En una soleada mañana de domingo, los relojes de Avellaneda marcan las 8:30 y algunos, pese a ser día de descanso, ya bregan contra el sueño como si fuera un lunes cualquiera. No vienen de fiesta ni se van a trabajar. Tampoco han salido de la cama para hacer ejercicio, ni para comprar el pan. Al contrario, saludan un nuevo día con la pesadumbre que origina la despedida a un amigo.A esta hora, el número 1200 de la avenida Mitre se tiñe de una tonalidad cromática reconocida en cada esquina de la ciudad argentina, donde el celeste al alimón con el blanco conllevan cierto trazo doctrinal para la hinchada más fanática de Racing Club.
Han transcurrido diez minutos desde que 50 coches, dos camionetas y 10 motos, arrancaran, entre el estruendo de los motores, desde el punto de encuentro. La comitiva, integrada por más de 150 personas, se desplaza hasta la calle Italia como las mareas imparables que auguran los grandes naufragios.
Quienes desfilan en tropel, al grito de “Racing, Racing”, quienes alborotan el ambiente con el rugido del claxon, son los integrantes de la 'Guardia Imperial', el nombre con el que se conoce a la afición radical del equipo de la ciudad, que se asoma por la entrada del Cilindro de Avellaneda, el campo del conjunto, con el objetivo de pasear por el estadio el féretro de uno de los capos más legendarios de la organización: Luis Ignacio Gómez, más conocido como “el Rulo”, que ha fallecido dos días antes.
Su templo está cerrado: no hay partido. Pero eso no es un obstáculo. Ante la violenta actitud de los protagonistas, los dos hombres de seguridad que custodian las instalaciones apenas ofrecen resistencia. A un lado, a salvo, abren la puerta 12 bis, por la que ingresan los alborotadores con el ataúd a cuestas. Durante 15 minutos, los 150 incondicionales rodean el terreno de juego mientras recuerdan a su compañero. “El Rulo es de Racing, de Racing no se va”, cantan, ante la impasible mirada de la seguridad, que, en vez de avisar a la Comisaría Primera, con jurisdicción sobre el estadio Presidente Perón, acata órdenes de una acongojada junta directiva que suplica por que el asalto no salga a la luz.
Una verdad, que todos saben pero que nadie admite, derriba los cimientos de poder que ostentan quienes dirigen los clubes del fútbol argentino: nadie manda más que ellos. Los hinchas. Los rebeldes. Aquellos que acuden al estadio para librar una lucha sin cuartel contra los rivales. O contra ellos mismos. Porque, en un deporte que hace gala de su capacidad de unión, los radicales fomentan todo lo contrario.
Por ello la muerte de “Rulo”, quien había liderado varios enfrentamientos internos entre distintos grupos de la Guardia Imperial, fue tan trascendente. La parca se llevó a un símbolo, a quien controló durante varios años el poder en las tribunas y, tiempo después, formó su propia facción, Los Rulos (junto a sus tres hijos), para que el apellido conservara el peso que antaño encarnó su figura.
Prácticamente retirado, Gómez se vio aquejado por una enfermedad terminal que se convirtió en el detonante de la última guerra civil entre varios bandos de la hinchada. Para financiar el tratamiento médico de su padre, los tres hijos de la víctima pidieron un préstamo de 30.000 pesos a la 'Guardia Imperial', que ingresa unos 300.000 pesos -diez veces más de lo solicitado- por partido gracias al merchandising y la reventa de entradas. La negativa de una parte de la organización no sentó bien a la familia Gómez, que se alió con la facción Villa Corina para hacer frente a quienes se habían negado a ofrecer ayuda económica al mito caído.
Aislados y enfadados, los Rulos emprendieron un conflicto interno cuyos ecos están lejos de silenciarse. La semana pasada irrumpieron armados en su sede, Villa del Parque, para marcar su terreno. La disputa, que se saldó con dos heridos, provocó que la autoridad vetara la admisión de los líderes de la 'Guardia Imperial' a los estadios de la provincia de Buenos Aires.
No era la primera vez que los barras bravas habían escogido las armas como método de justicia. En 2013, varios integrantes de la facción stone de la organización fueron condenados a 12 años de cárcel después de asesinar al periodista Nicolás Pacheco, una víctima más de una extensa lista que comprende a 321 asesinados por el fútbol argentino.
Cuatro años más tarde, los miembros de la 'Guardia Imperial' continúan en guerra. Ahora son unos. Entonces fueron otros. Pero todos, los de ayer y los de hoy, lucharán -y lucharon- por demostrar su fuerza. Más allá de la vida. Más allá de la muerte.
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