerrándolo con fuegos artificiales, con el estadio esperando que los jugadores salieran del vestuario para despedirlos y los rojiblancos avisando de cara a lo que está por venir: el partido contra el Barcelona en la Champions League del próximo martes.
Huelga decir que tras un parón de selecciones siempre hay dudas. Ya saben, que si los jugadores llegarán tocados, que si no jugarán igual que cuando se fueron… Sin embargo, el Atlético cogió por el cuello a todos los fantasmas del pesimismo y los tiró por la ventana. Y lo hizo, además, brindando un día grande a los suyos. En primera instancia, con un gol de Torres al más puro estilo Barcelona: Koke se la puso entre líneas al 'Niño' y éste la picó por encima de Adán. Y más tarde, antes del descanso, con Griezmann haciendo el segundo y sentenciando el partido.
Pero la novedad de la fiesta la puso sobre el césped un tipo poco habitual, uno de esos currantes sin premio, uno de esos jugadores que no venden camisetas, pero que son igual de necesarios que los que se pintan el pelo. Hablamos, obviamente, de Juanfran, que recibió un buen pase de Correa -entró en la segunda mitad- se metió como un puñal en el área, controló e hizo el tercero. El lateral, tras el gol, se fue al banquillo a abrazar al 'Mono' Burgos y puso la música a todo volumen. Tanto es así, que el baile lo remataron Griezmann y Thomas para fabricar la manita.
Una vez bajada la música, queda por sacar algunas conclusiones que invitan al optimismo. La primera y quizás la más importante, que sin Godín el Atlético no sufrió en defensa, con el joven Lucas y el canterano Nacho como banderas de la retaguardia. Y la segunda, que ni Griezmann ha perdido el hambre en Francia, ni Torres se ha olvidado de marcar, ni el conjunto -lo más importante, sin duda- está agrietado. En definitiva, que el Atlético de Madrid llega en buena forma para enfrentarse al Barça. Y con manita incluida (con remite a Piqué). El resto da un poco igual.