El Eibar se impuso al Leganés (1-0) en un choque que recordó viejos tiempos, con un fútbol gris, meteorología adversa y escasez de goles. Los armeros celebraron por todo lo alto el 70 aniversario de la inauguración de Ipurúa y lograron tres puntos que alejan cualquier tipo de fantasma antes de su visita al Camp Nou.
La primera parte deparó muy poco fútbol vistoso. El Eibar salió al césped intentando ganar el centro del campo y llevar la manija del juego, pero Garitano había diseñado un buen plan para no dejar a los armeros acercarse a la portería de Cuéllar.
Así, el único peligro del Eibar llegó con un par de internadas de Capa por la banda derecha, sin consecuencias. El Leganés tuvo en el primer acto a un muy buen Omar Ramos como su hombre más incisivo.
De sus botas salieron los dos acercamientos más peligrosos de los visitantes, que tampoco eran capaces de inquietar a Dmitrovic.
La segunda parte arrancó con intensa lluvia. Ya se preveía más abierta con la salida de ambos equipos, tratando de ir más al ataque que en los primeros 45 minutos.
Y no tardó en romperse el partido, cuando Gálvez siguió una jugada que él mismo había iniciado desde el centro de la defensa y cabeceó a la red un centro de Inui, para dar calor a unas gradas contagiadas hasta ese momento por el ambiente invernal.
El propio jugador nipón tuvo una clara ocasión en una cabalgada desde su campo, pero disparó por encima del travesaño de la portería de Cuéllar y el Eibar se empezaba a gustar.
Garitano movió sus fichas en el banquillo y Mendilibar le contestó buscando un mayor control del centro del campo ante la previsible avalancha del Leganés en pos del empate. Pese a ello, los armeros supieron dormir el partido y no dieron ninguna opción a su rival.