Casi sin darme cuenta, las últimas semanas me he encontrado jugueteando con la idea de que al final la Premier se le escape al Leicester. Está ahí de repente, dando vueltas, como ese resto final de caramelo de eucalipto que entretiene la lengua: cuando ya no está, no puede uno estar seguro de en qué momento ha desaparecido, porque el frescor que deja también es el caramelo. Así que esa idea de que al final el Leicester no gane, en realidad no se me ha ido nunca del todo. No está claro qué es peor: si la perspectiva de los coelhos del fútbol abalanzándose sobre la historia, o el disgusto de todas las aficiones huérfanas que han adoptado a Ranieri. Intenso, aunque fugaz.
En otoño de 2011, cuando después de unas cuantas jornadas el Levante seguía en cabeza de la Liga, The New York Times envió un periodista a ver qué se cocía. Algunos periódicos de aquí enviaron a sus periodistas a ver qué le pasaba al periodista del New York Times: "Me sorprendió que con tan sólo 12.000 aficionados en el campo puedan estar por delante de equipos como Real Madrid y Barcelona". Todos buscaban lo mismo. Un equipo minúsculo estaba donde no debía estar (al frente de la liga, en las páginas del New York Times), y en eso debía haber alguna lección.
En lo del Leicester, de momento hay sobre todo mucho de consuelo. Ganarán un poco por todos, se dice. Y también: si ellos pueden lograr algo que se encuentra muy lejos de su alcance, cualquiera puede. Pero es mentira. Si ganan, lo harán por ellos. Si rescatan a alguien, serán ellos los rescatados. La revancha con la vida que en algún momento los mandó a la octava división inglesa, a la segunda francesa, o a la segunda española; ese desquite será sólo de Vardy, de Kanté, de Ulloa. Quizá también un poco de gente como Lee Jobber, el gigante que toca el bombo desde hace 13 años en el estadio King Power, y que nunca pensó ver al Leicester ni siquiera entre los diez primeros. Pero ya.
¿Y si se les escapa la Premier? Basta que el Tottenham no gane este lunes en Stamford Bridge para que la atrapen, es cierto, pero la idea sigue rondando. ¿Se recordaría más su triunfo o su fracaso? "Si hubiera ganado el Tour, nadie hablaría ahora de mí", ha dicho Raymond Poulidor, que terminó tres veces segundo y cinco tercero. Si el Leicester no gana, se dirá que el fútbol les debe una. Lo dirán sobre todo aquellos que más pronto olvidarán el chasco. Pero el fútbol no le debe nada a nadie. Si se quedan al borde, es posible incluso que Vardy, Kanté y Ulloa lo recuerden luego como un logro más que como un fracaso. Tampoco pensaron nunca llegar al segundo puesto. En todo caso será una bella historia que durará más que el Levante. Aunque caigan sobre ella bandadas de coelhos.