Con un poco de suerte, el hecho de que la asamblea de socios del Barca haya decidido retirar todas las distinciones concedidas a Franco servirá para que la gente se entere de una bendita vez de la existencia de esas distinciones. Es un poco como la noticia de la muerte de ese actor al que ya creías criando malvas: te sirve para enterarte de que en realidad estaba vivo.
Es bien sabido (porque la propaganda nacional e internacional blaugrana consagra cualquier tópico, incluido el falso) que el Madrid era el equipo de Franco, a quien los blancos deben gran parte de sus éxitos durante la dictadura. Ello a pesar de que no ganaron más que dos Copas entre el 39 y el 53, y a pesar de que poco pintaba Franco en el viejo continente cuando el club presidido por Bernabéu encadenó cinco Copas de Europa.
El Madrid, sí, es también el equipo de Franco a pesar de la muy tirante relación entre el caudillo y el propio Bernabéu y a pesar de que fue en Barcelona donde se dieron honores al Generalísimo no una sino no menos de siete (!!) veces, a saber: insignia de oro y brillantes en 1951; libro de las Bodas de Oro del club en 1952; butaca presidencial en la inauguración del Camp Nou en 1957; audiencia al presidente Miró-Sans en 1959; entrega de obsequio religioso del club al dictador en 1962; medalla conmemorativa de la inauguración del Palau en 1971 y nueva medalla de oro en 1974, si bien esta última se presenta como "obligatoria" por la mencionada propaganda (no sabemos si lo fue, pero quién distingue una perla de obligatoriedad en semejante ristra de untuosidades voluntarias).
Pagaría algo por saber cuántos lectores de EL ESPAÑOL se han quedado de piedra al conocer la concesión de estos honores cuya retirada el Barça trata de hacer pasar por muy loable 45 años después del último, y solo a rebufo de la exhumación de los restos de Franco. Seguramente serán muchos, y ello otorgará una buena medida de la eficacia de la mencionada propaganda culé, que se las ha apañado, a lo largo de las décadas, para hacer creer lo de la conexión Franco-Real Madrid, incluso, más allá de nuestras fronteras.
Está muy bien lo de arrebatar a Franco todas esas distinciones, sobre todo por lo que tiene de admisión de que se las conferiste. Llega un poquito tarde y acompañada del ventajismo de lo que va a pasar en el Valle de los Caídos, pero nunca es tarde si el cinismo es bueno. Se echa en falta en esta decisión, con todo, la iniciativa de devolver no solo las medallas, sino también el dinero de Franco que salvó al Barça de desaparecer merced a tres recalificaciones de Les Corts, la primera de las cuales fue premiada con la primera insignia de oro y brillantes a D. Francisco. Como chuscamente comentaba un tuitero, se ve que eso no estaba en el orden del día, sin duda por falta de tiempo. Hay que comprenderlo.
Lo más divertido es, como decimos, el afán del culerío por vender el asunto como una nueva manifestación de los irrisoriamente célebres valors.
Para lograr tan difícil meta qué mejor idea, sobre el papel, que mirar al madridismo en pos de un elemento comparativo que presuntamente les llene de razones. El tiro, con todo, puede muy bien salir por la culata, y si no miremos el periodista culé que tuiteaba lo siguiente: "Los socios compromisarios votan a favor de que el club retire las condecoraciones hechas a Franco en los años 51, 71 y 74. A favor: 671. En contra: 2. Habría salido el mismo resultado si esa votación la hace el Real Madrid?". Pobre hombre. No calculó que, por interesante que a priori pueda sonar la incógnita, el experimento nunca podrá ser llevado a la práctica, por la sencilla razón de que el Real Madrid jamás condecoró a Franco.