Fútbol y 'procés': Jaume Roures, la mano que mece la cuna del separatismo
El magnate audiovisual es el nexo que conecta el dinero árabe del PSG o Bein Sports y a la Liga de Fútbol Profesional con Junts pel Sí, TV3, Junqueras, Puigdemont, Podemos y otros impulsores del 1-O.
27 septiembre, 2017 00:38Noticias relacionadas
La semana en la que Gerard Piqué acuñó la frase del verano (“Se queda”), mientras la prensa seguía el juego al ‘crack’ culé, Jaume Roures (Barcelona, 1950) afirmó en Radio Marca que Neymar no se quedaba. “El propio mutismo del jugador lo delata”, dijo con sagacidad el empresario catalán (aunque poca gente le hizo caso). La resolución de ese culebrón es bien conocida, aunque su onda expansiva -la inflación del mercado futbolístico y la burla de las reglas de equidad financiera de la UEFA- sea aún incalculable.
Mucho más sutil es el vínculo que une el traspaso del ‘crack’ brasileño con el ansia secesionista de una parte de la sociedad catalana: el propio Roures, vector que conecta al PSG, a Bein Sports, a la Liga de Fútbol Profesional, a Mediapro, a Junts pel Sí, a TV3, a Al Jazeera, a Oriol Junqueras, a Puigdemont, a Pep Guardiola, a Joan Laporta, al Girona City, a Podemos y, en definitiva, al ‘procés’.
Jaume Roures, el productor millonario que se aupó a hombros del zapaterismo para ayudar a cambiar España con La Sexta, ha logrado adueñarse del negocio futbolístico y del relato ‘emancipador’ soberanista con una paciencia y una inteligencia poco habituales: el hombre que alumbró a Podemos con La Tuerka y ayudó a radicalizar a la CUP ha contribuido con admirable discreción a poner a la España del 78 al borde del precipicio usando el fútbol, sus vínculos con la Generalitat y el dinero árabe como palancas. Una fabulosa contradicción ideológica que combina dos doctrinas aparentemente incompatibles: el nacionalismo con el trotskismo.
No hay estampa más gráfica de esta incoherencia que lo sucedido en Barcelona el sábado 26 de agosto, una semana después del atentado de Las Ramblas. Durante la manifestación antiterrorista a la que asistieron Mariano Rajoy y el Rey, la CUP clamó contra "las relaciones de amistad y económicas de la monarquía española con las monarquías pérsicas, como Qatar y Emiratos, que financian al Daesh y son culpables de lo que sucedió en Barcelona". Apenas un rato después de esa concentración, sobre las nueve de la noche, Pablo Iglesias, Oriol Junqueras y Xavier Doménech (diputado de En Comú Podem) se reunían alegremente en casa de Roures, el trotskista convertido en magnate con los petrodólares (precisamente) de la monarquía catarí. Una hipocresía rayana en el insulto a la inteligencia.
Reflejar el inmenso poder del fundador de Mediapro (grupo nacido hace 20 años y convertido hoy en una multinacional audiovisual con sedes en cuatro continentes) requiere un ejercicio de asociación de asuntos conocidos que encuentra en el microcosmos del FC Barcelona su metáfora definitiva. Los esfuerzos de la llamada Santa Alianza por defenestrar a Josep María Bartomeu de la presidencia culé antes del 1 de octubre tuvieron en Neymar su carga de mayor profundidad.
Se trataba de devolver al club a los tiempos ‘felices’ de Joan Laporta, íntimo amigo de Roures, cuando su alineamiento con la política separatista de la Generalitat era casi absoluto y Pep Guardiola, otro socio del productor catalán (a través del hermano pequeño, Pere, hoy copropietario del Girona FC a medias con empresarios árabes), daba lecciones de fútbol al mundo entero.
La ‘bomba’ de Neymar estuvo financiada por el dueño multimillonario del PSG, Tamim bin Hamad Al-Thani, emir de Qatar y socio en beIN Sports de Roures y Mediapro. Al-Thani miraba por sus intereses, probablemente no tenía en la cabeza el proceso independentista en Cataluña y la unión de agentes obsesionados con sumar al Barça, de nuevo y cuanto antes, a la orgullosa deriva soberanista que llevó al diputado Lluís Llach a confiar en que los culés acabarían eligiendo cualquier Liga, consumada una hipotética secesión, porque "somos el caramelo más importante del sur de Europa".
"La gente del Barça se informa a través de TV3”
Mediapro se había aliado con el Gobierno de Junts pel Sí, la cadena autonómica TV3 y la vieja guardia del laportismo para intentar desplazar a Bartomeu, el hombre que en 2015 le había quitado los derechos televisivos del club para vendérselos a Telefónica. Colocaron peones en diversos lugares estratégicos: Jordi Finestres, exjefe de comunicación de Joan Laporta, pasó a integrar el equipo de Puigdemont; Vicent Sanchis, director de la cadena Barça TV durante el laportismo, comenzó a dirigir la televisión regional catalana. En un reciente desliz en la Cadena COPE, Roures justificó el descenso de audiencia de Barça TV porque “la gente del Barça se informa a través de TV3”.
La Generalitat nunca escondió su matrimonio con Mediapro, que ha cubierto la fachada de su sede en Barcelona con banderas catalanas y utiliza tanto el dominio '.es' como '.cat' en su web. Su vicepresidente, Oriol Junqueras, bendijo en mayo al grupo audiovisual arrancando su gira estadounidense en la sede que tiene la multinacional en Miami (la misma que está siendo investigada por la Fiscalía de aquel país por el presunto pago de sobornos dentro del macrocaso ‘FIFAgate’: coimas por encima de los 200 millones de dólares entre directivos de empresas de comunicación y mandatarios del fútbol en la jugosa compraventa de derechos televisivos de campeonatos internacionales).
A cambio, la productora vinculó su destino definitivamente al ‘procés’ con el rodaje del documental Las cloacas de Interior, desarrollado a partir de las denuncias sobre el presunto uso partidista del Ministerio en cuestión para perjudicar e incriminar a políticos independentistas catalanes en la anterior legislatura. La pieza asume el discurso de la Generalitat y acusa al Gobierno de haber cometido todo tipo de irregularidades para perjudicar a las dos cabezas más visibles del movimiento independentista: Artur Mas y Oriol Junqueras.
Pese a su celo político, Roures nunca pierde de vista el paisaje empresarial. Tiene presencia en el consejo de administración de Atresmedia a través de otra de sus empresas, Imagina, dueña del 4,2% de su accionariado, pero ello no le impide coquetear con Mediaset (recientemente le dio la publicidad de Gol, su cadena de TDT deportiva, a la matriz de Telecinco).
Público, El País, El Periódico
Cuando se trata de dinero, los ideales menguan: los exempleados del diario Público, que fundó en 2007, tampoco le perdonan “haberse cargado el periódico” (como dicen tres exempleados del mismo a EL ESPAÑOL) para volver a recomprar la cabecera en una subasta judicial cuando antiguos trabajadores querían montar una cooperativa. El nivel de odio de su explantilla al prócer audiovisual es sorprendentemente alto cinco años después de la desaparición del periódico en papel.
Roures es bastante aficionado a querellarse contra los medios: lo hizo a finales de 2014 contra El País por una información sobre sus presuntos depósitos millonarios en paraísos fiscales (ganó el pleito) y mantiene actualmente la amenaza de otra denuncia contra Crónica Global por las informaciones que ese medio ha divulgado sobre contrataciones externas realizadas por TV3 en los últimos años y que, en parte, benefician a su empresa.
Pese al desastre de Público, existe un rumor muy difundido en Barcelona según el cual la Generalitat quiere ahogar políticamente a El Periódico de Cataluña, el único gran diario catalán que se resiste a la deriva independentista, para complicar sus refinanciaciones, bajar su valor de mercado (aprovechando el maltrecho estado del Grupo Zeta) y acabar vendiendo la rotativa (a Roures, por supuesto) con objeto de extender el mensaje soberanista y el tirón de Esquerra Republicana entre las clases populares.
El matrimonio Roures-Bein
La alianza Mediapro-Bein ha cambiado el mundo del fútbol (y estimulado, por oposición, el movimiento ‘Odio eterno al fútbol moderno’). Aunque parezca insólito, ese mismo dinero catarí que ha llenado las carteras de los clubes españoles ha servido para azuzar la ruptura de España en la lógica del relato ‘democrático’ de Artur Mas y compañía.
El vínculo entre Roures, Al-Thani y Nasser Al-Khelaïfi (mano derecha del emir, presidente ejecutivo de Bein y del PSG) es extraordinariamente estrecho. Mediapro USA tiene los estudios de Miami, esos mismos que visitó Junqueras para estrenar su frustrada gira diplomática, al lado de Bein USA: se encarga de gran parte de su producción. (El centro de producción de Bein Asia se ha instalado curiosamente en Singapur, también cerca del de Mediapro).
Roger Huguet, que dirigía la operación de Mediapro en el país norteamericano y está implicado por el FBI en el caso ‘FIFAgate’, acordó hace unos meses pagar 600.000 dólares y colaborar con la Justicia estadounidense para reducir sus condenas por sobornos y corrupción.
Visto con perspectiva, es chocante que el dueño del PSG tratase de fichar a Neymar en plena ofensiva catalanista y pocos uniesen los puntos que ligaban esa desestabilización con el opulento socio de Roures, Al-Thani, que ha financiado buena parte de los más de 3.000 millones que Mediapro ha invertido en controlar todos los derechos del fútbol desde el año 2015.
Bein Media es una filial de Al Jazeera, propiedad a su vez de Qatar Media Corporation, una compañía controlada por la familia real catarí, Al-Thani. El empresario trotskista logró colocar en la camiseta del Barça el nombre de una monarquía semi-feudal que está en la mira de todo el planeta. Pocas veces algo tan obvio ha sido menos glosado.
Pugna por el control del Barça
La guerra subterránea del magnate mediático más poderoso de Cataluña con la actual directiva del Barça (equipo del que es socio, aunque suela disimular su afición al fútbol) afloró hace casi dos años, cuando presentó una denuncia por espionaje contra el club, y ha tenido su batalla más cruenta con la salida de Neymar.
Roures siempre calificó la decisión de ceder los derechos de televisión del Barça a Telefónica como “política”; se quedó “con la sangre en el ojo”, como dice un latinoamericano que lo conoce bien, y planificó una venganza en plato frío. El movimiento de Bartomeu había alterado el panorama radicalmente: supuso un fuerte golpe para Mediapro, rehizo el equilibrio de fuerzas entre los dos grandes grupos audiovisuales y obligó a una negociación justo antes de que entrase en vigor el decreto de venta centralizada de los derechos del fútbol.
El romance de Mediapro con el fútbol, sin embargo, continúa viento en popa: sin ir más lejos, la compañía de Jaume Roures y Tatxo Benet ganó la subasta para la emisión en España de la Champions League por tres temporadas, de 2018 a 2021. Los datos concretos de la oferta se desconocen (el rumor es que pagaron algo más de 1.100 millones de euros, unos 370 millones por temporada, más del doble de lo que se abonó en la anterior puja). La lista actualizada de la UEFA en su página web confirma la sólida alianza entre Mediapro y Bein Sports: los derechos han sido asignados a ambas empresas.
El negocio funciona a la perfección desde hace años: en septiembre de 2014, Roures se aseguró también los derechos de la Champions League para las temporadas 2015-2016, 2016-2017 y 2017-2018, junto a Atresmedia y TV3. Era una pésima noticia para Telefónica, que unos meses antes le había arrebatado la F1 y el Mundial de MotoGP exhibiendo sus armas para la eterna batalla de los derechos del fútbol.
Medio año después, Roures reconoció oficialmente que Bein Sports había estado detrás de la compra de la Champions League. En una entrevista concedida a El Mundo, dijo: "Llevamos 13 años trabajando con Bein. Fuimos contratados para construir Al Jazeera en Qatar; hemos hecho lo mismo en EEUU, Francia, Turquía... Hacer Bein aquí en España forma parte de nuestra relación y no es un salto cualitativo, sino una evolución natural. Que ellos comprasen Mediapro sí sería un salto cualitativo, pero eso no va a pasar".
La irrupción del Girona 'City
El trío amoroso entre fútbol, Mediapro y nacionalismo catalán viene reforzado en este año crucial por el Girona FC, exitosa franquicia del Manchester City (otro gran cliente de Mediapro). Ferran Soriano, su director ejecutivo, fue consejero delegado de Spanair, una empresa con fuerte apoyo de la Generalitat que terminó completamente hundida. Los miembros de su Consejo de Administración fueron inhabilitados tras la quiebra; entre ellos Tatxo Benet, otro de los tres socios de Mediapro (algunos, por cierto, habían invertido millones en la línea aérea). Después lograron salvarse mediante recursos, en una demostración práctica más de las ventajas que conlleva tener dinero y unos buenos abogados.
Soriano, que había sido vicepresidente deportivo del Barça en años de gloria, superó el desastre de Spanair emigrando al City, una entidad construida a golpe de petrodólar y con una gestión catalanizada para emular al Barça triunfante de su hoy técnico. El ejecutivo pobló la directiva de Manchester de cerebros culés y explotó los conflictos internos del club catalán en su gestión: contrató a Txiki Begiristain, Jorge Chumillas, Esteve Calzada, Nuria Tarré. La televisión oficial del club se la encargaron, cómo no, a Mediapro.
Los más de 500 millones gastados y la importación del talento catalán no trajeron en la primera temporada de Guardiola el éxito deportivo, pero el City se ha consolidado como la primera franquicia de fútbol global, y hace unas semanas anunció la compra del club gerundense junto con el Girona Football Group, vinculada estrechamente con Pere Guardiola, agente de futbolista y hermano de Pep.
Detrás de la compra del Girona, camuflada por una serie de empresas europeas que desentrañó El Confidencial, está la familia Al Nayan, gobernante de Emiratos Árabes Unidos (otra acaudalada monarquía petrolera) y propietaria del Manchester City. El Girona, recién ascendido a Primera División, tiene cinco jugadores cedidos por los ingleses. "Les ayudaremos en lo que podamos", dijo ‘Txiki’ Begiristain, director deportivo de los ‘citizen’, al día siguiente del ascenso del equipo catalán a LaLiga.
La influencia del desierto
Nunca un trozo tan pequeño de desierto tuvo tanta influencia en el mundo. El cofre catarí y emiratí es inagotable, su conexión con Roures y su proyecto muy estrecha. Guardiola fue embajador de la impopular candidatura de Qatar a organizar el Mundial de 2022, ese que obligará a trastocar la planificación mundial de este deporte para sortear sus temperaturas veraniegas de 50 grados.
El reino árabe patrocinó al Barça durante años, hasta que Josep Maria Bartomeu quiso sacar más tajada. Después los socios de Roures se convirtieron en un poderoso enemigo. Intentaron incluso fichar a Messi, una forma segura de acabar con el dubitativo Bartomeu. Los socios, sin duda, preferían de spónsor a Unicef. El candidato opositor Agustí Benedito llegó a afirmar que "Qatar está detrás del terrorismo yihadista". Pilar Rahola lo expresó en Twitter de otra forma: "Qatar, el amigo del Barça que oprime mujeres y emigrantes, persigue homosexuales y disidentes y potencia el integrismo".
Hasta la proverbial pulcritud alemana cede cuando llueven los fajos de dinero del desierto: el poderoso Bayern Múnich (cuyo director general, Karl-Keinz Rumenigge, criticó duramente la elección de Qatar como sede del Mundial por las temperaturas) lleva hoy publicidad suya.
El dilema de Javier Tebas
El peso del riyal catarí hizo que Javier Tebas (hoy paradójicamente enfrentado con el PSG y el City) mantuviese varias reuniones con su Gobierno para negociar que el emirato se convirtiera también en el patrocinador principal de LaLiga la pasada temporada. La actitud de Tebas con el caso Neymar (“el PSG ha meado en la piscina”, declaró) es ambivalente en el mejor de los casos: logra no aparecer como ‘empleado’ de Roures y profundiza en su papel de dirigente siempre incómodo, comprometido (y locuaz).
Sin embargo, en diciembre de 2015 La Liga adjudicó a Movistar 'el Partidazo' por 750 millones de euros en tres años y a Mediapro los ocho partidos de pago por 1.900 millones. Una buena parte de los directivos de LaLiga más cercanos a Tebas actualmente provienen de Mediapro: otra alianza exitosa de Roures.
Tebas parece incurrir en una grave contradicción: alimenta la máquina (Qatar) que luego le mata, reventando el mercado y debilitando a la liga española con la salida de una de sus principales estrellas, llamado a ser el futuro Balón de Oro. Un botón de muestra de la profundidad de su asociación con Roures, el socio de los árabes, es que hasta Podemos, una criatura alumbrada entre otros por el empresario catalán, habló bien de Tebas (una persona en sus antípodas ideológicas) cuando se presentó el informe parlamentario sobre el control económico de LaLiga: un hecho francamente insólito en términos políticos y explicable en términos estratégicos.
Acabar con la España del 78
Roures prestó su casa a Junqueras y al líder de Podemos para acercar posturas, de cara al 1 de octubre, sobre un pacto poselectoral en Cataluña. La velada llegó incluso al Pleno del Congreso de los Diputados, donde Rajoy pidió explicaciones a Iglesias por su reunión secreta. Una pieza más del puzle separatista: fue otro gran amigo de Roures, el influyente empresario de medios Oriol Soler (otro de los principales cerebros ocultos del ‘procés’, poco amigo de los focos), quien organizó la cena entre Iglesias y Junqueras en casa del magnate audiovisual.
Con el líder del partido @ahorapodemos @Pablo_Iglesias_ en Barcelona. #NoTenemosMiedo. pic.twitter.com/lh2w3CX56w
— Mohammed Al Kuwari (@Amb_AlKuwari) 26 de agosto de 2017
Pablo Iglesias, con el embajador de Qatar en España, en la manifestación contra el terrorismo de Barcelona.
Gracias a Messi y a la sensatez de Ernesto Valverde, el misil de Neymar no ha logrado, hasta la fecha, ni mandar a Bartomeu a su casa ni sustituirlo por un presidente vinculado estrechamente con el ‘procés’. El plan incluía que Ferran Soriano regresase al Barça y liderase el vector catalanista del fútbol (ya que el Espanyol no participa en ese juego, como se sabe) con el ‘Girona City’ consolidado en Primera y aspirante en un par de años a la Europa League (absorbiendo sin descanso talento del Manchester).
Roures aparece en este mapa como un poderoso y discreto gestor del nacionalismo, subido al trasatlántico del dinero de Qatar y provisto de una paciencia infinita (rasgo que destacan todos los consultados para este reportaje): dos armas que le permiten jugar la partida política con tiempos vaticanos y retar al presidente del Gobierno en los medios mientras se desplaza a Madrid con frecuencia para cenar con secretarios de Estado o celebrar sus cumpleaños en locales de lujo de la capital con 'catering' catalán de tres estrellas Michelín.
Aficionado a viajar, el jefe de Mediapro evita desplazarse a Estados Unidos desde hace casi un año (ni siquiera acompañó a Junqueras cuando visitó su sede en Miami). Recela de las posibles derivaciones de la investigación del ‘FIFAgate' estadounidense, algunos de cuyos ‘co-conspiradores’ están aún por identificar, cuando tiene exempleados que han aceptado colaborar con la Justicia.
En España, mientras tanto, Roures es “el jefe de toda la banda” (en palabras de un presidente de Primera División), el enlace que une fútbol, independentismo e izquierda: un hombre con una misión, enfocado en conseguir los recursos necesarios para financiarla. El fútbol es apenas un medio, y su aliado Javier Tebas aparece a vista de pájaro como un peón más de su estructura. Asombra semejante capacidad de persuasión y tal acumulación de poder. “Jaume”, como dice un antiguo amigo íntimo suyo, “lleva ganando batallas toda su vida porque todo el mundo lo ha enfrentado por partes: Prisa, Telefónica, RTVE, los Gobiernos de turno…”.
La personalidad poliédrica de Roures escapa a cualquier etiqueta simplona: no es comunista al modo soviético, no es nacionalista al modo de la CUP, no es empresario al modo habitual. “Para penalizar las ideas que defiendo, como el marxismo, me llaman millonario", dijo este año, poco después de engordar su patrimonio con un castillo del siglo XVI en Orriols (Gerona). Él quiere ser trostkista. "Yo no trabajo, yo milito [...] Hago dinero para servir a mis ideas", declaró en 2009 al periódico francés Libération.
En ese contexto cuadran todas las piezas: el fútbol no es más que un combustible para financiar proyectos de transformación política, aunque no siempre se tenga una alternativa. La ambición de un productor, al fin y al cabo, ha de ser “influir en la realidad”. Roures es un hombre que presume de ideología armado con un pragmatismo ilimitado: ¿es realmente Qatar el socio más coherente para un empresario que exhibe tan frecuentemente su izquierdismo y "milita" en lugar de "trabajar"?
El productor que convirtió el 15-M en Podemos y se adueñó del fútbol con dinero árabe juega ahora a ser el Rasputín de la presunta independencia catalana con la misma calma y astucia con la que ha dominado (hasta ahora) el tablero audiovisual. La encarnación perfecta del doble juego catalán en los últimos tiempos: el fin justifica los medios.