7.633 kilómetros es la distancia total que separa Madrid de Ámsterdam (1768), París (1270), Glasgow (2392), Lisboa (628) y Milán (1575). Contando que una vez allí, hay que volver, son 15.266 en total. Un dato, a priori, irrelevante, pero que refleja lo que ha tenido que recorrer el madridista que haya estado presente en todas las finales europeas del Real Madrid de las dos últimas décadas.
David es uno de ellos. Vivirá el sábado en Milán su segunda final de Copa de Europa en tres temporadas, quinta en total, algo que contrarresta con la espera de 12 años en el siglo XXI o con la de 32 en el XX, aunque esta última él no la viviera entera. Final a la que fue, final que ganó su equipo. En San Siro volverá a animar al Madrid.
Ámsterdam, la primera e inigualable
Su primera final fue la de Ámsterdam en 1998, inolvidable para todo el madridismo porque se cerraban 32 años de sequía en la Copa de Europa: “Como esa final no ha habido nada ni creo que lo haya. Siempre escuchaba a mis abuelos o a mis tíos decir que el Madrid ganó la Copa de Europa. Yo no lo había vivido nunca. Estar en Ámsterdam, primera vez, y ganarla, que nadie lo imaginaba entonces, fue brutal”, recuerda.
“En Ámsterdam descubrí lo que era una final de Champions. Todo lo que hubo antes del partido estuvo muy bien, yendo por las calles y palpando el ambiente antes de que empezara”. Aunque para David, lo mejor estaba por venir. Tras acabar el partido, y al marcharse de un Ámsterdam Arena “del que costó salir porque de allí no nos queríamos ir”, fueron buscando algún lugar para cenar. Estaba todo cerrado. Una vez encontrado ya uno, un grupo de periodistas les dio la mejor noticia de la noche. “¿Pero qué hacéis aquí? ¿No sabéis que tenéis a los jugadores a dos manzanas?”, les avisaron.
“En aquella época ni había Twitter ni Facebook ni Whatsapp. Teníamos entendido que se volvían a Madrid después de la final, pero se habían quedado”, recuerda. “Rápidamente nos fuimos, ni recuerdo si llegamos a pagar, y de repente nos vimos con los jugadores. Estuvimos con ellos. Yo me había comprado una camiseta para la final y en pocos minutos estaba llena de autógrafos. Mijatovic, Suker, Raúl, Morientes… allí estaban todos. También mitos como Molowny, Del Bosque…”. Lo mejor estaba por llegar. Al día siguiente, volvieron a encontrarse con los jugadores y entonces David pudo levantar la Copa, la de verdad, la que horas antes elevaba a los cielos de Ámsterdam Manolo Sanchís.
A pesar de lo que supuso el gol de Ramos 16 años después, David se sigue quedando con el de Mijatovic: “El de Lisboa es la épica; el de Ámsterdam algo especial. Era por fin ganar la Copa de Europa, la primera para los madridistas de mi generación”. Aunque reconoce que lo más parecido a la Séptima fue la Décima: “En París (2000) y Glasgow (2002) los nervios y la emoción eran mucho menores, porque jugamos año sí, año no, la final. En Lisboa fue por cómo se dio”, comenta este madrileño de 43 años. En algo sí supera la de 2014 a la de 1998: “De las cuatro finales, es con diferencia en la que peor lo pasé. El gol de Ramos no lo celebré. Me quedé parado, sin hablar con nadie”.
David tiene anécdotas en cada una de las finales a las que fue, aunque en cuanto a organización y preparación se queda con la última. “En Lisboa el viaje fue muy cómodo. Nosotros teníamos el hotel reservado desde noviembre, estábamos seguros de que íbamos a llegar a la final. Aunque fue un caos y un desastre en muchas cosas, fue la primera vez que viví una Fan Zone, ir a museos de la UEFA, tomarte una cerveza en el centro de la ciudad…”, relata. “Ámsterdam me pilló de nuevas y París era una ciudad enorme”. ¿Y Glasgow? “¡Llegué tarde al partido! Íbamos desde Londres en tren y se averió. Cuando entré al estadio acababa de marcar Lucio para el Leverkusen. Miré el marcador y ya iban 1-1”.
A Milán, en furgoneta
Para David y sus amigos, la final no sólo es un partido que dura dos horas. “A nosotros nos gusta ir dos días antes, disfrutar de la ciudad. Buscamos pasarlo bien. No concebimos ir sólo un día sólo a ver el partido”. Él pertenece a la peña París 2000, "pequeña, de amigos", fiel al Madrid y más en sus viajes fuera de España: “Hemos estado en Rusia, Chipre, Marruecos, Japón… y la ilusión se sigue manteniendo”.
El ritual se repetirá en Milán. Y el viaje será diferente. En esta ocasión, han alquilado una furgoneta que saldrá desde Villarrobledo (Albacete) en la madrugada del jueves al viernes. Esperan llegar por la tarde a Milán, en un viaje de más de 15 horas. David no irá con ellos, porque por temas de trabajo tiene que hacer primero escala en Bruselas. Desde la capital europea marchará a Italia. Lo que no se sabe es cuándo volverán, en principio el domingo: “Si perdemos, la vuelta será rápida y sin paradas”, bromea, “pero si ganamos… nos lo tomaremos con tranquilidad”. David y sus amigos, un grupo de nueve, son algunos de los afortunados a los que les tocó una entrada, en un procedimiento diferente al de antaño.
“Ahora la parafernalia previa ha cambiado mucho”, nos cuenta. "Para coger una entrada para Ámsterdam recuerdo que me fui al Bernabéu y apunté mi teléfono y nombre en unas listas que había. No había tantos procedimientos como ahora. A los pocos días me llamaron diciendo que tenía entrada. No sé ni cómo lo hice”.
No sólo ha cambiado eso, sino todas las actividades que organiza la UEFA para los aficionados que se acercan a la final: “Recuerdo que en Ámsterdam no había prácticamente nada. Ahora con las Fan Zone y todos los actos está mejor”. Aunque las 30.000 entradas que se lleva el organismo europeo en la final es otra cosa de las que indignan: “No he vuelto a ver una animación como la que se vivió en el Ámsterdam Arena”.
"El aficionado moderno es cómodo, viene a hacer fotos"
También el aficionado ha cambiado. “En Lisboa me pasó una cosa que me pasa muchas veces en el Bernabéu. Al empezar el partido, te pones de pie y a los 30 segundos la gente se queja porque no ve. El aficionado moderno es cómodo, hay que sentarse, comer pipas o palomitas. Viene a grabar, a hacerse fotos”. En otras finales eso no pasaba, porque como recuerda el protagonista, “prácticamente no había ni móviles”.
Añora David los años en los que equipo y afición estaban más cerca entre ellos: “Ahora, ni aunque estemos alojados al lado en el mismo hotel, no te puedes imaginar que compartan la victoria contigo, ni te firmen autógrafos o te dejen la Copa como en Ámsterdam”.
Pide David una final “cómoda”, porque el corazón ya aguantó en Lisboa, pero no se sabe si volvería a hacerlo. “Vaticino un partido táctico de Simeone, muy similar al de Lisboa: intenso, con presión, y si hay una oportunidad de gol, lo harán, y después a defender, que para eso defienden bien”. Para él, un madrileño que vivió los años en los que el Atlético era incapaz de ganar al Madrid, hubiera sido inimaginable verse en esta situación: “A cualquier persona le dices hace cinco años que el Atleti va a jugar dos finales de Champions y no te cree”.
“Si se hubiera jugado esta final cinco años antes íbamos tranquilos porque el Madrid iba a ganar. Pero el Atleti ha demostrado que sabe jugar muy bien a este Madrid”, continúa. “Hubiera preferido una final ante el Bayern, no por cambiar de rival, sino de estilo. Porque esto será una repetición de Lisboa, salvo que pase algo raro en los primeros minutos”. Sólo pide que esa final de 2014, que David no ha vuelto a ver entera “aunque lo quitaría a los 20 minutos porque futbolísticamente no fue atractivo”, no se repita el sufrimiento, del que “casi muero de un infarto”. “Yo no quiero ni prórroga ni mucho menos penaltis. Un 1-0 al descanso y después un 3-0 para estar cómodos”.
Llega el Madrid a la final de la mano de Zidane, un técnico que “ha sabido unir a los jugadores y ganarse el respeto de ellos”, reconoce. “Cuando tienes a jugadores excelentes, al final ganas. Si tienes al mejor Ramos, Xavi, Iniesta, Xabi Alonso, Busquets, o Casillas, ganas. El entrenador gestiona bien el grupo. Pero cuando la cosa se ha puesto más seria y hay que innovar, peor nos ha ido”. Habla de Del Bosque, un “gestor de emociones” para él, al igual que Ancelotti o Zidane. “Son entrenadores que gestionan bien el grupo y al ser exjugadores saben cómo funciona un vestuario. A nivel táctico no son muy buenos, pero en la gestión del grupo sí. Por eso son gestores de emociones”, nos comenta, bromeando con que tiene un defecto, el de “ser muy mourinhista”.
Estará David el sábado en Milán, como estuvo un 20 de mayo de 1998 en Ámsterdam, un 24 de mayo de 2000 en París, un 15 de mayo de 2002 en Glasgow y otro 24 de mayo, pero esta vez de 2014, en Lisboa. Talismán y fiel madridista, un amigo colchonero le dijo que “no le podía decir que ganara el mejor, porque el mejor es el Madrid". "Que gane el que se lo merezca”, le añadió. David no duda. “Que gane el mejor, el Madrid, que se lo merecerá”.