Michel Platini no se equivocaba cuando pronosticó, hace cuatro años, que en una Eurocopa de 24 países habría “algunos partidos menos interesantes”. Se quedó, sin embargo, muy corto: la Eurocopa de 2016, la primera tras la ampliación ejecutada por el ex presidente de la UEFA, ha tenido con suerte algunos partidos buenos. En un mes de sacudidas sísmicas para el continente, su torneo deportivo estelar ha ofrecido un fútbol timorato, tenso, ultraconservador, enardecido sólo por las sorpresas de selecciones debutantes que han sabido aprovechar la ‘generosidad’ de Platini y sus herederos para “abrir el campeonato a toda Europa”: una decisión que sólo ha producido beneficios aparentes en el terreno económico.
La mediocridad del menú futbolístico eurocopero está íntimamente ligada a la expansión del campeonato en un 50%, de 16 a 24 equipos. La simultaneidad del ‘Brexit’ propicia símiles ineludibles con las tensiones en la Unión Europea, cuyo ensanchamiento también amenaza con inmovilizar una institución que vive tiempos de congoja: la ampliación del torneo ha devaluado los estándares de calidad y el interés de los cruces después de que la segunda fase se partiese en dos –una llave muy fácil y otra terrorífica– por el enrevesado sistema de adjudicación de pases a terceros clasificados. La abundancia de equipos configuró una primera fase aburrida, a pesar de la sorprendente igualdad entre selecciones: era complicado quedarse fuera de los octavos (sólo uno de cada tres equipos).
La presencia en la final de Portugal, que no ganó un partido en tiempo reglamentario hasta las semifinales, basta como ejemplo del pobre nivel exhibido. La supervivencia ha sido el valor fundamental en un campeonato gris. En la UEFA no quieren ni admitir la posibilidad de un retorno al formato anterior: como predicaba en 2012 el autor del invento, Michel Platini: “Imagínense qué ocurriría con el seguimiento del fútbol aquí si Bulgaria nunca participara en un torneo importante… No será bueno para el fútbol, será bueno para las aficiones y para las audiencias”. Una consulta popular ofrecería probablemente un resultado contrario a los intereses del ente europeo, centrados en sumar mercados secundarios a su propuesta de negocio. En privado, muchos profesionales admiten el bajón de calidad. En público, pocos (pero señalados); Joachim Löw afirmó tras la eliminación alemana que "24 equipos están de más. El Mundial también va a aumentar a 40. Cada vez son más. Será un problema a largo plazo. Por momentos, hay una sensación de que no se está ayudando al fútbol y que se está perdiendo calidad”.
Negocio floreciente
Mientras tanto, la profecía de Platini sobre los aspectos financieros del torneo sí parece haberse cumplido: más selecciones significan más partidos, más entradas, más spónsors, más TV, más negocio (se sabrá cuando la UEFA publique su próximo informe financiero). A pesar del temor a ataques terroristas, 800.000 turistas (casi la mitad de los espectadores totales) han visitado Francia. Los patrocinadores sonríen y los hoteles de las ciudades sede han aumentado un 21% de media el coste de las habitaciones. Según la Organización para el Comercio y el Desarrollo de Europa (OCDE), el campeonato deja en Francia un beneficio de 1.200 millones de euros de valor añadido, tras haber desembolsado previamente 1.700 millones en concepto de inversión.
Las televisiones también han obtenido beneficios. Telecinco, que compró derechos de emisión en abierto tras meses de negociaciones con la UEFA, ha vivido su mejor mes de junio desde 2008. Los partidos de Eurocopa, los previos, posts y prórrogas copan las 20 emisiones más vistas de junio en la cadena de Mediaset, a pesar de la eliminación de España. El partido inaugural, Francia-Rumanía (con un 33,8% de ‘share’: 4.490.000 espectadores), es el arranque de Eurocopa más seguido desde 1996. Y la competición acoge 91 de los 100 anuncios más vistos del mes. La enorme popularidad de las 'cenicientas' (Islandia, Gales o Irlanda del Norte) ha mantenido a los espectadores frente a la pantalla, evitando desastres económicos en la segunda fase.
Ni exhibiciones, ni estrellas, ni muchos goles
La igualdad entre selecciones presuntamente dispares y el mal juego han caracterizado un campeonato en el que Alemania fue la mejor, pese a su derrota incomprensible en semifinales, y en el que España no logró abanderar finalmente el buen juego anunciado en sus dos primeros encuentros. Sin demostraciones sostenidas de superioridad (ningún equipo ganó sus tres primeros partidos, algo que no pasaba desde 1996), tampoco el mercado veraniego de fichajes será revolucionado por el rendimiento de individualidades descollantes, con excepción quizá del francés Payet, el galés Robson-Kanu o la joven hornada croata. La reforma del torneo ha racionado, en lugar de multiplicar, los dones futbolísticos: la precaución defensiva generalizada ha entregado partidos ensimismados, cuando no tediosos, resueltos con frecuencia por goles postreros que disfrazaron el escaso rango de las propuestas deportivas.
Los ‘grandes’ de Europa (con excepción de Griezmann, Pepe y Ronaldo, a medias) han deufradado: Lewandowski, Ibrahimovic o Kane, máximos goleadores de la Bundesliga, Ligue 1 y Premier League, apenas vieron puerta. Rooney regresó humillado a Manchester. Iniesta no repitió la hazaña de 2012 y Hazard apuntó maneras para implosionar después frente a Gales.
El promedio goleador no escapa a la escasez general: hasta la final se había anotado 107 goles en 50 partidos: 2,14 goles por encuentro. La cifra es inferior a la edición de 2012 (2,45), la última de 16 equipos, y al Mundial- 2014 (2,7).
Seguridad: aprobado final
Los aficionados y la prensa acreditada (no así las fuerzas de seguridad) han experimentado una relajación inconsciente a medida que pasaron los días sin atentados y los incidentes de ‘ultras’ rusos, croatas o ingleses desaparecieron después de un inicio muy preocupante de torneo. La huelga general de la primera semana tampoco benefició al espectáculo. La respuesta masiva de las aficiones ha constituido una victoria a la intimidación en la primera fase. El torneo termina pacíficamente sin necesidad de que los órganos disciplinarios de la UEFA se hayan visto obligados a intervenir de nuevo.
2020: de Bilbao a Bakú
Podría decirse que el futuro del torneo dependerá del resultado de las elecciones a la presidencia de la UEFA del próximo mes de septiembre, pero la satisfacción de los organizadores se aleja del desengaño popular. 51 de 54 federaciones europeas aprobaron en su momento la ampliación del campeonato a 24 selecciones (votaron en contra Inglaterra y Alemania). Lo único seguro hasta ahora es que la fase final de la Eurocopa 2020 tendrá 13 sedes diferentes en otros tantos países (desde Bilbao a Bakú, con final en Wembley). La fiesta debe continuar.