Se acabó. La pesadilla del FC Barcelona tuvo su fin en Riazor. Lo que se presentaba como un partido clave para la Liga acabó siendo un paseo triunfal de los de Luis Enrique en A Coruña, al más puro estilo de hace un mes. Descomunal goleada (0-8), manotazo en la mesa y aviso a sus rivales: lo malo ya pasó.
El Barça recuperó la imagen, la cara y las fuerzas en el momento más decisivo. Fue a Galicia presionado por primera vez, con la realidad de que un pinchazo suyo le quitaba el liderato. Y contestó de forma autoritaria, machacando a su rival y cerrando la herida que sangró durante todo el mes de abril.
Fue el partido de Luis Suárez. Cuatro goles y dos asistencias bien le valen para ser ya nombrado oficialmente como el salvador culé. Porque el uruguayo dio la cara en un momento clave para tapar cualquier mínima opción de remontada de sus rivales. Fue un encuentro completísimo, en el que lo hizo todo bien y que le sirve para reivindicarse después de un tiempo en el que era más protagonista por agresiones que por goles.
Y eso que el festín comenzó con un gol ilegal, por empujón de Suárez a Sidnei cuando el 9 azulgrana fue a rematar. No vio nada el árbitro y el partido se decantó. Pero, sorprendentemente, el Deportivo dio la cara y le dio dos sustos a Bravo, primero con un débil remate de Borges tras un exquisito pase de Lucas Pérez y después con una doble jugada de ambos jugadores. Fueron los únicos minutos en el que se vio mal al Barça.
A partir de ahí, llegó lo que pocos se podían esperar. Gol tras gol sin que hubiera final. Así se fue el Barça a los ocho finales, en una goleada excesiva. Siempre fue protagonista Suárez, que marcó el segundo tras un espectacular pase de Messi de tacón.
Nada más comenzar la segunda parte, marcó Rakitic el 0-3 y fue ahí cuando el Dépor firmó la derrota. El Barça lo vio y quiso irse de Riazor con una humillación que más por hacer daño a los gallegos (en la primera vuelta le quitaron dos puntos), lo hacían para reivindicarse. Y bien que lo hicieron. Fue un abuso más por rabia que por ganar tres puntos.
Luis Suárez marcó el cuarto y el quinto y brindó a Messi el sexto. Con apenas movimiento en el partido (parecía ya amistoso), hasta Bartra marcó. El central catalán fue titular por la sanción de Piqué, apenas tuvo trabajo y aprovechó la fiesta para marcar en Riazor. Desde el centro del campo corrió y llegó al área sin oposición. Fue lo que mejor representaba el partido: un Barcelona haciendo lo que quería y un Deportivo que apenas ponía oposición.
Del partido se cuenta poco. Este 0-8 vale más para lo anímico y para todo lo que rodea al fútbol. El Barça para (y lo hace a lo grande) su sangría de derrotas y sale del coma. Y lanza el mensaje que retumba ya en sus rivales: falló, y lo hizo tres veces, pero aquello ya pasó. Y además golea en el duelo que, a priori, era más difícil. Solo le queda ya la visita a Sevilla (Betis) y Granada (última jornada) y recibir a Sporting (próximo compromiso) y Espanyol.
No estaba muerto el Barça, no. Estaba de parranda.