LaLiga ha denunciado a Gareth Bale ante el Comité de Competición por su supuesto corte de mangas a la afición del Atleti en el último derbi. Nunca un corte de mangas tan heterodoxo ha corrido un mayor riesgo de sanción. Y es que Gareth Bale no sabe ser malote. Para eso hay que valer. Intentó en el Wanda un gesto despectivo hacia la grada rojiblanca y causó perplejidad donde pretendía sembrar enfado. Estamos hablando sin duda del corte de mangas más paupérrimamente ejecutado en la historia del mundo desde la caída del telón de acero. Fue un poco como Woody Allen en 'Toma el dinero y corre', tratando de atracar un banco con una nota escrita cuya pésima caligrafía impedía al cajero hacerse cargo de la situación. La falta de hábito acostumbra a causar malas pasadas a todo el mundo, pero sobre todo a las buenas personas que de súbito, un día, deciden pasear por el lado salvaje. Muy mal se tiene que poner la cosa para que no se den un buen costalazo. Porque a la fuerzan usan ingenuamente y mal los códigos del hampa, no se les entiende y encima pagan por ello.

Es como lo de aquel virgen de treinta años que un día decidió mirar más allá de los cirios de la parroquia e ir a putas. Colgó el escapulario en la percha y entró en acción para sufrir un vahído a los pocos segundos de empezar. El meapilas no murió de milagro. "Se notaba que no sabía pecar", comentó a sus compañeras la meretriz cuando la ambulancia se hubo llevado al aventurero, conectado a una bombona de oxígeno. Menos mal que no dejó allí el fiambre, como señal para los restos de su torpe escaramuza en la lascivia. A Bale le pasa lo que a aquél: no sabe pecar. 

Más que un señor haciendo un corte de mangas, el bueno de Gareth pareció un guardia municipal beodo dirigiendo el tráfico con aspavientos ininteligibles. Los británicos producen una ternura enorme cuando se adentran en actividades para las que están genéticamente incapacitados, a saber: bailar, hablar de sus sentimientos y (ya lo vemos) hacer cortes de manga. Esto último se antoja particularmente contraindicado en británicos que son además seres humanos ejemplares. A Gareth Bale, cuando algo no le gusta (por ejemplo cuando está sentado en el banquillo) se le tensa hacia abajo la zona del bigote, como les sucede a los ciudadanos irreprochables y a la vez tímidos en contacto con la injusticia, o con lo que ellos interpretan que lo es. Gareth fue a hacer un corte de mangas y le salió un gesto amorfo, ortopédico, como de ir a mirarse un orzuelo en un espejo y acabar haciéndose un torniquete. O como de C3PO sufriendo un cortocircuito y soltando chispas. El planeta entero se preguntó si había visto lo que creía haber visto, y solo las caritas enardecidas de los colchoneros en las primeras filas, con la sencilla lectura de labios a que sus rostros desencajados incitaban, permitieron al planeta responderse que sí. Bale había hecho (o había intentado) un corte de mangas. El planeta no se habría dado por enterado de lo sucedido de no ser por la clara mención a Debbie por parte de la señora de la tercera fila. Ésa sí que tuvo que mirarse al espejo para soltar el improperio.

El gesto de Gareth Bale durante la celebración

 

El corte de mangas no es gesto común en el Reino Unido, además. Fuera de España y Francia, constituye una infrecuente manifestación de orgullo o alegría. Tiene un tono más bien chusco, no agresivo. Ha salido a colación en los últimos días una foto de Van Nistelrooy dedicando uno, inocentemente, a la grada del Bernabéu, a manera de simple celebración. Yo vi a Roger Taylor soltar otro a un público entregado al final de un concierto de Queen. Por eso pensé, en un primer momento, que no había un ánimo ofensivo, un ánimo español digamos, en el gesto de Gareth. Luego me di cuenta de que probablemente Bale pretendía realmente faltar a la audiencia del Wanda, y es ahí donde me desborda el amor por el galés. Nada hay más digno de arrobo que un caballero tratando de comportarse con zafiedad por primera vez en su vida y fracasando estrepitosamente en el intento. Para redondear el ataque de ternura, consignaré que podemos encontrarnos también, por el mismo precio, ante el primer intento formal de comportarse como un español por parte del Expreso de Gales. Le ha salido como el culo, y confieso que me siento aliviado. Refractario como soy a los cambios en un contexto de éxito, yo prefiero a ese Gareth  que nos pintan los medios, profundamente no integrado. Prefiero a ese Gareth que vive supuestamente sumido en un mundo interior de quiquis y birdies para emerger después, en la primavera que este año el Madrid nos adelanta. 

El hecho es que Tebas quiere empapelar a Gareth Bale, que se conoce es un pésimo ejemplo para los niños. Hay muchos malos ejemplos para los niños. Lo que llama la atención es la disímil forma de tratarlos. Suárez agrede y se encara con todos los árbitros, Messi pega balonazos al público, Jordi Alba dedica peinetas a la grada de Anoeta, Busquets avergüenza al personal fingiendo agresiones on a regular basis y Tebas no sólo no toma cartas ante todo esto, sino que preconiza la censura de todas esas imágenes para preservar la inocencia de la infancia. La infancia que ve a Gareth Bale descoyuntarse torpemente en un corte de mangas de película muda no merece en cambio, se conoce, protección alguna, sino que esta acción debe en cambio airearse en la exigencia de una sanción suponemos que ejemplar y teñida de una xenofobia española pero a la japonesa: a los del país del Sol Naciente no les gusta que los extranjeros traten de chapurrear torpemente el japonés, y a los españoles (parece) no les gusta que se contamine la noble tradición del corte de mangas con ejecuciones deficientes que provengan de otras latitudes, cuánto menos de los guiris que dan de cenar a nuestros hijos un sándwich con un pepinillo cuando les mandamos a aprender inglés a Hastings. Es todo inquietantemente significativo. El Corte Inglés vertebra España; el corte galés la revela. 

Gareth Bale marca el tercer gol del Real Madrid al Atlético REUTERS

Es así que, por esta o por la razón que sea, no verán nuestros ojos a Luis Suárez cumpliendo sanción alguna por nada, pero es muy posible que vean a uno de los jugadores más caballerosos del mundo cumplir ya su segunda sanción en nuestro país. Por no ir más lejos del propio partido de la polémica, no veremos que se multe al estadio en cuestión por los referidos insultos hacia Gareth y hacia todos sus compañeros, con especial mención para las ratas de trapo que fueron arrojadas sobre Courtois, como dejando caer. Como dirían en tierras de Gareth, y al contrario de lo que sucede con el gesto robótico del de Cardiff (que nunca prescribirá), that’s all water under the bridge, lo que no deja de ser un dicho muy bien traído estando por medio el Atleti, que sabe tanto sobre lo pretérito y sobre ríos. 

Las almas más arteras se permiten sugerir que estos contrastes suceden como reprimenda a los conflictos  que Tebas tiene con el Madrid. Qué idea tan obtusa. Lo mejor es que D. Javier se plante ante estas maledicencias y les dedique un enérgico gesto que sea a la vez lección para Gareth. "Mira, guiri, se hacen así, a ver si aprendes".