Soy un ingenuo inveterado. Cuando el Barcelona fichó a Luis Suárez, pensé que en el club catalán albergaban la esperanza de redimir la conducta violenta del uruguayo. Ahora comprendo que ni siquiera le pidieron propósito de la enmienda alguno, por la sencilla razón de que no iba a necesitar enmendarse. Quienes le ficharon sabían que controlaban la situación en el modo en que públicamente recomendó hacerlo el exdirectivo Alfonso Godall. Así pues, no sería preciso reconducirle por el camino de la deportividad. Podría ser tan gorrino como quisiera y se saldría con la suya. Es lo que sucede cuando instituciones, medios e incluso otros clubes te guardan un temor reverencial, que es precisamente lo que instituciones, medios y otros clubes profesan por el FC Barcelona.
Con todo, ni el más optimista directivo de Can Barça podía esperar una bula como la que goza Luisito. La realidad ha superado todas las previsiones. Luisito campa a sus anchas por esos campos de España empleándose en coces, puñetazos, pellizcos, soplamocos y remoquetes con un ahínco digno de mejor causa y sin que los designados para impartir justicia hayan tenido a bien expulsarle ni una sola vez en un partido de Liga. Repetimos: ni una sola vez. Hasta jugadores como Bale y Modric han sido expulsados alguna vez.
"Y de qué os quejáis si tenéis a Ramos", nos suelen espetar a los madridistas. Con bastante torpeza, por cierto, por cuanto la comparación es un magnifico argumento a nuestro favor. Ramos, muchos menos violento que el uruguayo, es expulsado con muchísima frecuencia, y sobre eso objetamos. El madridista no se queja de que Luis Suárez sea violento. El madridista se queja de que nunca, absolutamente nunca, pague un precio por ello.
Escribo sobre las quejas del madridista y de inmediato me sorprendo al interiorizar que son en efecto tres o cuatro periodistas madridistas los que expresan su consternación por la conducta continua de Suárez, lógicamente acompañados por la opinión atomizada del madridismo en las redes sociales pero completamente abandonados por el resto de la comunidad futbolística y futbolera del país. Es algo que no deja de irritarme. Hay un sujeto que estaba continuamente sancionado en Inglaterra, y aquí no lo está nunca a pesar de que no ha hecho sino profundizar en sus repugnantes hábitos. Hay un sujeto que desde hace años y años ensucia el campeonato, dando un pésimo ejemplo a los niños desde la máxima exposición del fútbol de élite. Hay, sí, un sujeto que un partido sí y otro también se dedica a agredir física y verbalmente a sus compañeros de profesión. Sin embargo, a nadie parece importarle salvo a los que militamos en la trinchera deportiva contraria. Me pregunto si no está en el interés de todos, de absolutamente todos excepto el Barça (e incluso eso habría que verlo), el poner coto a los desmanes de este impresentable cuya grosera tendencia a la hostia solapada sólo pasa ya desapercibida para los árbitros. Perdón: ahora pasa desapercibida también para el VAR. Solo ellos, árbitros y VAR, parecen ignorar lo intrínsecamente vil del sujeto. El resto lo sabe, lo que no significa que hagan algo al respecto. Me pregunto si no está en el interés de quienes jornada tras jornada padecen de manera directa la impunidad de Luisito (Deportivo, Levante, ahora Leganés, quien toque) el poner freno a la misma de algún modo, aunque sea formalizando acuse de recibo de los mandobles soterrados. Me pregunto, por ejemplo, si no está en el interés del Atlético de Madrid, que se encuentra en condiciones de pelearle la Liga al Barcelona, el protestar por esta escandalosa patente de corso. Parece que no. Cómo van a estar de acuerdo en algo con el madridismo, incluso aunque les convenga estarlo.
La cosa sigue y sigue. Y va a seguir mientras nadie haga algo porque se detenga. Decía antes que incluso el VAR se ha revelado insuficiente para detectar las sucias añagazas del hombre que más ha hecho por arruinar el prestigio de la noble nación de Benedetti. También hace lo posible por arruinar el prestigio de un club que ya debería tenerlo arruinado si nos atenemos a su querencia por las trampas nunca penalizadas. Pero Suárez y el Barça tienen la enorme suerte de jugar contra el Madrid, lo que les facilita, como decimos, una cobertura perfecta, un salvoconducto para la violencia gratis que nada, ni siquiera el VAR puede revocar. La única esperanza que nos queda para lograr que Suárez sea algún día expulsado, que Suárez sea algún día sancionado, es que fiche por el Madrid. No va a suceder, en parte porque ejemplares así merecen hábitats ad hoc, en parte porque en el Madrid, en cambio, no lograría terminar casi nunca sin ver la roja.