Si en el fútbol estuviese todo inventado nadie estaría pendiente. Al éxito se puede llegar por diferentes caminos y de maneras diversas, a nadie le importa la lírica cuando salta instintivamente a celebrar, menos aún en una final de Champions. En el caso de Atlético de Madrid y Real Madrid, esos planteamientos tienen poco en común, pero ambos se han construido a base de trabajo, de probar y corregir. No se puede simplificar. Son sistemas con soluciones para distintos momentos y quien sepa cómo encarar esa confrontación tendrá mucho más cerca el cetro europeo.
Identidades reflejadas en los números
Los dos finalistas son equipos de los que podemos presuponer una actitud determinada de cara a la final: el Atlético firme en defensa y el Real Madrid intentando encontrar la rendija con el balón. En el caso de los colchoneros, ha sido un año de transformación. Los fichajes y las salidas marcaban un cambio de estilo, pero la hoja de ruta tuvo alteraciones. Simeone hablaba en verano de priorizar más el talento en los onces, pero los tropiezos de Óliver Torres, Luciano Vietto, el desplome de Jackson Martínez y las dudas de Koke en el mediocentro obligaron a una vuelta al libreto más clásico del ‘cholismo’.
El mejor entramado defensivo del mundo, un equipo que puede sobrevivir a las avalanchas ofensivas de Barça y Bayern, un grupo que aprieta los dientes convencido de que tendrán su ocasión. Y así es. Una idea que se ha visto potenciada por los planteamientos de sus rivales en cuartos y semifinales.
El Atlético ha tenido menos el balón (promedia 200 pases menos que el Real Madrid), ha sido más directo (17% de sus pases han sido en largo) y ha buscado siempre avanzar con el balón (3 de cada 4 pases colchoneros han sido hacia delante). No hay duda de que el Atlético pasa más tiempo en su campo que el resto de grandes, lo cual no tiene por qué ser negativo mientras aproveche sus posesiones. Con el balón no se especula, se busca profundizar lo antes posible.
El Real Madrid todavía no sabe con qué idea inició la temporada, pero desde la llegada de Zidane se ha despejado el panorama. Se quiere el balón, mucho más que con Ancelotti, se toca más y se agrupa en campo rival. Por una cuestión de tiempo, a este Madrid le quedan más ajustes que hacer –por eso la presencia de Casemiro ha sido innegociable con el técnico francés- pero a la ya apabullante calidad individual ha sumado un plan que recupera protagonismo para Kroos, Modric y Marcelo.
Algo que junto al estado de forma de Dani Carvajal, Cristiano Ronaldo, Karim Benzema y un Gareth Bale que ha dejado sin argumentos a sus detractores, hace del Real Madrid un equipo capaz de todo. Los blancos combinan mucho (más de 660 pases por partido), arriesgando poco en esos balones (92% de acierto) y no tiene prisa por llegar a la meta rival (el 57% de sus pases se dan en la medular y sólo el 28% cerca de la portería rival).
Ideas diferenciadas que se han visto potenciadas por las eliminatorias. Aunque el PSV en octavos le dejó el balón al Atlético de Madrid, tanto Barcelona como Bayern son conjuntos de mucha posesión, algo que a Simeone no le preocupaba porque es capaz de crear más peligro que su rival aunque sólo tenga el 30% de la posesión. En el caso blanco, Roma, Wolfsburgo y Manchester City no intentaron quitarle la posesión, ya que no tenían cómo, simplemente se adaptaron.
Certezas en la portería
Muchas cosas han cambiado desde que la Copa de Europa vio a Real Madrid y Atlético peleándose por el título en 2014. La principal mejoría en el conjunto blanco es la seguridad en la portería. En aquella final de Lisboa, una acción desacertada de un Iker Casillas decadente obligó al Real Madrid a cambiar sus planes.
Este año está Keylor Navas, un portero que no sólo salvó al Real Madrid de Benítez en repetidas ocasiones, sino que dio resultados a Zidane cuando necesitaba tiempo para implantar su idea. En la meta rival tampoco estará el hombre de 2014, Courtois, reemplazado por Oblak. Un recambio ideal por sus similitudes con el belga, no sólo por los aciertos sino por la seguridad que transmite, aunque por arriba no sea tan fiable. Eso en el Atlético de Godín no es tanto problema, lo que no gane el meta lo despeja el uruguayo.
Tanto Keylor (88,9% de efectividad) como Oblak (86,7%) tienen registros muy altos en las eliminatorias de esta Champions. El meta esloveno ha tenido más trabajo, porque su equipo juega más replegado y permite más tiros (72 disparos, 30 de ellos a puerta), pero defienden tan bien su área que obligan a disparar más desde fuera (el 49% de las veces). En el Real Madrid se corren más riesgos, le disparan menos pero desde más cerca, el rival tiene más opciones de profundizar en ataques directos y se acercan más al portero (el 67% de los disparos en contra fueron desde dentro del área de Keylor).
La importancia de los laterales izquierdos
Es difícil imaginarse un partido en el que los laterales izquierdos tengan tanto protagonismo. Filipe Luis y Marcelo son vitales para los planteamientos de sus conjuntos y deberán ser protagonistas si quieren salir de Milán como campeones. Filipe Luis no sólo da la salida de balón más limpia cuando el Atlético de Madrid está bajo presión, bien sea con sus pases o a base de regates y conducciones, también es su mayor certeza defendiendo el uno contra uno. Mientras que Juanfran en la derecha necesita de más ayudas contra regateadores, Filipe es más fiable y tendrá que frenar al que más ocasiones crea del rival, Gareth Bale. Filipe tendrá que estar fino contra el galés tanto en el uno contra uno como por arriba en centros laterales.
En el plan de toque y más toque del Real Madrid, la imaginación de Marcelo es uno de los mayores activos en ataque. El brasileño mezcla la amplitud pegado a banda con pases interiores precisos (83% acierto) al alcance de muy pocos, menos aún en su puesto. Además de regatear (3,4), también tiene presencia en los metros finales (1,6 disparos). El reto para el brasileño también estará a su espalda, donde Saúl puede hacer mucho daño. Además el Atlético tiene una salida de balón directa si busca el balón colgado a su costado (Marcelo sólo ha ganado 0,1 duelos aéreos por partido de Champions en 2016).
La eterna duda con Casemiro
En un Real Madrid alicaído, la llegada de Zidane fue un soplo de aire fresco en lo emocional. Se notó en unos jugadores que recuperaron sensaciones con el paso de los partidos. En lo futbolístico también se apreció la mejoría en lo colectivo, Kroos y Modric con más balón alegran a cualquiera, pero en esa adaptación al plan faltaba el apartado defensivo.
Con Sergio Ramos en sus habituales vacaciones de noviembre a abril, Pepe lejos de su tono físico y Varane entre lesiones e inseguridades ya habituales, a Zidane sólo le quedaba una opción: Casemiro. El medio brasileño ha sido una gran noticia -que Ramos y Pepe haya vuelto a ser decisivos es culpa suya- pero también una debilidad en ciertos contextos.
Cuando el Real Madrid saca el balón, Casemiro se esconde para no molestar a Kroos y Modric pero, como han demostrado ya varios rivales, si les presionan y el balón tiene que pasar por las botas de Casemiro el Real Madrid sufre.
Contra un Atlético impenetrable, y ahora que Pepe y Ramos están a buen nivel para defender las carreras de Griezmann, poner a Casemiro puede suponer una facilidad para que los de Simeone dificulten la salida de balón: cubriendo a Kroos y Modric y esperando el fallo del brasileño, que tampoco sería muy difícil.
Otro aspecto importante es que Casemiro no se lleva bien con el primer toque: controla, pisa, se gira y pasa. Es decir, si el Atlético está descolocado él cede segundos valiosos. Contra Simeone se necesita regate, verticalidad y dinamismo en el medio. Todos ellos antónimos del brasileño.
Es una final llena de alternativas, de virtudes y de pequeñas batallas individuales como Marcelo-Saúl, Filipe-Bale, Kroos y Modric contra las recuperadores colchoneros. Un título en el que cada detalle puede suponer una concesión decisiva.