El FC Barcelona ha ganado 14 de las Ligas disputadas en los últimos 25 años, desde que el ‘Dream Team’ de Johan Cruyff conquistase su primer campeonato y pusiese fin a la supremacía de la Quinta del ‘Buitre’. El dominio culé en el fútbol español desde que el holandés regresase al Camp Nou es incontestable.
Y sin embargo, el Real Madrid no ha vivido con zozobra ni angustia el fin de este sueño liguero (un sueño de baja intensidad desde que el Barça recuperase su nivel habitual): puede contentarse con volver a ser ‘el primer equipo de Madrid’ en la tabla y, sobre todo, con haber trabajado discreta y eficazmente para rearmar un equipo que, más allá de la final de Milán, vuelve a ofrecer solidez y señales de esperanza para el futuro próximo. Se ha perdido otra Liga, pero el banquillo tiene un ocupante claro sólo cuatro meses y medio después del despido de Rafa Benítez y la elección de Zinedine Zidane como última bala de plata en la recámara deportiva del florentinismo.
Hace dos meses Zidane daba la Liga por perdida: su boca pronunciaba palabras de ilusión, pero la mirada le delataba y sus jugadores no mantenían un discurso tan corporativo. El explosivo triunfo (con diez hombres) en el Camp Nou dio la vuelta a la temporada como un calcetín: hasta entonces el equipo no había derrotado a un solo equipo ‘grande’ y la vuelta contra el Wolfsburgo se erguía en el horizonte como un monstruo de múltiples cabezas.
La ‘pájara’ del Barça en abril fue dotando de contenido a unas palabras que hasta entonces resultaban huecas (bastaba con ver las rotaciones en Liga para proteger el sueño de la Undécima). Hasta este mismo viernes mantuvo ‘Zizou’ su alegato: “Mientras los números no digan lo contrario, nos nos vamos a rendir y vamos a seguir luchando”.
Una reacción que puede servir para el futuro
Y así lo han hecho, sin demasiada brillantez (Vallecas, Anoeta, etc.) pero con resultados y actitud competitiva. Las doce victorias merengues consecutivas permiten imaginar un campeonato 2016/17 verdaderamente igualado desde el principio (a diferencia de éste), en especial sabiendo que el Madrid está obligado a gastar dinero en este mercado de verano por la sanción de la FIFA. Desde la buena victoria de Benítez y sus hombres en San Mamés - a finales de septiembre - hasta la sorpresa del Camp Nou el mes pasado, la Liga blanca había dejado un reguero amargo de derrotas contra los poderosos y goleadas intrascendentes contra los débiles.
Hace solo seis semanas, ¿quién hubiese imaginado un final de temporada tan halagüeño en la casa blanca? Zidane supo resucitar a Cristiano, recuperar la condición física de la plantilla y unirla en torno a su figura, mezcla de autoridad incuestionable, complicidad y actitud zen ante el circo futbolístico. El bajón del Barça fue el regalo inesperado del destino a un debutante del que dudaban más de los que lo admitían en público, pero que ha sabido conjugar con notable discreción el manual sus dos predecesores: Ancelotti (gestión de individualidades, espacios para la libertad o incluso el disfrute) y Mourinho (aprender a correr coordinadamente en defensa, ganar en “solidaridad”, repliegue defensivo sin complejos contra equipos especialmente capaces).
Antes de Cruyff la Liga española era una obligación para el Real Madrid. Últimamente cada título doméstico conseguido por los blancos es una triunfal hazaña. Y este segundo puesto, si se vuelve a las pasadas Navidades, o a finales de febrero -tras el derbi del Bernabéu-, tiene el regusto de un premio. Ni siquiera el rocoso Atleti de Simeone ha podido resistir su acelerón final. Zidane dijo en la previa del partido de Riazor que no sabe si se ha ganado seguir como entrenador del primer equipo madridista y alabó, como siempre, el trabajo de los jugadores: “Eso para mí es lo que más vale porque había muchas dudas, algo que entiendo".
Hace demasiadas semanas ya que el Madrid no tenía nada que perder: Cibeles hubiese sido una exageración en un torneo doméstico que nunca mereció ganar. La fijación del club era la Undécima, pero la regularidad del último tramo liguero (dejando aparte Milán) retira cualquier sospecha sobre la capacidad de Zidane para continuar la temporada próxima. Con un detalle: esta vez la plantilla la habrá diseñado él.