Aplaudía el Bernabéu nervioso otra ocasión que se le escapaba. Sigue Cristiano Ronaldo sin estar todo lo fino que le gustaría, aunque el portugués no deja de intentarlo, no desperdicia ni una ocasión para rematar, para intentarlo, para estirarse a por otro balón. Así llegó su segundo doblete de la temporada -el primero fue en el 5-0 ante el Sevilla allá por diciembre-. Lo que no podía esperar el portugués es que su intensidad le saldría cara.
La bota de Fabian Schär intentó alcanzar al despeje. Cristiano estiró el cuello para llegar una milésima de segundo antes. El portugués logró su objetivo, el central, no. El resultado fue un golpe en la ceja izquierda del rostro de Ronaldo, que comenzó a sangrar abundantemente en el suelo, dentro del área, mientras el resto del estadio celebrar su segundo gol, el que representaba el sexto de una goleada llena de ilusión en el Santiago Bernabéu.
El de Madeira tardó todavía un tiempo en incorporarse, mientras los servicios médicos del conjunto blanco le atendían para coser la herida y cortar la hemorragia. E incluso después de eso, el portugués tuvo que retirarse a la banda mientras se miraba en un teléfono móvil los estragos de la entrada.
La celebración no fue la que podría esperar el portugués, pero el Santiago Bernabéu lo celebró como un renacimiento. Quizás no tanto por el 7-1 final al Deportivo de La Coruña, que llegó a adelantarse en el campo madridista, sino porque el doblete de CR7, acompañado de otro de Gareth Bale, el gran protagonista de la tarde, antoja un futuro algo más esperanzador para el coso madridista, donde la falta de gol en los últimos tiempos ha dejado una Liga prácticamente imposible pero donde la Champions -frente al PSG en octavos- mantiene intactas las posibilidades. Mucho más ahora que dos de los tres integrantes de la BBC marcan a pares.