El ‘Clásico del adiós’ decepcionó probablemente a Johan Cruyff, allí donde esté, protagonista de una noche emotiva y que parecía poco excitante en términos futbolísticos hasta que el Madrid demostró un carácter y un vigor físico inhabituales esta temporada. Los blancos invadieron el campo y el homenaje blaugrana al romper de un solo zarpazo (completamente inesperado) tanto el recuerdo a su legendaria figura holandesa como el récord de imbatibilidad (39 partidos) sostenido por el equipo de Luis Enrique. El gol de Ronaldo llegó cuando Ramos, el peor merengue, había dejado a sus compañeros con diez hombres y fue prueba irrefutable de la convicción del equipo de Zidane, que ganó en Barcelona sin utilizar a James ni a Isco.
El vídeo-homenaje, el himno y los niños, el ‘Gracias Johan’ y el minuto de silencio prometían una noche de apogeo barcelonista. Pero las estrellas culés estuvieron algo apagadas. Incluso conformistas. Seguramente algo disminuidas por los viajes con las selecciones sudamericanas; quizá ahorrando energía en un partido poco relevante para la tabla. Las del Madrid parecían contentas con evitar el desastre y lucían con gallardía el mono de trabajo que les había impuesto su entrenador. Era su primer clásico y necesitaba dar la talla.
Dominio blaugrana
Los primeros 25 minutos del partido, sin embargo, fueron claramente para el Barcelona, que aun sin demasiada velocidad tejía pacientemente la red en la que suelen enredarse todos los equipos que visitan el Camp Nou. Concentrado más que entonado, sin prisas, tocaba pacientemente ante un Madrid muy junto, algo adelantado, indudablemente enfocado en recuperar parte del prestigio perdido y encarar un mes crítico. Los dos equipos presionaban la salida del balón: los culés agobiaban a Casemiro en el segundo pase y el brasileño sufrió en algunos lances, pero su labor defensiva, atento siempre a Messi, acabaría manteniendo al Madrid a flote mientras los defensas (Carvajal, Ramos) se cargaban de amarillas.
Keylor Navas, que se había arrodillado y rezado segundos antes del pitido inicial, debió de ser escuchado: Luis Suárez falló incomprensiblemente un gol a puerta vacía antes del minuto diez y después el costarricense salvó un remate pegado al poste de Rakitic, cuando peor estaba su equipo, tapado por varios jugadores. Mediado el primer tiempo, la noche amenazaba decepción para los visitantes. Sólo Modric iluminaba el juego merengue. A los puntos eran mejores los herederos de Cruyff, que habían encerrado al Madrid en su área: perdido el balón, les esperaba un probable infierno.
Ayudas defensivas
El árbitro perdonó la expulsión de Ramos tras una falta a Messi en la frontal del área. Mientras el Camp Nou exhibía pañuelos, la ‘BBC’ daba un susto a la grada en un arranque de orgullo. El Madrid jugaba mal, pero su actitud era difícilmente reprochable en un partido muy desordenado, el ecosistema donde suele prosperar Marcelo (el mejor de los suyos), que colaboró permanentemente en medio campo y rompió por el centro en numerosas ocasiones para cambiar el ritmo blanco. El partido amenazó con desatarse varias veces, pero no lo hizo. La solidaridad visitante logró detener la hemorragia y no hubo más ocasiones. Hasta CR7 se afanaba en defensa; al Madrid no se le podía criticar por blando. Benzema perdonó el 0-1 en un fallo garrafal tras un balón suelto en el área de Bravo. No era un gran Clásico, Messi estaba desaparecido y su equipo especulaba demasiado. Empate justo entre dos equipos prudentes.
La segunda parte tuvo dos fragmentos claramente contrapuestos. En la primera el Barça tratando de dar una alegría a la afición el día de Johan, con Neymar encargado de sacudir la modorra general mediante arranques eléctricos que se acabarían esfumando. Los culés achuchaban ante su público y el Madrid seguía corriendo sin balón, en una suerte de suicidio programado. O así parecía. Cuando Piqué fusiló de cabeza un córner sacado por Rakitic en el minuto 57 (adelantándose a Pepe, bien bloqueado por Suárez), el partido amenazó con convertirse en una trampa de nuevo para el madridismo. ¿Cuál era su plan B?
Reacción impensada
Los blancos perdieron definitivamente la pelota y se metieron en su campo, pero por poco tiempo. Les apareció un ángel, Marcelo, que enfiló un jugadón por el centro, habilitado por Modric en la salida (nadie sale de la presión como el croata) y cedió a Kroos para que su centro al bulto, tras un rebote, fuese rematado a gol en media chilena por Benzema. El francés redimía su pésima primera parte. Sólo habían pasado cinco minutos y el Madrid se había recompuesto. El Barça seguía intentándolo, pero sin demasiado ritmo ni orden. Ni tampoco demasiadas ganas. El Madrid respondía con velocidad y más caos todavía, directamente de la defensa a la delantera, abriendo el juego a las incursiones por sorpresa de Marcelo y un Carvajal que (como Benzema) crecía con los minutos. Los blancos no habían parecido más frescos en toda la campaña.
Suárez, extrañamente impreciso, estuvo a punto de desnivelar el encuentro en un maravilloso empalme con el exterior a pase de Messi, pero el balón lamió el poste y el Madrid siguió trabajando, con oficio y generosidad, soñando con la sorpresa a la espalda de los laterales.
Y así fue, en un final de partido que sí estuvo por fin a la altura de las expectativas. A Bale le anularon un gol de forma muy dudosa en el minuto 80, por empujar a Alba, y Ronaldo mando un balón al larguero un minuto después. El Barça se había dormido y el Madrid llegaba indudablemente con más gasolina a las postrimerías del encuentro. Instantes después Ramos vio la roja que llevaba mereciendo todo el partido, en el mejor momento de su equipo, pero sus compañeros no notaron la ausencia del capitán en los diez minutos restantes. Zidane probablemente debió haberle retirado en el descanso.
Cuando Cristiano remató a las redes un centro de Bale tras controlar con el pecho, el madridismo gritó de alegría en todo el planeta. La solidaridad blanca había terminado con el récord de imbatibilidad culé y amargado la fiesta de reunión del barcelonismo. Se cumplían, encima, 24 años de la muerte de Juanito. En el momento y el lugar indicados, los merengues recuperan prestigio y devuelven la afrenta del 0-4 de la ida. Cuanto más inesperado, mejor regusto queda.