En ocasiones el fútbol es justo con el humilde y permite que el equipo más desfavorecido pueda vencer e incluso humillar, a punta de amor propio y garra, al que tiene por principal arma el desembolso financiero.
El Atlético de Madrid gastó este verano tres veces más (repetimos: tres veces más, es decir, el triple) que el Real Madrid en el apartado de fichajes. Sin embargo, este sábado volvió a demostrarse que el fútbol no sólo tiene que ver con el dinero, y que hay espíritus indomables que, desde la modestia, son capaces de hacer morder el polvo a quienes se pavonean con la chequera.
No sólo el Madrid empezó esta temporada sin fichajes de relumbrón como los del Atleti, sino que, llegados al punto en que ambas escuadras debían verse las caras por primera vez, el club de Concha Espina se presentaba con los efectivos justos, hasta el punto en que yo mismo, en estas páginas, llegué a apostar por un triunfo de los del Cholo. Lo hice en parte por apuntarme a la corriente tan en boga del contragafe y en parte por convicción. Cuánto me alegra haberme equivocado. El Madrid no tomó nota ni del exhibicionismo financiero de su rival ni de sus propios infortunios, y propinó a los de Simeone un repaso muy digno de cerrar los derbis del Calderón, si por digno entendemos representativo de lo que ese estadio ha visto, por lo general, en los cruces entre ambas escuadras. Qué mejor homenaje al vetusto estadio, en su camino hacia el desguace, que una última dosis de business as usual.
Ocurre que ni la plaga de lesiones que asolaba a los de Zidane ni la prepotencia económica del Atleti importaron lo más mínimo, porque el Madrid es ahora mismo una causa incendiaria, un afán ciego, una pulsión invencible. Salvo en contadísimas grandes citas europeas, no recuerdo haber visto un Madrid tan absolutamente en trance como el que vimos en este derbi. El Madrid lo hizo todo bien pero además lo hizo todo bien a toda leche. Pocas veces me ha transmitido el Madrid con más claridad la sensación de que cada futbolista tenía claro qué hacer con el balón un buen rato antes de recibirlo.
La porfía (y la excelente colocación táctica) para cada balón dividido, la velocidad en el toque, lo preclaro de las mentes y lo raudo de las piernas vikingas parecían tener perplejos a los colchoneros. Alguno como Koke, para mayor estupor, había tenido que saltar al campo confundido de inicio al ver frente a sí (y no en el banquillo) a Isco y a Nacho. Erró en la previsión de la suplencia de sus compañeros de selección. No así en la de su propia titularidad, aunque el partido de Koke demostró que (paradojas del fútbol) es posible ser titular y no jugar ni un sólo minuto en el mismo partido.
Mencionar a Isco como acabamos de hacer y no agregar que descerrajó un partido para la antología suprema del balompié sería sortear al riesgo de una exageración, o no. Otros destacados fueron todos, pero algunos otros destacados sobre los destacados fueron Nacho y, claro, Cristiano.
Hace tiempo que Nacho Fernández dejó de ser el defensa que juega en el Real Madrid cuando no queda otro que esté sano, pero lo de este sábado fue otra cosa. Fue un punto de inflexión en su carrera: a partir de hoy, no sólo por lo del Calderón pero sobre todo por eso, es el que juega mientras otro no demuestre que es capaz de ofrecer la misma ardua, pétrea, seria eficacia. Hace un tiempo no lo era y es posible que en un tiempo deje de serlo, pero hoy por hoy Nacho es el mejor defensa que hay en el Real Madrid. Descomunal el canterano. Porque esa es otra: la cantera del Madrid (Carvajal, Lucas, Nacho) ganó en esta ocasión a la cartera del Atleti.
Y Cristiano. Cristiano. Un gol de falta con fortuna, otro de penalti discutible y otro donde solo tuvo que empujarla. Mejor para que rabien más quienes no querrán admitir que el gran mérito de su estratosférico encuentro estuvo en todo lo demás. El director de un periódico deportivo ha inventado el término "distefanear" y no ha tenido mejor ocurrencia que aplicárselo a Messi. Lo que Cristiano hizo sí que es parecerse a Di Stéfano o a lo que los viejos cuentan de él. Ambos (aunque el primero rinda tributo a la razón posando ahora como el pensador de Rodin cuando anota) sabían y saben que el fútbol sin corazón no es nada. El corazón es el Madrid. El talonario es el Atleti y está a nueve puntos.