La 'manita' en el Camp Nou se ha llevado por delante a Lopetegui. El técnico solo ha permanecido cuatro meses en el cargo. Exactamente, 137 días es lo que ha durado su sueño de dirigir al Real Madrid. Una racha de pésimos resultados y la mala suerte han terminado con el proyecto del entrenador que lo dio todo por llegar al banquillo del Santiago Bernabéu. El madridismo debe estar agradecido a Julen, pero nadie puede negar que el cambio era tan necesario como inevitable.
El Clásico dejó un profundo dolor. Fue un cuchillo que atravesó la piel hasta tocar las entrañas de todo aficionado blanco. Un golpe de los que cuesta levantarse, aunque el único que lo puede hacer es el Real Madrid. Otra vez toca volver a empezar. Hay que olvidar. Resetear el disco duro. En definitiva, borrón y cuenta nueva.
Para ello llega de forma temporal Santiago Hernán Solari. El amigo de Zinedine que sueña con ser Zidane. Si la misión de Lopetegui ya era difícil, la del argentino es un reto de los que necesita 'testiculina' además de fútbol. Fue claro en su primera rueda de prensa: "La idea es ir a Melilla y jugar con dos cojones". Un mensaje directo a los jugadores, al fin y al cabo ellos son los que tienen que revertir la situación. Porque por muy mal que lo hiciera Lopetegui, que no fue el caso, esta plantilla no puede perder contra CSKA, Alavés, Levante... o recibir goleadas ante Sevilla y Barcelona. El problema no fue solo Julen, lo que pasa que tampoco supo ser parte de la solución.
Si algo es seguro es que el Real Madrid resurgirá. La situación es preocupante, incluso delicada. Lo positivo es que estamos en el mes de octubre y no sería la primera vez que tras una debacle al final se acaba ganando la Champions, por ejemplo. Lo que no puede hacer el madridismo es hacer el juego a los 'antis' y comerse unos a otros como hijos del canibalismo más extremo. El equipo necesita ahora a su afición porque ya se sabe, "quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite".
Esa unión debe ser la que lleve al Real Madrid a Cibeles de nuevo. Allí, en la plaza por excelencia y con la diosa presente, muchos infieles también corren para celebrar un nuevo título. Lo importante, sin embargo, no es aparecer en ese momento. Lo verdaderamente heroico y lo que tiene mérito es haber hecho el camino junto al equipo. El madridismo de Cibeles, que da título a esta columna, está muy bien, pero no es el que me representa. Aunque lo respeto tanto como el mío. Y lo digo haciendo referencia a un tuit, mantendré el anonimato de este usuario, que me decía lo siguiente: "Lo de cuatro de cinco Champions está bien entre forofillos, pero un mínimo de decencia ya que somos el hazmerreír de Europa". A veces pienso que alguno se merecería ser del Atleti y caer ante el Qarabag para poder celebrar después una Europa League. O ser del Barça y estar a más Champions de diferencia que en 1966 a pesar de estar en el final de la era Messi. A veces lo pienso, de verdad. Luego me arrepiento y pido perdón por ellos.
Mi frustración e indignación al recibir tal mensaje de un madridista me ha llevado a escribir estas líneas. Enfadado, disgustado y creyendo que algunas veces el peor enemigo del Real Madrid es la propia ingratitud. "Hazmerreír de Europa" un equipo que va a cumplir los 1.000 días como campeón de la Champions. ¿Qué pensarán entonces los culés, atléticos, citizens, blues...? ¿En qué momento no sirve para nada ser el actual tricampeón de Europa? ¿Quién ha creado este monstruo de tres cabezas?
Bueno, para la última pregunta al menos sí he encontrado respuesta. Y es que al final lo único que importa en este país es el Real Madrid. Por poner un ejemplo, el Atlético perdió 4-0 ante el Borussia Dortmund y la noticia pasó con más pena que gloria por la prensa deportiva. ¿Por qué? Porque no vende. Al final solo interesa el 'tiro al blanco' a un lobby que desea el mal de los madridistas como buitres carroñeros.
También contra el madridismo de Cibeles se lucha con la pedagogía. Enseñando que no siempre se gana en el fútbol. Incluso que lo normal es perder. Que lo realmente extraordinario es haber conseguido lo que antes nadie había logrado. Que la autocrítica no conlleva asignada una autoexigencia desproporcionada. Que en la montaña rusa continua que es el madridismo también hay que aprender a estar abajo para disfrutar arriba.
El Real Madrid no está muerto. No le den por enterrado. Además llega Halloween y quizá alguno se lleve algún susto. Y los 'antis' que aprovechen para salir de la cueva y airearse. Ya lo saben, el Real Madrid siempre vuelve.